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31 de enero de 2011

92: "AVENTURA EN UNA CUEVA"

La boca de la cueva se abría delante de nosotros, una interesante invitación a lo desconocido.
Nuestra mirada anticipaba la aventura y rápidamente nos enfilamos por las rocas que subían hasta la entrada.
El contraste, entre la oscuridad interior y la fuerte luminosidad que nos rodeaba en el exterior, no nos permitía ver más allá de unos pocos metros.
Además, apenas teníamos un par de linternas para los que éramos, algo más de media docena. No obstante, el deseo de explorar, de saborear aquella pequeña aventura, nos hizo adentrarnos por el túnel.
Fuimos avanzando con cuidado, ya que apenas veíamos nada con aquella luz, que escasamente nos alumbraba los pasos.
Debíamos ir en fila, pues las paredes eran estrechas. También la altura era reducida, poco más que nuestra estatura.
Toda nuestra atención estaba fijada en el suelo para evitar tropezar con las piedras sueltas que había, pero... ¡allí no estaba el peligro! Del techo sobresalía una piedra algo grande, lo suficiente para...
¡Ay!, ¡qué cabezazo que me di! Siempre he tenido la cabeza bastante dura, pero sólo mi amor propio me contuvo de reprimir la exclamación de dolor.
Seguí adelante con el resto del grupo, no me iba a detener por una simple piedra, y menos a riesgo de ser el hazmerreír del grupo.
Llegamos al fondo de aquel tramo de cueva y, a través de una pequeña abertura, entramos en otro que corría perpendicular al primero y con un suelo bastante accidentado, pues estaba lleno de rocas que teníamos que escalar con cuidado, además de vigilar el techo, también algo bajo.
Durante un rato exploramos aquel pasaje hacia un lado primero y luego hacia el otro, sin encontrar más que paredes de roca, que lo cerraban por cada extremo.
Estábamos enfrascados en esa exploración cuando de repente nos sobresaltó una exclamación de dolor, que por la misma sorpresa no podíamos reconocer a quien pertenecía del grupo.
A esa la siguieron dos más, creando una total confusión entre nosotros, que no sabíamos si se trataba de una broma o de algo serio, y que tampoco nos apetecía averiguar.
La oscuridad, el miedo a lo desconocido y nuestra propia imaginación se aliaron para asustarnos como si allí hubiera monstruos malignos. En un momento el miedo se apoderó de nosotros.
Alguien echó a correr, otro más lo siguió al momento, y me parece que no hubo ningún héroe entre el resto, al menos yo tampoco me quedé a comprobarlo, de manera que todos cruzamos como pudimos por la estrecha abertura que daba al pasaje principal, ese por el que habíamos venido unos minutos antes, sin preocuparnos para nada de si alguno se quedaba atrás, echando ruidosamente a correr por el túnel que nos llevaría de vuelta a la entrada.
Al igual que los demás, yo también corría y ni siquiera me acordé de aquella piedra hasta justo después de chocar con ella, ¡qué daño!, y como iba corriendo, incluso me dolió el golpe más que antes.
Aún tuve suerte de que la piedra era redondeada por ambos lados, lo que evitó que me hiciese una brecha y la sangre me delatara, así que escapé de compartir con los demás mi desventura particular.
Desde entonces, cuando alguien menciona ese dicho de tropezar dos veces en la misma piedra, me viene al pensamiento que eso lo conozco literalmente, claro que casi nadie sabe el motivo de mi sonrisa.
Aquel día también aprendí algo muy importante.
Que tenía que buscarme amigos más altos que yo.
JAVIER CAMÚÑEZ
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Me gusta escribir narraciones, contar lo que siento, compartir las imágenes que se forman cuando las palabras se unen en una estructura. Tengo poca experiencia y algunas veces he escrito para un público muy reducido. Ahora va llegando el momento de abrirme a un horizonte más amplio, algún proyecto está ahí, en plena elaboración. Y también esas líneas que anteceden este texto y que tal vez hayas leído.
Nos sentimos muy afortunados de haber sido elegidos para ser la ampliación de tu horizonte.

30 de enero de 2011

91: "MÁS GRANDE QUE YO, MEJOR DE LO QUE ESPERABA

Hoy le he conocido... a él. Al hombre con la mirada más fría que haya existido. Y sin quererlo he quedado cautivada, por eso ojos de puro hielo.
Es que ha minado en mi mente, y su cara quedará por siempre grabada. EL es el hombre con el corazón más frío, y en mala hora me ha dejado prendada.
Simulaba fijarme en alguien cercano, tan solo para verlo. Siempre sus gesto por más desinteresados que fueran, podían quitarme los más sinceros suspiros.
En mala hora me ha dejado prendada. No podré despegarme de ellos, de esos ojos tan crueles. Mientras el me extiende su mano, por detrás su mente esta ausente. Y yo sospecho que es solo un juego porque somos tan distintos los dos que es imposible que mí se haya fijado.

Y es que eres mas grande que yo, y esto es imposible para los dos. Por eso penamos, por un amor que nunca deja de crecer. Este amor no es correcto para los dos. Pero sigo creyendo que puedo cambiarlo. Y es que eres más grande que yo, y este amor no puede ser verdad. Porque solo soy una niña y tu ya no.

Ya ha pasado un tiempo de nuestro encuentro fatal, y he crecido un poco mas, de igual manera el caballero oscuro luce ahora una nueva armadura. Todos mis intentos de acercarme, dan con una pared congelada. Intento decirle lo que siento, pero apenas puede escucharme. Y por lo bajo estoy llorando, sufriendo mi amor.
Me he dejado caer en otros brazos, en la búsqueda de un consuelo. Pero nada ha funcionado, solo consigo que se haga más fuerte. Invade mis sueños, invade mi ser sin siquiera vernos. Sigo sin librarme de ellos, de esos brazos que tan solo he deseado. Que mas quisiera yo que sea mío, pero sigue alejándose de mi.

No quiero pensarlo mas, sospecho que pronto se ira y que dejara mi corazón eternamente vacío. Como no ha regresado todavía a mi, será mejor que lo deje pasar, pero no puedo dejar de llamarlo en mis sueños y esperar que venga por mi. Tan solo estoy esperando, como siempre. Llorando, como siempre. Este amor no me hacía bien.

Estamos juntos y yo no entiendo bien porque o como sucedió. Quisiera creer que el siempre ha sentido lo mismo y que tan solo no supo mostrarlo.
Hoy son mis gesto los que a el le arrancan suspiros, y mi cuerpo lo que despierta sus deseos mas profundos. Estoy mareada de tanta felicidad, como si entrara en un caleidoscopio. Los colores, las luces y la oscuridad combinadas me trasladan a otro mundo. Me deslizo entre las sabanas y sostengo su cara frente a mí.
No tiene más esos gélidos ojos o su complaciente sonrisa de careta. El fuego intenso en la mirada y su expresión tranquila me desarman.
Estoy perdidamente enamorada.
MARÍA FLORENCIA SARAVIA
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María nos escribe desde Argentina y tan sólo tiene 17 años. Aunque su escritura demuestra una gran madurez. “Mi madre me inspiró siempre a leer mucho, siendo ella profesora de lengua y literatura de la facultad y de un colegio secundario”. Le encanta escribir y le gustaría poder vivir de ello.

Desde aquí te animamos a continuar luchando por tu sueño. Nunca dejes de escribir.



Podéis leer las otras dos aportaciones a reto en:


29 de enero de 2011

90: "TE INVITO A UN VIAJE EN GLOBO"

-¡Sexo! Gritó la más joven, y todas sonreímos a su exclamación.
-Sí, sí… argumentemos por qué cada una de nosotras elegimos una  palabra. Yo elijo “Sexo”, porque sin él no hay vida, no hay salud no hay amor…bueno eso es más cuestionable. -Continuó hablando Ana, con la típica verborrea de una chica joven.
-¡Yo elijo esa palabra! Hagamos una apuesta a ver quién elige la palabra más bella del diccionario.
Mientras hablaba, sus dedos tecleaban en el ordenador  la palabra “Sexo”.
Y así fue como aquella noche, que se presentaba tediosa, se convirtió en una de las noches más interesantes. Cada una de nosotras se lanzó a la búsqueda de la palabra que habría de superar a las de las demás en originalidad y belleza.
Almudena se decantó por “Salud”, palabra que sustituye a la lotería cuando no toca. Mientras que Cristina,  eterna enamorada, se abrazó al “Amor”.
Yo elegí la palabra que engloba a todas las palabras, origen y causa de que la palabra propiamente dicha exista: “Vida”.
Las exigencias para que argumentara dicha elección no se hicieron esperar. Todas coincidían que es un término muy amplio  y que a la vez no concreta una única definición.
Empecé mi argumentación, metiendo la palabra en la cesta de  un globo de colores.
-Los vuelos en globo siempre empiezan al amanecer, cuando el ambiente está más tranquilo, no hay corrientes ni turbulencias que alteren el vuelo, porque la noche ha hecho las paces entre el cielo y la tierra. Es el momento ideal de venir a la vida. Todos cuidan de ti, y te protegen cuando  llegas a la pradera para iniciar el viaje. La palabra de Cristina ya forma parte de tu equipaje aunque el  miedo y  la incertidumbre  te acompañan en este inicio. Es como la vida misma cuando das los primeros pasos, el miedo al equilibrio en sus comienzos a lo desconocido.
Pero poco a poco la confianza te abraza, y te vas soltando de esas cuerdas o de las manos de papá y mamá. Aún sientes miedo cuando miras hacia los lados y hacia abajo, pero eso es precisamente lo que te dice que estás vivo… sientes miedo, temor, pero también alegría y te vas sintiendo cada vez más seguro y por lo tanto más feliz. Vas soltando manos y apoyos. Te visita el Sr Sarampión, la Sra Varicela… es cuando la palabra de Almudena sube a bordo.
Aumenta la temperatura del globo, te elevas más alto y cuando divisas las primeras nubes abandonas tu infancia. Los primeros rayos de sol te traen la adolescencia y cada vez dependes más de ti mismo. Una luz cegadora te descubre el amor de tu vida, sí has elegido mal, en el próximo viaje en globo lleva unas gafas de sol. Cuando mi palabra lleva todas estas sensaciones de ventaja, querida Ana, aparece la tuya: “Sexo”. Aunque tu palabra acaba de nacer y la mía ya viaja sola, las dos hacen un buen tándem para que el globo se estabilice para que suban nuevos compañeros de viaje: Los hijos.
El globo ya no coge más altitud, se mantiene estable. Es el momento de disfrutar de las vistas. Te relajas, miras hacia abajo, ves el cauce de los ríos, ahora rectos, ahora curvos, como la vida misma… divisas los colores ocres del otoño, los intensos primaverales, los ácidos  veraniegos o los blancos invernales. El globo se tiñe con los colores de la vida, y para que no pierda altura abrimos la maleta y tiramos las últimas inseguridades, dudas, sueños caducados, los últimos recibos de la hipoteca… bueno si queda algún recibo pendiente que lo tire el siguiente que suba en globo.
Cuando el sol ilumina las nubes de refilón, el globo empieza a descender, lo hace lentamente, solamente alguna que otra brisa, lo balancea de vez en cuando. El hombre del tiempo llama a estas brisas “achaques”. Nada importante, de no ser que en uno de estos “achaques”, querida Ana, tu palabra tenga que bajarse de la cesta… o viajar fuera de ella.
Cuando el globo en su descenso, atraviesa las nubes, el sol apenas es un punto rojo en el horizonte. Empieza a refrescar y la luz pierde intensidad. Sin prisas, sin agobios, empezamos a saborear los momentos vividos a lo largo del viaje.
Pero no siempre el descenso es suave y tranquilo, también hay vientos huracanados que  agitan la cesta para que algún viajero se baje antes de tiempo. La cesta se equilibra de nuevo y el consuelo de unas manos amigas te tranquiliza. El globo sigue bajando.
Según nos vamos acercando de nuevo a  la pradera, los ríos nos parecen más pequeños, los valles menos profundos y las montañas menos altas de cuando partimos. El paisaje ha cambiado aquellos colores vivos por otros más cálidos, sin estridencias.
Nos esperan los amigos de toda la vida, y aparecen otras palabras que no hemos mencionado: cariño, comprensión, cuidados… y nosotros nos sentamos a ver como en el horizonte, el sol está a punto de esconderse detrás de los montes, dibujando con su silueta una sombra chinesca que bien pudieran ser una legión de ángeles con las  alas abiertas.
Cerramos los ojos y podemos presentir que cuando el sol salga por la mañana, el globo partirá con nuevos pasajeros, a los que hemos advertido de las turbulencias que se pueden encontrar en el viaje. Algo nuestro viaja en sus maletas, algo nuestro no se bajará nunca de su cesta.
En la quietud de la noche, sonó la sintonía del móvil de Ana. Leyó el mensaje y dijo rápidamente.
-Chicas…mañana tengo que irme cinco minutos antes, quiero pillar a mi novio y darle una sorpresa. Tengo que aprovechar el momento antes de que mi palabra se baje del dichoso globo.
Todas reímos la ocurrencia de Ana. Mientras Almudena se metía un caramelo mentolado en la boca, para suavizar la carraspera que le había dejado el último constipado.
Cristina llamó a su marido, para preguntarle si todo iba bien en el turno de noche de la comisaría donde estaba de guardia.
Al llegar a casa, me la encontré vacía. El resto de los que la habitaban ya estaban en sus tareas diarias. Pasé delante de la estantería donde estaba una foto en la que aparecía yo sonriente  en compañía de mis abuelos, en el balcón de su casa asturiana. Era una mañana clara. Un globo con los colores del arco iris asomaba detrás de Los Picos de Europa.
Rosi  Serrano Romero
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"Cuando uno empieza a contarle su vida a desconocidos, lo que procede es empezar diciendo: “permítanme que me presente”. Mi nombre es Rosi Serrano Romero. Dicen que los vuelos en globo siempre empiezan al amanecer, cuando el ambiente está más tranquilo y no hay corrientes ni turbulencias que alteren el vuelo, porque la noche ha hecho las paces entre el cielo y la tierra. Es el momento ideal de venir a la vida.
 Y así lo hice un 18  de septiembre de 1963, en plena llanura manchega, donde vivimos de la agricultura y de la vecindad de D. Quijote.
En la balanza de la vida, además de obligaciones, ponemos aficiones y pequeños placeres personales.  Yo escribo para evadirme y transferir a la realidad cosas positivas y para ello cuento con el apoyo y los ánimos de familiares y amigos.
 Escribir es para mí, la necesidad de hablaros sin sonido, de conocernos sin vernos y de saber que estáis ahí."


Rosi tiene un extenso currículum que os transcribo:
-Autora del libro “Las Alas del Sueño”.
-Coautora en el libro “Prohibido pisar las flores”
-Finalista en Novela corta. “La última estación”.
-Finalista de relatos de terror, ediciones Fergutson.
-Doble finalista en certamen libre, ediciones Fergutson.
-Doble finalista en certamen histórico, ediciones Fergutson.
-Doble finalista en cuentos infantiles. Ediciones Fergutson.
-Finalista en FARE,  sobre el Plan Nacional de Drogas.
-Mención especial testimonio histórico: Fundación Juan Muñoz de mineros con el relato “Es otoño y no llueve”
- Diploma en residencia SAR; sobre  el Alzheimer.

Participo con el relato  “No puedes esconder el humo”

Es todo un placer contar con tu participación.

28 de enero de 2011

89: "TORMENTA DE SENTIMIENTOS EN UN VASO DE AGUA"


A pesar de que no son mucho más de las cinco, resulta evidente que el invierno, cicatero, no va a permitir que el día se prolongue mucho más tiempo. No recuerda haber contemplado antes este paisaje así, a buen seguro porque jamás lo ha visto con esta apariencia: los verdeantes campos de trigo y cebada poco tienen que ver con la imagen de llanos agostados que siempre ha asociado con la Moraña de su infancia.
La Moraña eran veranos que comenzaban interminables y se terminaban escurriendo inasibles entre los dedos, sin que pudieras percatarte de cómo habían huido. Eran largas mañanas y mediodías abrasadores e inclementes, eran tardes en el juego de pelota y frescas noches en la plaza. Era la fiesta de julio y las de los pueblos vecinos, a las que había acudido por caminos de tierra, entre risas y bromas. Eran recuerdos de los días en los que todo el tiempo estaba por delante, pero, ante todo, eran campos dorados sembrados de alpacas, que de ninguna manera parecían poder asociarse a esta estampa de rabioso verdor, de modo que se le antojaba que un travieso coloso hubiese aplanado de un pisotón un feraz paisaje asturiano.
El pueblo no ha cambiado demasiado: han pavimentado las calles con hormigón y se han levantado media docena de casas nuevas, pero puede recordar casi todas las esquinas. Muchas viviendas, que evoca bulliciosas y repletas de muchachos, se exhiben sumidas en la decadencia, como restos de un naufragio. Otras se advierten cerradas, pero se intuye que sólo sufren un letargo temporal, hasta la llegada del verano, cuando los exiliados en Madrid retornen a insuflar un espejismo de vida en el pueblo.
En vez de dirigirse directamente a la casa de sus abuelos, aparca en la plaza y va  caminando, con la esperanza de cruzarse con algún rostro conocido, pero los tres o cuatro grados bajo cero que muerden en el aire parecen haber disuadido a los escasos habitantes de poner un pie en la calle. Aparte de las voces de los hombres, que juegan al dominó en el bar con ruidosa efusión, y tres o cuatro casas en las que ya se ha encendido alguna luz, no atisba ningún otro signo de vida.
La casa de sus abuelos se encuentra parcialmente derrumbada, pero lo que le colma de consternación no es este hecho, sino el de comprobar que el solar que había enfrente, la huerta del Tío Colás, ya no es tal y ahora se encuentra ocupado por una nave. Su abuela –sólo con pensar en ella se le anegan los ojos – cada vez que padecía alguna dolencia, la solucionaba con agua de ese pozo. Daba igual que se tratase de un dolor de tripa o un rasguño producido por una caída: el agua era el remedio adecuado en toda ocasión. Siempre obró así, hasta el último verano antes de morir, cuando él contaba con doce años, y siempre con un aire de absoluta seriedad, sin poner en duda, siquiera por un instante, que aquel fluido milagroso pudiese sanar cualquier clase de afección. Casi podía verla: bajita, enérgica y luciendo su infalible mandil desteñido, izando un cubo del pozo.
Aunque es consciente de que no constituía más que un recurso de abuela cariñosa, y de que el cáncer que él padece es incurable, irracionalmente había experimentado la pulsión irrefrenable de regresar aquí para beber el agua de aquel pozo, que ahora ya no existe, y todo se le viene encima. Y no es tan sólo por la dichosa agua, que  en verdad no esperaba volver a probar, ya que lo más probable era que, después de tantos años de abandono, el pozo se hubiese secado o hundido; ni siquiera por el mes escaso que le resta de vida, sino porque ahora sólo se le antojan reales los veranos que disfrutó en este pueblo. El resto de su vida –incluyendo su matrimonio fracasado, sus hijos, a los que su ex mujer ha malmetido en su contra y no quieren verle, y esta enfermedad que lo va a arrebatar en breve – semeja no ser más que un mal sueño o un delirio febril.
Llora como no ha llorado nunca. Llora las lágrimas morosas que le debe a su abuela, cuya muerte le ocultaron hasta el verano siguiente. Llora las lágrimas culpables que le hurtó a su madre, pues por su condición de primogénito se vio obligado a ocuparse de todos los engorrosos trámites que suceden a un óbito y no le quedó tiempo para el dolor. Llora todos los sinsabores atrasados y los amores no correspondidos. Llora las amistades derrochadas y las expectativas insatisfechas. Llora sus errores ingenuos y los presuntuosos; incluso, la alegría de sus escasos triunfos. Llora hasta que olvida que pueda existir otra cosa en el mundo.
– ¿Qué le pasa, buen hombre?
– Es una tontería.
Responde, turbado, mientras que se enjuga las lágrimas y se suena los mocos. Aunque no logra adjudicarle nombre al rostro, recuerda en detalle al dueño. A menudo permitía a los muchachos subir al remolque de su tractor y, una vez que se cayó con la bicicleta, lo llevó en brazos hasta la casa de su abuela.
– Pues no parece que lo que tengas sea cuestión de poca cosa ¿No serás por casualidad nieto de la Damiana? –Al ver que asiente, prosigue – Me había parecido. Hacía ya tiempo que no se te veía por el pueblo.
– Venía de paso por aquí cerca, y se me ocurrió parar para beber agua del pozo del Tío Colás; al ver que, en vez de la huerta, había esta nave, me ha entrado una desazón tonta y, ya ve, me he puesto a llorar como un muchacho.
– No te preocupes, que el pozo todavía está en su sitio. La nave es mía, pero no se me ocurriría por nada del mundo cegar el pozo. A mí también me daba mi madre su agua cuando estaba enfermo y todavía la bebo cuando me encuentro revuelto ¿No andarás mal de salud?
– Lo cierto es que estoy algo fastidiado.
– Pues ven para acá, que te vas a echar un buen trago y después te voy a dar un par de garrafas para que te las lleves a casa.
Aunque es sólo agua, que, como todo el mundo conoce, es inodora, incolora y, sobre todo, insípida, le sabe a caricias de la abuela y a besos robados en la era, a huevos con longaniza y a propinas de los domingos. Le sabe a julio y agosto, a risas incontenibles, a las mañanas perdidas y a cuanto ha añorado.

Le sabe a vida.

JUAN CARLOS GARRIDO DEL POZO
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“Un servidor vio la luz en Ávila en 1965, cursó estudios de ingeniería de telecomunicación y se gana la vida en el ámbito de la automatización industrial. Comencé a escribir más por mera curiosidad que por otra causa, por ver si era capaz de acometer tamaña tarea. Mi primera novela, “Sombras chinescas”, fue finalista del premio Planeta 2005. Reconozco ser un autor tardío diletante y autodidacta.
Los certámenes literarios, que he frecuentado con suerte y afición dispar han constituido mi escuela. He sido ganador del I premio nacional de microrelatos Hipálage 2007, del premio internacional de pensamiento del concurso internacional de microtextos “Garzón Céspedes” 2008 y del segundo premio internacional de narrativa “La barca de la cultura” 2009, premio extraordinario de dicho y premio especial de pensamiento del concurso internacional de microtextos “Garzón Céspedes” 2009, y del Certamen de relato fantástico Gazteleku de Sestao 2010, así como finalista del premio de microficción “Garzón Céspedes 2007, del IV certamen de literatura hiperbreve “Pompas de papel” 2007, del concurso literario Bonaventuriano 2009, del premio “Miguel Artigas” 2009, del Premio Ciguñuela 2009, de los certámenes Carmen Martín Gaite 2009 y 2010, del certamen de relatos históricos Hislibris 2010, del certamen de relatos para contar en tres minutos “Luis del Val 2010, del I certamen literario Ex Novo 2010 y del I certamen internacional de relatos Torremocha 2010”.

Es todo un placer contar con tu colaboración, Juan Carlos.

27 de enero de 2011

88: "ANTES DE QUE SEA TARDE"


Abrí el Diario, dos iniciales para mojar en el café con leche de algunos, mientras a mi se me cierra el estómago. Dos letras entre las que despertaste mi rabia, mi impotencia y mi tristeza. En ese reducido espacio entre esos dos caracteres estaban agolpadas todas las llamadas sin respuesta que te hice, todos los emails que te escribí a pesar del temor a que incluso pudiera acceder a tu cuenta, todos los golpes, y las confidencias veladas por un dolor tan intenso, tan firme como el que te desgarró el alma, tratando de aferrarte a mil palabras con las que construías un amor que te llevaba a la autodestrucción.
¿Y qué fuimos capaces de hacer los que te rodeábamos? A penas nada. El amor se convirtió en trampa mortal.
Caías en esa espiral, no supimos tenderte un puente, sólo lloramos ante las iniciales que te nombran y ante ese punto negro sólo puedo poner un punto seguido para luchar por conservar la dignidad, para construir un amor que nos ayude a crecer desde la libertad y el respeto, enseñar a amar sin tolerar un mínimo atropello a tu sombra, para que al fin puedas tener voz, la voz que siempre luchó por un mundo mejor.
ESMERALDA VIZCAÍNO
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"Nuevas ventanas son necesarias para canalizar otras luces". Con estas palabras, Esmeralda define el proyecto "365 días de cuentos". Gracias por tu apoyo, Esmeralda.
"Escribo desde que tengo memoria, escribo para no olvidar, para dar voz a los y las que se empeñan en invisibilizar porque sus presencias e identidades nos alborotan la conciencia, nos perturba la mirada". 
Esmeralda lanza instantáneas con su cámara y recomienda cosa que le gustan y la impactan en os siguientes blogs:



 Podéis leer los cuentos de Esmeralda en "365 días de cuentos" si pincháis en:

26 de enero de 2011

87: "LA ÚLTIMA DECISIÓN"

Un día más y será el último. ¿Entonces, qué me quedará? Quizá nada. Quizá todo. Quizá negro. Quizá blanco. Tal vez se acabe todo o tal vez no sea más que el principio. Miedo, pero también intriga. ¿Me quiero ir o me quiero quedar? Ya no estoy seguro.
¿Qué hago? Ya da igual. Un día más y será el último.

JUAN JOSÉ JONÁS
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Juan José nos ha escrito desde Cantabria. Zapatero de profesión, tiene escritos varios cuentos y una novela. “Es un estilo diferente que quizá guste al lector. Algún día me gustaría intentarlo.”

Ánimo Juan José. El que no se empeña en algo no consigue su sueño.

25 de enero de 2011

86: "EL JUICIO"

El polígrafo se volvió loco cuando le preguntaron al preso:
-¿Mataste a Maria Luisa?
Su mente se nubló de rojo. Un rojo intenso y pegajoso del que no se podría desprender jamás por muchos años que viviera. El filo brillante de un cuchillo, el sabor acre del sudor en su paladar, la respiración que dolía en el pecho, el latido de las sienes a punto de reventar.
El juez movió la cabeza en gesto desaprobatorio y apartó para siempre la vista del asesino. Un policía comenzó a desengancharle del aparato.
No había respondido pero ya no hacía falta. La máquina de la verdad era infalible.
-Ojalá- susurró entre dientes, más para sí mismo que para los presentes. - Ojalá. Si hubiera sido yo tendría motivos para recordar algo tan horrible.

TOMY GONZÁLVEZ
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“Soy un defensor de los derechos humanos y por eso he escrito este relato, para demostrar las injusticias que se cometen por interpretar mal las señales y prejuiciar a las personas. Aunque tampoco me gusta ser tremendista. Por eso os dejo este vídeo. Disfrutadlo”.

24 de enero de 2011

85: "LA SUEGRA"

Tenía la cara de una actriz porno pasada de moda y el cuerpo de una ballena blanca a punto de reventar, tenía una voz estridente que sonaba a patio de recreo y cierta predisposición a mentir sobre su edad verdadera. Pero era la Madre de mi mujer y cuando íbamos a verla siempre me sacaba una botella de Whisky gran reserva para celebrarlo. Por lo que a pesar de todos los tópicos que existen sobre las suegras, me caía bien.
El día que murió por culpa de una sobredosis de almejas en mal estado, me enteré por la radio del coche mientras volvía del trabajo. Mi mujer se enteró en casa gracias a una vecina cotilla aficionada a esparcir todo tipo de chismorreos planetarios. Desolados, aquella noche permanecimos callados y agarrados fuertemente frente a la última botella de Whisky que nos regaló por Navidad.
El entierro fue un desfile interminable de borrachos afirmando que la conocían igual que a una hermana. Nunca había contado tantos borrachos por metro cuadrado. De todas formas lo que más llamaba atención en aquellos tipos, no era su lamentable estado etílico sino la estrafalaria  manera de vestir. Nunca había visto nada igual de bochornoso desde la serie Hawai 5-0. Durante la misa de despedida y con la difunta de cuerpo presente, el sacerdote tuvo que llamar al orden a uno de aquellos pobres desgraciados, ya que se había apalancado el cáliz lleno de vino y no lo soltaba ni  tiros.
En el cementerio quedamos solo cuatro. No se la pudo incinerar a causa de las elevadas tasas de alcohol en sangre que presentaba dos días después de fallecer. Esta señora puede provocar un incendio y quemar todo el edificio, nos gritó el encargado de la incineradora, y tuvimos que enterrarla. Los últimos momentos antes del adiós definitivo fueron emotivos y confieso que alguna lágrima se me escapó. Mi mujer dejó sobre la lápida una antigua fotografía de su Madre en la que todavía no era necesario usar el photoshop para disimular sus defectos, y nos marchamos de allí con la sensación de haber dejado atrás un peso muerto en nuestras vidas.
Al día siguiente asistimos a la lectura del Testamento en el despacho de un famoso abogado de la ciudad. La sobriedad del acto contrastaba con el cuadro de unos perros jugando alegremente al billar, que el abogado tenía colgado en su despacho.
Llegado el momento, una de las secretarias que habíamos visto al entrar trajo un sobre que abrió ella misma, para entregar al abogado un papel del interior con las últimas voluntades de la difunta. Mi mujer y yo nos cogimos de la mano conteniendo la respiración, y esperamos a que el abogado comenzara a hablar.
El abogado puso esa cara de circunstancias que suele preceder al dolor que produce en los demás su minuta y empezó a hablar:
Hola hija, seguramente estarás sentada junto al payaso de tu marido. Solo Dios sabe lo que recé para que no te casaras con él. Casi me arruino comprando velas como ofrenda para la patrona de los imposibles. Evidentemente no funcionó y te casaste.
Ahora que me ido, quiero que sepáis que en cada botella de Whisky gran reserva había una pequeña meada mía de regalo con la que  daba ese toque añejo a la bebida, que tanto pareció gustarle siempre a tu marido.
También quiero aclararos que estoy sin blanca y que mis cuentas corrientes están aún más tiesas que yo en estos momentos. Espero que a pesar de todo seáis felices y comáis perdices, espero que no me traigáis flores a la tumba, siempre he odiado esa cursilada. Pero podéis depositar regularmente una caja de bombones de licor, por si acaso en algún descanso me dejan salir. PD: No me podréis incinerar.
Mi mujer anonadada por lo que acababa de oír, dijo: Hostia, que huevos tenía mi Madre. Pero yo pensé mientras sonreía como un bobalicón a mi mujer: Me cago en la vieja hija puta del demonio.
VICENTE GARCÍA COBOS
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De Vicente sólo sabemos que es de Barcelona. A ver si se anima a enviarnos su biografía y su foto para conocerle mejor. Igual si le escribimos muchos comentarios se anime.
A nosotros nos ha gustado mucho el cuento. Nos hemos reído un montón.

23 de enero de 2011

84: "ESTRENANDO ILUSIONES"

El niño sonreía a través del cristal mostrando abiertamente su dentadura mellada.
-Mamá, ¿está nevando ahora?
La madre miró brevemente a la calle y sonrió al pequeño.
-Aún no, Lucas, sólo está lloviendo.
El niño no pareció contrariado y continuó impasible con la carita pegada a la ventana.
Tras un rato largo, en el que su madre no hizo otra cosa que dar vueltas por la casa recogiendo aquí y allá juguetes, el niño volvió a preguntar:
-Mamá ¿eso sí es nieve?
La madre levantó la vista un momento de sus quehaceres. Por un momento pensó que mataría al pequeño. Aquella ventana había sido chupada y refregada insistentemente. En vez de reñirle suspiró y le contestó:
-Aún no, cariño, eso ahora es granizo. ¿Te gustaría cogerlo?
A Lucas se le iluminó la cara con radiante felicidad.
-¿Se puede?
-¡Claro que se puede! Ya verás.

La madre abrió la ventana y aupó a su hijo haciendo que alargara su mano hacia el vacío. El granizo caía con fuerza y algunos rebotaban en la pequeña mano del niño.
-Está muy frío, mamá.- Reía Lucas. – Y muy duro.
Por fin, unas bolitas se posaron en la mano, pero al contacto con el calor no tardaron en derretirse.
-Mira, ves, ahora se han convertido en agua.
-Tengo sed- Lucas no dudó en echarse a la boca las gotitas de agua que se resbalaban por sus deditos. – Mmmm, rica.

La madre cerró la ventana. Tenía que seguir recogiendo la casa. Estaba como una leonera.
-¿Cuándo va a nevar?
-Pronto, Lucas, pronto. Anda vete a jugar y yo te aviso.
El niño puso cara de no fiarse.
-¿Seguro que me avisas, mama?
-Claro que sí. Vete tranquilo a tu cuarto.
-¡Acuérdate, mama!
-Que siiii.

Pasó media mañana y Lucas estaba muy concentrado haciendo que su vaquero espacial saltara desde una montaña de piezas de construcción. Su madre asomó la cabeza.
“Seguro que ni se acuerda ya de la nieve”, pensó. Aún así dio con los nudillos en la puerta. Le enseñó una zanahoria y le dijo:
-¿Nos vamos?
Lucas pegó un salto y fue corriendo a ponerse los zapatos.
-¡Nieve, nieve!

La madre sonrió y se sintió realmente feliz.
_¡Qué le den a la casa! No se ve nieve por primera vez en muchas ocasiones.

Mario Manuel Do Santos
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Mario Manuel es de origen brasileño, aunque vive desde hace 15 años en Ecuador. “Escribir es una manera de vivir, de desahogarse, de ahorrar en el loquero. Algún día me atreveré a mandaros una novela que tengo escrita sobre el universo de los niños pequeños”.

Esperamos con gusto a que te decidas.

22 de enero de 2011

83: "EL CARACOL"

Llevo mi casa a rastras bien pegada a mi espalda. Es pesada, incómoda, pero sin ella no podría vivir. En ella me refugio todos los días al salir del trabajo, enrollándome en su interior hasta convertirme en una mínima parte de mí mismo. Al día siguiente saco mi cabeza somnoliento y vuelvo a reptar hasta el trabajo.
Esa es mi vida de caracol, día tras día, sin más objetivo que soportar la carga de mi casa, más liviano cada año que pasa, sólo un poco menos pesada.

A veces sueño que dejo de ser caracol y me convierto en babosa, que soy libre para descubrir el mundo, para hacer lo que quiera. Sin casa que aplaste mi libertad. Luego me despierto. “Algún día”, me digo a mí mismo. “Algún día terminaré de pagar la hipoteca”.
CARLOTA PÉREZ GARCÍA
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Carlota Pérez repite experiencia porque “hay que apoyar las iniciativas corales, que tanta falta hacen en estos tiempos de supervivencia, donde el yo es más importante que el nosotros. Si fuéramos una sola célula en medio del desierto pereceríamos, pero si formamos parte de un ser humano, somos parte de un milagro; especiales, necesarios pero complementarios. Y el arte no es propiedad de cuatro elegidos, es la voz de todos y cada uno de nosotros, nos mostremos o no. Ánimo pues a los que tienen algo qué expresar porque aquí tienen su espacio”

Muchas gracias Carlota por tan bellas palabras. Tienes toda la razón, 365 días de cuentos tiene la puerta abierta a todo el mundo. No tengáis miedo, entrad en nuestro mundo de los cuentos.


Podéis leer su otro cuento si pincháis en:

21 de enero de 2011

82: "SENSACIONES"

Un cosquilleo perverso recorría poco a poco mi oreja, bajaba por la nuca y se multiplicaba por cada una de mis costillas. Un pellizco saboreaba la piel de mi espalda con contenida experiencia. Ganas reprimidas, vergüenza de última hora, actrices de un guión a medio escribir. Despacito, muy despacio se hunden las ganas entre las sábanas. No hay prisa me conoce muy bien. Somos los dos reflejos de un mismo espejo.

Mayka Varas
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“Escribo desde que tengo uso de memoria. Escribo para vivir, y quizá escribir me da la vida. Tal vez escribiendo me iré algún día de este mundo.”

20 de enero de 2011

81: "EL MAR"


El mar tiene la magia arrolladora del primer amor…ése del cual todo lo crees, todo lo esperas y todo lo soportas.
Me dejo sumergir en la incertidumbre de su inmensidad, en la fuerza incontrolable de su oleaje que no sabes bien hacia dónde te lleva, pero te dejas arrastrar por él…porque te seduce, te envuelve, te acaricia.
Como las suaves areniscas de la costa me dejo penetrar por sus aguas mansas y cristalinas, acepto que bañe mi cuerpo, que coquetee con cada centímetro de mi piel bronceada, que me transmita su majestuosa presencia en esos atardeceres silenciosos, mientras al caminar, me hundo en sus arenas calientes.
Mi vista se pierde en el horizonte…mientras te busco, mientras intento atesorar una imagen tuya, una palabra, un gesto, algo de aquello que una vez fue sólo mío…mío…
Adoro el mar y me rindo a sus pies…Le pertenezco…Me fascina, me subyuga, me hace suya sin pedírmelo y sin darle el permiso. Captura mi paz y mi agitación interior que me desborda. Frente a él me pierdo, no tengo control, soy otra…
Amo el mar que me trae con sus caracolas tus recuerdos… Amo estos atardeceres donde el sol cae y las sombras juegan escondidas…
Escribo tu nombre y dejo que una remolona ola lo borre…pero ya no duele, porque tu nombre está escrito a fuego en mi corazón.
AMORINA
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Amorina, nombre artístico de Marcela Beatriz Rodriguez, tiene el espíritu impregnado de poesía. Su vocación es la enseñanza y en su Argentina natal es profesora de educación primaria. 
Nos ha querido agradecer el haber puesto a diposición de escritores desconocidos la oportunidad de difundir aquello que les apasiona.
"Vivimos en medio de una modernidad líquida que se lo devora todo".



Podéis leer otros cuentos de Marcela pinchando en los enlaces:





19 de enero de 2011

80: "VEN CONMIGO"

Ángela conduce su auto, hoy piensa suicidarse. Son las ocho de la noche y poco le importa la oscuridad. Las luces divisan una silueta, más adelante, un bebé. Ángela tiene 39 años es una mujer separada está a punto de ser despedida del trabajo por su edad tiene 3 hijos todos grandes ya Ángela no tiene mucho dinero para vivir bien y ya no le interesa estudiar Las personas la aburren siempre lo mismo Se hartó de ver noticias la televisión le parece una bazofia. Ángela se baja del auto y recoge la criatura, le sonríe y le juega. –Ven conmigo, me has alegrado la noche-, le cuenta Ángela al pequeño ser. En la casa, le da su biberón; Ángela también toma. -¿Pobre tú, cuánto tiempo llevas en la carretera bajo la lluvia?, mereces algo mejor que éste mundo-, comenta Ángela mirando al bebé mientras ambos saborean el cianuro.
AMARILLOBLANCO
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Amarilloblanco, nos ha escrito desde Colombia y es estudiante de comunicación social-periodismo, en proceso de humanismo. Podéis pasearos por su blog http://lesrareschoses.blogspot.com/ para conocerle más de cerca.


18 de enero de 2011

79: "SARA"

Sara andaba como siempre, sola en el patio del colegio, sin amigos, sin necesidad de hablar con nadie; hasta que la voz de Ana, que era la única niña de clase que no le parecía una completa imbécil, le llamó la atención. Corrió hacia ella y cuando llegó lo primero que pudo ver fueron los ojos enrojecidos de Ana y unas pequeñas lágrimas, redonditas como ella, resbalándole mejilla abajo. No pronunció palabra pero con la mirada lo decía todo. Estaba aterrorizada por lo que pudiera pasar y le habían atado las manos a la espalda con una cuerda. Sara no pudo ver nada de todo eso hasta que fue demasiado tarde. De golpe, la atacaron por la espalda; entre dos la sujetaron y le ataron también las manos. No dijo nada, ni una sola palabra salió de su boca. Tampoco lloraba. Lo único que Ana pudo recordar más tarde, fue como su reflejo en los azules ojos de Sara, se iba diluyendo hasta que al final desapareció. Como si se lo tragara un remolino de agua, como un desagüe que acaba absorbiéndolo todo y al final no queda nada. Sus ojos, antes azules, eran ahora transparentes.
Los niños reían como autómatas, no había ni rastro de sentimiento en sus carcajadas. Mientras dos las sujetaban por detrás, un tercero empezó a quitarles la ropa de cintura para abajo. A Ana le quitaron la pequeña falda tejana y las braguitas, y fue entonces cuando arrancó a llorar. Gritaba para ser más exactos, miraba deseperada a Sara que ya tenía el vestido color granate subido. Ana, que no dejaba de llorar consiguió dejar de gritar; y fue gracias a Sara. No había abierto la boca y lo único que hacía era permanecer quieta, con la mirada fija en algún punto infinito. Con los ojos transparentes murmuraba palabras sin sentido, como un mantra sin fin, un rumor secreto e ininteligible. No pasaron más de cinco minutos hasta que la Srta. Aurora, que era la maestra de las niñas, llegó.
Al día siguiente faltaban tres niños en clase, Ana pensó que los habrían castigado, expulsado tal vez por unos días. Sólo Sara sabía la verdad: habían desaparecido para siempre y nadie podría encontrarlos, nunca.

Ainhoa Dios
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Ainhoa, nuestra supermamá tiene mucha literatura dentro y nosotros nos sentimos muy afortunados de poder compartirla con ella. Gracias Ainhoa por creer en El Cuélebre.
Podéis seguir a esta escritora catalana a través de sus blogs http://palabrasencastellano.blogspot.com y http://paraulesencatala.blogspot.com.
No dejéis de visitar sus otros cuentos en 365:

Animad a Ainhoa con vuestros comentarios a no dejar de escribir nunca.