Mientras le hacía el amor trataba de pensar en otra cosa, eso me habían recomendado en una noche de copas mis bohemios amigos. Si, mis panas, expertos trasnochadores, mujeriegos incansables; ellos que cada vez se levantan en una cama diferente, ante una cara y un culo diferentes. “Piensa en otra cosa y durarás más” malditas palabras que golpeaban mi cabeza que se angustiaba pensando en la forma de no hacer el ridículo con esta piel morena que solo intentaba satisfacer los refinados gustos y tardíos deseos de este su servidor.
He tratado de ser como ellos pero no, no puedo; soy demasiado exigente con lo que me gusta, tengo una imagen fija de la mujer perfecta, quiero que sea diez sobre diez. Sin embargo, a medida que las voy conociendo, pasan de ocho a seis, de seis a cuatro y al final termino desilusionado de todas.
No sé por qué esta vez les hice caso, quizás porque me estaba cansando de buscar y buscar el amor como una colegiala ilusionada, o tal vez porque quería, de una vez por todas, dejar de ser el muchacho zanahoria que ve a las mujeres difíciles, inalcanzables, puras, más que su propia madre.
Bueno, a decir verdad, lo de muchacho ya había pasado hace más de una década y si lo pienso bien, quizás hasta tienen razón cuando dicen que primero es un tire de calidad y después ves si su corazón está lleno de bondad.
Pasamos los preliminares sin contratiempo, serían algo más de veinte minutos, luego comenzó el jadeo. Llevábamos como cinco minutos en ello pero tanta fricción hizo que el servidor de este su servidor se pusiera dudoso ¿Me corro o no me corro? ¿Me voy o no me voy? Qué más da si en esos momentos ya no soy yo quien piensa y además todos sabemos que cuando él toma la decisión no hay quien le haga dar marcha atrás. De todas maneras sucedió el milagro, esas cuatro palabras iluminaron mi cabeza y su destello me deslumbró tanto que tuve que bajar la marcha y soltar un poco el acelerador para que la magia no se pierda en unos cuantos segundos.
Piensa en otra cosa….piensa en otra cosa……De pronto estaba contando los lunares de su cuerpo y curiosamente miré una constelación de puntos marrones que casi se perdían en su dermis cobriza, su cuerpo era como una noche clara y Orión me guiaba con su flecha hacia su túnel oscuro. ¡Qué maravilla! Una idea venía detrás de la otra.
-¿Sabías que tienes al hijo de Poseidón aquí?- Le ponía mi dedo sobre cada lunar y siempre que le tocaba le producía un cosquilleo y me lo agradecía con una sonrisa y un movimiento suave de su pelvis.
-Si- proseguía con mi relato que lo había leído en alguna parte –“Este gigante intentó poseer por la fuerza a la hija del rey de Quíos, puesto que estaba muy enamorado y no resistía vivir sin ella, pero su padre, furioso por el deshonor, le dejó ciego. Después de un tiempo recobró la vista y lejos de Mérope, su amor, se hizo cazador; sin embrago, Ártemis, la diosa griega de la caza, para quien trabajaba en Creta, no resistió el enorme afecto que Orión comenzaba a sentir por Aurora, la diosa del amanecer, y lo mató, lo llevó al cielo y lo dejó allí, con su arco y su flecha, como una constelación”. Tienes toda una historia de dioses griegos en tu vientre. Aquí está su arco- y la besaba –este es su talón- y la volvía a besar –esta es su flecha- un beso más –pero……….un momento, te sobra una estrella, digo un lunar, para que sea perfecta; el cinturón de Orión tiene tres estrellas perfectamente alineadas, si, las tres Marías, pero tú tienes cuatro-
A pesar de que su constelación no era una réplica de la que sale cada noche, la seguí besando, después de todo a quien podía importarle eso en esos momentos. Ni él ni yo habíamos reparado en el tiempo y juntos, los tres: ella, mi servidor y por su puesto yo, llegamos a experimentar esa explosión casi tan perfecta y extasiante, inolvidable, irrepetible, casi tan buena como mi primera paja en mis años de adolescencia. ¡Ah! Bendita eyaculación tardía.
Cada vez me convertía en un aficionado, en un vicioso, si cabe el término, de la Astronomía, como no serlo con ese universo que no escondía nada; mis ojos eran enormes telescopios ansiosos y obsesionados por seguir descubriendo nuevas constelaciones, otras galaxias. En su brazo tenía la Osa Mayor, en su pecho la constelación de Libra, como mi signo, en su espalda la de Tauro, en uno de sus muslos la de Escorpio, pero era Orión la que me impulsaba a descubrir toda la vía láctea.
Después de todo tuvieron razón y no eran tan fanfarrones mis amigos. Nos pasábamos horas enteras entregados al placer, al goce que los dioses griegos nos permitían siendo, sin ellos quererlo, parte de mis inventos para “pensar en otra cosa”. Ella tampoco lo sabía, ni se imaginaba por qué le susurraba al oído tanta mitología.
-Dicen que quien tiene en su cuerpo una constelación de lunares semejante a las que hay en el cielo, tiene que buscar su par en la tierra y esta persona será con quien pase el resto de su vida amándose por siempre- ……..Amándose por siempre, no creía que tanta cursilería funcionaría, lo que realmente quería es que se diera cuenta que era su turno, deseaba que me toque despacio, que recorra mi cuerpo con sus dedos y sus labios, que humedezca con su lengua mis lomas, mis hendiduras, mis poros; que me examine por entre mis bellos y que encuentre alguna que otra cosa, aún cuando sea un grano, una espinilla y teniendo suerte, una estrella.
Y es que en medio de mi fantasía había algo de verdad, podía ser una simple coincidencia pero yo si tenía todos los lunares perfectamente distribuidos en mi abdomen, como si la propia Ártemis los hubiese esparcido para vengarse nuevamente de Orión, porque la mía era la constelación perfecta. Para que el juego funcione debía dejarla pensar que fue ella quien la encontró, aunque yo la tengo ubicada desde que era un niño. Parecía como Colón, inocente, descubriendo algo que siempre estuvo ahí.
Eran curiosos y muy divinos nuestros preliminares antes de lanzarnos por completo al éxtasis incontrolable de la pasión; pasábamos eternidades besándonos, acariciándonos, diciéndonos cosas, produciéndonos deliciosos espasmos y buscándonos lunares; parecíamos dos chiquillos dejándose llevar por sus ansias lúdicas de amar.
Y es que no sabía en realidad si estaba enamorado, lo cierto es que nada más al verla me excitaba y veía las estrellas; ella para mí era la explicación y la representación plena de la palabra sexo.
No cabe duda que la mujer es un ser de otro planeta; mientras más lascivos eran mis pensamientos, porque tengo que aceptar que ya no me reconocía, no era el mismo, mi ingenuidad se había ido para siempre, en ella se incrementaban los sentimientos. Cuando terminaba la jornada yo solo pensaba en fumar pero ella se acomodaba en mi pecho y sin dejarme de abrazar se ahogaba entre suspiros que no podía controlar.
Desde luego yo me imaginaba que ella pensaba igual, que solamente estamos el uno con el otro porque nos entendemos bien en la cama, porque somos dos adultos que quieren encontrar placer en un sexo sin pudores, es que a ratos me hacía sentir como una máquina de placer y yo igual la consideraba a ella; además, si la conocí en esa discoteca no fue por casualidad, me daba la impresión de que era una mujer de ambiente que sin duda debió haber estado con muchos antes de mí, era obvio que tanta experiencia uno la adquiere con la práctica y no cabe duda de que ella tenía un masterado y un PHD en erotismo.
Ahora que lo pienso, veo que mi ingenuidad me sigue de cerca, que no se ha ido y que sigo sin entender a las mujeres. Pero no es por ello que me desespero, tampoco es porque ya no tendré sexo como un adolescente ávido de sensaciones excitantes, ni porque desaparecerá todo el universo de su cuerpo; no estoy desesperado porque a ella parecían faltarle solo unas milésimas para ser la chica diez, peor aún porque me han dicho que puede ser un mes, un día, una hora o quizás unos minutos que estará entre nosotros y que ciertamente soy yo el culpable por ignorar su inocencia, su amor y su fe ciega en mi, a tal punto de creer todas mis tonterías.
No estoy desesperado ni molesto porque se metió en el cuento que yo le narraba y como una princesa presa de un conjuro, tomó una navaja oxidada y se arrancó el lunar que le sobraba para que fuéramos los dos iguales, los dos de Orión. No entiendo como suturó ella sola su herida, debió haber perdido mucha sangre, al menos si hubiese podido verla en esos días pero ya no llegaba a nuestras citas.
Cuando por fin la vi pude enterarme de lo sucedido mas los doctores dijeron que habíamos acudido demasiado tarde. Tiene cáncer y no hay remedio.
Y no estoy desesperado, ni siquiera por ello, ni siquiera porque Ártemis se está vengado otra vez y está a punto de confinar a Orión al infinito en el cuerpo de otra diosa……. ¿Cómo habría de llamarte? ¿Cómo habría de buscarte o de invocarte?....... No estoy desesperado porque estarás en una dimensión impenetrable y ya no podré tocarte y no seré yo el único que te miré, todos lo harán tan solo con levantar la cabeza a la bóveda celeste pero nadie sabrá que eres tú quien está allí confundida entre tantas estrellas. No, no estoy desesperado por eso, me cabrea sí, pero mi desesperación se vuelve incontrolable porque solo hasta hoy me doy cuenta que TE AMO.
JUAN CARLOS CADENA LÓPEZ
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“Nací en Atuntaqui el 25 de septiembre de 1970, resido en la ciudad de Ibarra en Ecuador. Licenciado en Contabilidad Superior y Auditoría, actualmente desempeño las funciones de Técnico Senior en Microcrédito en una Institución financiera. En el campo artístico, soy director de Ñaupaj Danza, agrupación dancística domiciliada en San Antonio de Ibarra (si gustan pueden observar una parte de mi trabajo dancístico haciendo clic en el siguiente enlace:
He sido autor de obras de teatro, ensayos y poemas que se han publicado en diferentes periódicos de la ciudad y en una revista institucional. He sido objeto de reconocimientos por mis obras: Primer puesto en el concurso de poesía inédita en la Universidad Técnica del Norte, mención de honor en concurso de cuento organizado por el Municipio de Ibarra, algunos de mis poemas se han publicado en la “Antología de los Nuevos Escritores Latinoamericanos 2003” Editada por “Editorial Nuevo Ser” de Buenos Aires Argentina, seleccionados por concurso a nivel internacional sobre más de 1600 escritores de habla hispana.
Me pueden visitar en http://escritoresypoetas.ning.com/profile/JuanCarlosCadenaLopez”
Qué bellísimo relato hombre!!!! Me encantó...por momentos me perdí en tus constelaciones. Te felicito! :) Marcela de Buenos Aires.
ResponderEliminarMe gustó su cuento y sobre todo me encanta su amor al arte, apenas me entero que tiene otros talentos además del de la danza. Un abrazo y felicitaciones.
ResponderEliminarSin palabras, la verdad me gusto mucho, sabia que escribias, pero esta es la primera vez que leo algo tuyo y me encanto, espero continues haciendo siempre lo que tanto te gusta. Felicitaciones
ResponderEliminarMe paarece una narración excelente ya que converje la ficción con la realidad.. debió haber sido un momento de alta concentración e inspiración un 10 mi bro te felicito
ResponderEliminarTe felicito amigo escribes muy bien. Sigue adelante te espera un gran éxito.
ResponderEliminarTaty