Hemos de agradecer las aportaciones de tanta gente maravillosa en este proyecto que, como habéis podido comprobar, hemos tenido que posponer.
Para todos aquellos que se han preocupado deciros que ha sido por motivos de salud. Esperamos que no sea por mucho tiempo y podamos volver a reencontrarnos pronto. Muy pronto si me permitís añadir.
Aún así no ha estado mal. Al final han sido 135 días de cuentos, aunque podían ser muchos más ya que muchos de vosotros seguís enviando vuestro talento y vuestro arte.
Me quito el sombrero ante vosotros.
2 de abril de 2011
15 de marzo de 2011
135: “NIEVA SOBRE JAPÓN”
Yuki tenía 4 años y miraba desde la azotea cómo el agua cubría las calles. Minutos antes la tierra se había movido y su padre le había cogido en volandas y se lo había llevado lejos de su cuarto. Allí sus juguetes habían empezado a jugar solos tirándose de las estanterías y dando piruetas por el suelo.
Aunque era muy pequeño y todo le parecía muy divertido, Yuki supo al instante que algo no iba bien. Igual había sido la expresión de terror de su madre, o los gritos de la gente que se encontraban. Parecía que ellos no se lo estaban pasando bien.
Casi por instinto dejó de sonreír. Sacó un caramelo de su bolsillo y lo desenvolvió con cuidado sin saber qué hacer con el envoltorio. A pesar de la multitud que se agolpaba en la azotea el silencio que les rodeaba era sobrecogedor. Con sus manitas, intentando no hacer ruido, se metió el caramelo en la boca. Fresa, su preferido.
De repente, muy lentamente Yuki vio caer un enorme copo de nieve. Luego otro, y luego otro más. El niño miró a sus padres contento de nuevo. La gente había comenzado a exclamar asombrados. Yuki les imitó extendiendo sus manos para atrapar algún que otro copo de nieve. En muy poco tiempo, todo se cubrió de una banquecina capa que no se derretía.
El niño loco de contento comenzó a hacer bolitas y a amontonarlas intentando formar la figura de un muñeco de nieve.
La gente a su alrededor se miraba extrañada.
El helicóptero de rescate llegó por fin hasta aquella azotea tras duras horas de salvamento en otros tantos techumbres que seguían en pié. Los salvadores no dudaron en meter a Yuki en el vehículo, al igual que a los otros niños que se encontraban allí. Luego volverían a por los adultos.
Los niños parecían cansados. Estaban pálidos y ojerosos. Yuki sangraba por un oído. Los hombres de uniforme le miraron con muchísima pena. Sabían que Yuki no tardaría en morir. Ya habían visto otros casos muy parecidos al suyo.
Uno de los técnicos le aplicó un aparato que chilló rápidamente en cuanto lo acercaron al cuerpo del niño.
El hombre movió el cabeza consternado.
-Hemos llegado tarde, la ceniza radiactiva le ha contaminado irreparablemente.
ROSI BERENGUER
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“Me horroriza lo que veo en las noticias. Aunque nos den pautas tranquilizadoras no me fío. Sin llegar a ser extremista pienso que estamos en manos de los que nos van a llevar a un destino algo catastrófico. No creo que seamos una raza que se adelante a los acontecimientos, sólo aprendemos a bases de errores. Y algún día esos errores nos llevarán a la autodestrucción. Y eso que nos creemos la raza superior, la inteligente.
Espero que la literatura también sirva para concienciar a la gente y hacerla más libre.”
14 de marzo de 2011
134: "ESTACIÓN PRIMERA A LA LOCURA"
Estación primera a la locura
¡Es que no fue mi culpa!, le sigo gritando. El me mira con sus negros ojos llenos de rabia y dolor, no necesitan voz para decirme: - Deje de ser cínica. Con sutileza me contesta: -él no le hizo nada.
El cuarto era oscuro, el piso de madera con olor a humedad, a hongo y a todo lo desagradable que se puede olfatear en un cuarto oscuro con el piso de madera que rechina con olor a humedad. Las paredes azotadas por el desgaste del tiempo no tenían un color exacto, a veces blanco, otro abano o negro o rasgado.
¡¡Es que no fue mi culpa!! Vuelvo y grito. Porque sé que se está colmando su paciencia y en algún momento terminará por preguntarme, furiosos, al borde de la locura: - ¿por qué no fue su culpa?...
Pero no. Seguía frente a mi parado, tocando desesperado su cabeza, tratando de arrancar la poca cabellera que le quedaba.
Su mirada iba al techo. Un techo un poco deteriorado, que de vez en cuando emitía un ruido, dando la impresión de que se iba a caer.
Se me soltó una carcajada. Su mirada inmediatamente buscó mis ojos. Apretó los dientes, y dio un gran suspiro. Yo podía escuchar el palpitar de su órgano cardíaco.
Lo seguía mirando, con una sonrisa de satisfacción en mi cara. Pensé que había llegado el momento. Pero no fue así. Solo dijo con una voz ronca, destrozada y bajita: - ¿Por qué?
Debo confesar que la verdad me enfurecía su paciencia, pero a la vez enervaba. Nunca antes alguien se había contenido ante mí de esa manera.
Lo miraba fijamente. Sus ojos me intimidaban. Mi sonrisa se fue perdiendo sin aviso. Mis manos sudaban, mientras las frotaba disimuladamente contra mis piernas. Empezaba a sentir que ahora los papeles habían cambiado, y que él estaba ganando. Pero más me preocupaba, que él se estaba enterando también.
Él seguía con las manos en la cabeza. Estaba ansioso pues sus piernas no dejaban de moverse, una y otra, y otra vez. Trinchaba los dientes. Yo sabía que estaba condenado de la ira, pero sus atemorizantes ojos no dejaban de mirar los míos.
Sentí algo realmente desagradable. Tenía un inmenso taco en la garganta que no me dejaba pronunciar palabra, y poco me dejaba respirar. Me dolía el estómago. Un vértigo impresionante, incontrolable, se apoderaba poco a poco mi cuerpo. Sentía como el sudor bajaba por mi frente, como mi corazón latía cada vez más y más rápido. Tuve una inmensa necesidad de salir de allí. Olía a algo fétido, y escuchaba un desagradable pitido que aturdía mis oídos.
El seguía parado, con sus manos en la cabeza, ansioso, trinchando los dientes. Yo seguía parada, con las manos sudorosas, el sudor en la frente, el nudo en la garganta, el corazón palpitando rápidamente, los inevitables deseos de salir.
Pero ninguno quitaba la mirada del otro. Quería reírme pero no podía. Fue cuando comprendí, que, tenía miedo...
Cerré, mis ojos, me mordí un labio y volví a repetir: es que no fue mi culpa! esta vez muy suavemente. Cuando abrí mis párpados, él se llevó lentamente las manos a la boca. Se arranco ferozmente una uña. Cayó bruscamente al suelo de rodillas, y empezó a gritar, mientras golpeaba con sus puños el piso. Estaba loco. Yo había logrado lo que quería. Pero tenía miedo. Quería que alguien me sacara de ahí. Quería nunca haber llegado a ese desagradable lugar. Volví a cerrar mis ojos lo más fuerte que pude. Deseaba que se callara. Necesitaba que se callara.
Con las manos apreté fuerte mis oídos. Volví a morder mi labio inferior. Mis pies no paraban de temblar. Solo había algo más fuerte que sus gritos en la habitación. Mi corazón.
Hubo un silencio inmenso. Por fin se había callado. Mi corazón empezaba a tranquilizarse. Pasaron unos minutos antes de bajar las manos. Pasaron otros mientras abría mis ojos, y cuando lo hice, ya no había nadie en el piso.
No había nadie frente a mí. Ni a los lados. Mi corazón volvió a latir tan rápido. Esa molesta sensación de miedo apareció otra vez. Hasta que escuche el chillido de la puerta que estaba tras de mí. Giré muy lentamente y el estaba ahí parado. Riéndose de mí. Mientras me decía con una satisfacción infinita:- ¡juego terminado!
El había ganado. Dio un fuerte portazo, mientras yo caía de rodillas al piso. Un quejido. Una lágrima y frente a mí, el cuerpo aquel....
Laura Moreno Echeverry
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De Laura sólo conocemos que es de Colombia que su escritura es inquietante. A ver si tenemos suerte y se anima a enviarnos una breve biografía con la que podamos conocerla mejor.
13 de marzo de 2011
133: "TODO SE ACABA CONTIGO"
Las olas rompían con fuerza contra las rocas del acantilado. Una tras otra se sucedían con cadente monotonía.
Elisa sentía el viento mover sus cabellos. Los alborotaba con desorden, sin ningún tipo de cuidado. Una lágrima se resistía a salir de los ojos, pero sabía que tarde o temprano conseguiría suicidarse. Se uniría al mar y formaría parte de su espuma.
“¿Por qué estás tan triste, niña?” parecía querer preguntar con su murmullo el océano.
-Si yo te contara…
Elisa tenía 15 años y se sentía vieja. Vieja por dentro y vieja por fuera. Tan abrumadoramente infeliz. Sacó la fotografía de un chico risueño y la miró por última vez antes de romperla en mil pedazos y lanzarla al viento. Ahora sí que ya no le quedaba nada de él. Sólo el recuerdo, apenas un cosquilleo fugaz en los labios y un vacío exasperante en el corazón.
Elisa comenzó a quitarse la ropa, muy lentamente, como en un ritual. Su mirada se mezclaba con el horizonte. Hacía mucho frío, pero no le importaba. Enseguida el vello comenzó a erizarse y su piel a amoratarse.
Metió un pié en el agua. Un latigazo fulminante le recorrió el cuerpo. Estaba realmente congelada en esa parte del mundo. Luego metió el otro pié.
Sofía caminó sin pausa hacia delante. Sin mirar atrás, sin sentir remordimientos ni culpa. El agua fue ascendiendo poco a poco por su cuerpo.
No tardaría en reunirse con su chico, aquel sin el que ya no podía vivir.
LAURA FERNÁNDEZ PÉREZ
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El amor adolescente es, quizá el más pasional de todos, y de eso sabe mucho Laura. Nos ha enviado este texto desde Cádiz porque nos ha dicho que escribir la “libera de su tristeza y evita que me pierda entre mi propia locura”.
Ánimo Laura, todo en este mundo se cura, sólo hay que darle tiempo al tiempo.
12 de marzo de 2011
132: "ENGANCHADO"
No podía dejar de apretar aquellos malditos botones. Desde el principio me había enganchado. Como la mayoría del mundo no podía dejar de pensar en ella. Era el mejor de mis sueños y la peor de mis pesadillas pero al fin y al cabo ya no había marcha atrás.
¡Bienvenida maquinita del tetris!
Fernando Navarro Oz
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“Me apasiona la lectura y siempre me ha apasionado escribir, aunque hasta hace solo un añito no me he atrevido a escribir.” Licenciado en Filología Inglesa, este joven cántabro nos deja este pequeño relato que esperemos que no sea el último.
11 de marzo de 2011
131: "ZOMBIES"
Aquel hombre tenía la mirada ida y se acercaba a mí con pasos tambaleantes. No quedaba más remedio que correr. Como si eso fuera a salvarme. Ya no tenía escapatoria hacia ningún lugar de la Tierra porque estaba entera infestada. Pero yo corrí igual. Llámalo instinto de supervivencia, aunque fuera un esfuerzo absurdo, llámalo estupidez humana. Da igual. El caso es que corrí a grandes zancadas sin saber muy bien hacia dónde. Atravesé la puerta de un supermercado. Sus cristales estaban hechos añicos. Quizá agazapado en cualquier rincón tendría posibilidades de sobrevivir. Pasaría desapercibido alimentándome de los restos comestibles de la tienda. Por fortuna no había ni rastro de ningún zombie por entre los pasillos. Encontré un cuarto vacío y me encerré en él. Con un poco de suerte el hombre que me seguía no me encontraría allí. La luz se apagó y de repente comencé a sentir un frío mortal.
Dos días más tarde en todos los periódicos del país se podía leer en primera plana:
“Los disturbios causados por la revuelta de desempleados provocan la primera víctima mortal”
DIEGO P. VELÁZQUEZ
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"Vivo en Madrid capital y me gusta escribir para denunciar situaciones de la vida actual. Tengo varios relatos sobre reciclaje de basuras, el hambre de los niños del tercer mundo o la crisis económica mundial entre otros.
Si les gusta este relato enviaré otros más de mi colección."
9 de marzo de 2011
129: "AL OTRO LADO DE LA PUERTA"
Ojeaba una revista con rapidez. Sólo le daba tiempo a ver de reojo las fotos. Casi todo era publicidad. Le aburría terriblemente. Bostezó. Miró el reloj. Luego lo volvió a mirar una vez más convencida de que se le habían parado las manillas. No, el segundero seguía con su cadente tic tac.
No estaba nerviosa y sin embargo debería estarlo. Tras aquella puerta se encontraba la respuesta que podría cambiar el resto de su vida. El reloj continuaba imparable, lento pero imparable. Tic, tac, tic, tac.
-¿Señorita, Sánchez?
Se puso de pié como un resorte.
-Ya puede usted pasar.
El reloj pareció pararse. Dejó de oír sus pasos. Aunque quizá lo que se había detenido era su corazón. Tras aquella puerta se decidía su destino, y ahora sí que estaba nerviosa. Un tembleque le llegó a las piernas. Si no las controlaba se iría directa al suelo.
Puso la mano en el pomo de la puerta. En el letrero pudo leer una vez más:
Dr. Echevarne
Oncólogo
EVA SÁNCHEZ
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“Tal y como he descrito en muchas ocasiones, cualquier forma de expresión es válida para liberar un yo encerrado en protocolos. La mía es la escritura. Aquí vierto todos mis miedos, mis preocupaciones, pero también mis anhelos y mis sueños. Escribir es, en definitiva, la manera con la que libero mi alma.”
8 de marzo de 2011
128: "COMO AVES MIGRATORIOS"
Cuando tus caricias dejen de calentar mi piel sabré que es hora de retirarse. Como aquella golondrina que sabe que llega el invierno y emigra a tierras más cálidas. Ahora saben a fuego, a pasión, a ceniza y azufre, pero pronto no dejarán más que un rastro de babas pringosas, hielo y desierto.
Antes de que eso ocurra yo estaré en el trópico de nuevo, disfrutando de un nuevo amanecer, disfrutando de una piel que no será la tuya.
Y así sobreviviré una y otra vez, a salvo de cualquier desamor, a salvo del matrimonio, a salvo de ti. Una vez más y para siempre.
LUCÍA MARTÍNEZ ALONSO
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“Soy una estudiante de 19 años de Valencia a la que le gusta mucho leer y escribir. Tengo escritos varios cuentos y dos novelas y aspiro a que algún director de cine, aunque sea novel, quiera hacer una película de alguna de ellas. Sería genial ver plasmadas en imágenes lo que entre desvelos salió de mi pluma.”
7 de marzo de 2011
127: "DE CONSTELACIONES"
Mientras le hacía el amor trataba de pensar en otra cosa, eso me habían recomendado en una noche de copas mis bohemios amigos. Si, mis panas, expertos trasnochadores, mujeriegos incansables; ellos que cada vez se levantan en una cama diferente, ante una cara y un culo diferentes. “Piensa en otra cosa y durarás más” malditas palabras que golpeaban mi cabeza que se angustiaba pensando en la forma de no hacer el ridículo con esta piel morena que solo intentaba satisfacer los refinados gustos y tardíos deseos de este su servidor.
He tratado de ser como ellos pero no, no puedo; soy demasiado exigente con lo que me gusta, tengo una imagen fija de la mujer perfecta, quiero que sea diez sobre diez. Sin embargo, a medida que las voy conociendo, pasan de ocho a seis, de seis a cuatro y al final termino desilusionado de todas.
No sé por qué esta vez les hice caso, quizás porque me estaba cansando de buscar y buscar el amor como una colegiala ilusionada, o tal vez porque quería, de una vez por todas, dejar de ser el muchacho zanahoria que ve a las mujeres difíciles, inalcanzables, puras, más que su propia madre.
Bueno, a decir verdad, lo de muchacho ya había pasado hace más de una década y si lo pienso bien, quizás hasta tienen razón cuando dicen que primero es un tire de calidad y después ves si su corazón está lleno de bondad.
Pasamos los preliminares sin contratiempo, serían algo más de veinte minutos, luego comenzó el jadeo. Llevábamos como cinco minutos en ello pero tanta fricción hizo que el servidor de este su servidor se pusiera dudoso ¿Me corro o no me corro? ¿Me voy o no me voy? Qué más da si en esos momentos ya no soy yo quien piensa y además todos sabemos que cuando él toma la decisión no hay quien le haga dar marcha atrás. De todas maneras sucedió el milagro, esas cuatro palabras iluminaron mi cabeza y su destello me deslumbró tanto que tuve que bajar la marcha y soltar un poco el acelerador para que la magia no se pierda en unos cuantos segundos.
Piensa en otra cosa….piensa en otra cosa……De pronto estaba contando los lunares de su cuerpo y curiosamente miré una constelación de puntos marrones que casi se perdían en su dermis cobriza, su cuerpo era como una noche clara y Orión me guiaba con su flecha hacia su túnel oscuro. ¡Qué maravilla! Una idea venía detrás de la otra.
-¿Sabías que tienes al hijo de Poseidón aquí?- Le ponía mi dedo sobre cada lunar y siempre que le tocaba le producía un cosquilleo y me lo agradecía con una sonrisa y un movimiento suave de su pelvis.
-Si- proseguía con mi relato que lo había leído en alguna parte –“Este gigante intentó poseer por la fuerza a la hija del rey de Quíos, puesto que estaba muy enamorado y no resistía vivir sin ella, pero su padre, furioso por el deshonor, le dejó ciego. Después de un tiempo recobró la vista y lejos de Mérope, su amor, se hizo cazador; sin embrago, Ártemis, la diosa griega de la caza, para quien trabajaba en Creta, no resistió el enorme afecto que Orión comenzaba a sentir por Aurora, la diosa del amanecer, y lo mató, lo llevó al cielo y lo dejó allí, con su arco y su flecha, como una constelación”. Tienes toda una historia de dioses griegos en tu vientre. Aquí está su arco- y la besaba –este es su talón- y la volvía a besar –esta es su flecha- un beso más –pero……….un momento, te sobra una estrella, digo un lunar, para que sea perfecta; el cinturón de Orión tiene tres estrellas perfectamente alineadas, si, las tres Marías, pero tú tienes cuatro-
A pesar de que su constelación no era una réplica de la que sale cada noche, la seguí besando, después de todo a quien podía importarle eso en esos momentos. Ni él ni yo habíamos reparado en el tiempo y juntos, los tres: ella, mi servidor y por su puesto yo, llegamos a experimentar esa explosión casi tan perfecta y extasiante, inolvidable, irrepetible, casi tan buena como mi primera paja en mis años de adolescencia. ¡Ah! Bendita eyaculación tardía.
Cada vez me convertía en un aficionado, en un vicioso, si cabe el término, de la Astronomía, como no serlo con ese universo que no escondía nada; mis ojos eran enormes telescopios ansiosos y obsesionados por seguir descubriendo nuevas constelaciones, otras galaxias. En su brazo tenía la Osa Mayor, en su pecho la constelación de Libra, como mi signo, en su espalda la de Tauro, en uno de sus muslos la de Escorpio, pero era Orión la que me impulsaba a descubrir toda la vía láctea.
Después de todo tuvieron razón y no eran tan fanfarrones mis amigos. Nos pasábamos horas enteras entregados al placer, al goce que los dioses griegos nos permitían siendo, sin ellos quererlo, parte de mis inventos para “pensar en otra cosa”. Ella tampoco lo sabía, ni se imaginaba por qué le susurraba al oído tanta mitología.
-Dicen que quien tiene en su cuerpo una constelación de lunares semejante a las que hay en el cielo, tiene que buscar su par en la tierra y esta persona será con quien pase el resto de su vida amándose por siempre- ……..Amándose por siempre, no creía que tanta cursilería funcionaría, lo que realmente quería es que se diera cuenta que era su turno, deseaba que me toque despacio, que recorra mi cuerpo con sus dedos y sus labios, que humedezca con su lengua mis lomas, mis hendiduras, mis poros; que me examine por entre mis bellos y que encuentre alguna que otra cosa, aún cuando sea un grano, una espinilla y teniendo suerte, una estrella.
Y es que en medio de mi fantasía había algo de verdad, podía ser una simple coincidencia pero yo si tenía todos los lunares perfectamente distribuidos en mi abdomen, como si la propia Ártemis los hubiese esparcido para vengarse nuevamente de Orión, porque la mía era la constelación perfecta. Para que el juego funcione debía dejarla pensar que fue ella quien la encontró, aunque yo la tengo ubicada desde que era un niño. Parecía como Colón, inocente, descubriendo algo que siempre estuvo ahí.
Eran curiosos y muy divinos nuestros preliminares antes de lanzarnos por completo al éxtasis incontrolable de la pasión; pasábamos eternidades besándonos, acariciándonos, diciéndonos cosas, produciéndonos deliciosos espasmos y buscándonos lunares; parecíamos dos chiquillos dejándose llevar por sus ansias lúdicas de amar.
Y es que no sabía en realidad si estaba enamorado, lo cierto es que nada más al verla me excitaba y veía las estrellas; ella para mí era la explicación y la representación plena de la palabra sexo.
No cabe duda que la mujer es un ser de otro planeta; mientras más lascivos eran mis pensamientos, porque tengo que aceptar que ya no me reconocía, no era el mismo, mi ingenuidad se había ido para siempre, en ella se incrementaban los sentimientos. Cuando terminaba la jornada yo solo pensaba en fumar pero ella se acomodaba en mi pecho y sin dejarme de abrazar se ahogaba entre suspiros que no podía controlar.
Desde luego yo me imaginaba que ella pensaba igual, que solamente estamos el uno con el otro porque nos entendemos bien en la cama, porque somos dos adultos que quieren encontrar placer en un sexo sin pudores, es que a ratos me hacía sentir como una máquina de placer y yo igual la consideraba a ella; además, si la conocí en esa discoteca no fue por casualidad, me daba la impresión de que era una mujer de ambiente que sin duda debió haber estado con muchos antes de mí, era obvio que tanta experiencia uno la adquiere con la práctica y no cabe duda de que ella tenía un masterado y un PHD en erotismo.
Ahora que lo pienso, veo que mi ingenuidad me sigue de cerca, que no se ha ido y que sigo sin entender a las mujeres. Pero no es por ello que me desespero, tampoco es porque ya no tendré sexo como un adolescente ávido de sensaciones excitantes, ni porque desaparecerá todo el universo de su cuerpo; no estoy desesperado porque a ella parecían faltarle solo unas milésimas para ser la chica diez, peor aún porque me han dicho que puede ser un mes, un día, una hora o quizás unos minutos que estará entre nosotros y que ciertamente soy yo el culpable por ignorar su inocencia, su amor y su fe ciega en mi, a tal punto de creer todas mis tonterías.
No estoy desesperado ni molesto porque se metió en el cuento que yo le narraba y como una princesa presa de un conjuro, tomó una navaja oxidada y se arrancó el lunar que le sobraba para que fuéramos los dos iguales, los dos de Orión. No entiendo como suturó ella sola su herida, debió haber perdido mucha sangre, al menos si hubiese podido verla en esos días pero ya no llegaba a nuestras citas.
Cuando por fin la vi pude enterarme de lo sucedido mas los doctores dijeron que habíamos acudido demasiado tarde. Tiene cáncer y no hay remedio.
Y no estoy desesperado, ni siquiera por ello, ni siquiera porque Ártemis se está vengado otra vez y está a punto de confinar a Orión al infinito en el cuerpo de otra diosa……. ¿Cómo habría de llamarte? ¿Cómo habría de buscarte o de invocarte?....... No estoy desesperado porque estarás en una dimensión impenetrable y ya no podré tocarte y no seré yo el único que te miré, todos lo harán tan solo con levantar la cabeza a la bóveda celeste pero nadie sabrá que eres tú quien está allí confundida entre tantas estrellas. No, no estoy desesperado por eso, me cabrea sí, pero mi desesperación se vuelve incontrolable porque solo hasta hoy me doy cuenta que TE AMO.
JUAN CARLOS CADENA LÓPEZ
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“Nací en Atuntaqui el 25 de septiembre de 1970, resido en la ciudad de Ibarra en Ecuador. Licenciado en Contabilidad Superior y Auditoría, actualmente desempeño las funciones de Técnico Senior en Microcrédito en una Institución financiera. En el campo artístico, soy director de Ñaupaj Danza, agrupación dancística domiciliada en San Antonio de Ibarra (si gustan pueden observar una parte de mi trabajo dancístico haciendo clic en el siguiente enlace:
He sido autor de obras de teatro, ensayos y poemas que se han publicado en diferentes periódicos de la ciudad y en una revista institucional. He sido objeto de reconocimientos por mis obras: Primer puesto en el concurso de poesía inédita en la Universidad Técnica del Norte, mención de honor en concurso de cuento organizado por el Municipio de Ibarra, algunos de mis poemas se han publicado en la “Antología de los Nuevos Escritores Latinoamericanos 2003” Editada por “Editorial Nuevo Ser” de Buenos Aires Argentina, seleccionados por concurso a nivel internacional sobre más de 1600 escritores de habla hispana.
Me pueden visitar en http://escritoresypoetas.ning.com/profile/JuanCarlosCadenaLopez”
6 de marzo de 2011
126: "EL ROMPECABEZAS"
El puzzle no encajaba. Le faltaba una pieza y no la encontraba. Con sus deditos regordetes hacía y deshacía el dibujo que se formaba sobre la mesa. Pero en el centro una cara no se terminaba de ver.
- ¿Te falta esto?
Papá tenía en la mano la pieza que faltaba.
El niño la cogió de un salto y se abalanzó sobre el puzzle para terminarlo.
- ¿Dónde estaba?
- Debajo del sofá, hijo.
PENÉLOPE SÁNCHEZ
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“Tal vez escribir es una forma de expresar sentimientos de una manera fácil e íntima. Por eso me gusta y por eso no lo dejaré nunca de hacer.”
5 de marzo de 2011
125: "INJUKN"
Pronto saldría el sol. Sabía que me quedaba poco tiempo, así que tendría que aprovechar hasta el último segundo. Me sentía con fuerza. Tenía que sobresalir por encima de todas. Era mi oportunidad, así que no la dejaría escapar. Me centré y con todas mis fuerzas por fin logré brillar por encima de las demás. Él se fijó en mí. Me estuvo estudiando durante varios días, semanas, creo que incluso meses. Al final, logró darse a conocer, pero sobre todo, logró que se me conociera a nivel mundial, pasándome a llamar Injukn, la estrella que sólo brilla cada dos días.
Jesús Nicieza Hijosa
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Natural de Huesca, aficionado a la Astrología pero sobre todo, apasionado de la literatura, Jesús no deja este precioso relato.
4 de marzo de 2011
124: "AUREA"
Mañana saldré a visitar campos oblicuos,
entre mentas y moras clavaré mis ojos.
Arrodillaré mis muslos junto a los tuyos,
acurrucaré mis brazos sobre tus hombros.
El viento suave perfumará nuestros labios,
que se unirán inquietos en un beso interminable.
Nuestras lenguas jugarán a pelearse,
y no tendremos tiempo para nada más
Tu cabello negro baila sobre tus mejillas,
tus manos acarician la hierba fresca.
Sobre mi frente se tiñen los deseos,
quiero hacerte mía, ahora y para siempre.
El sol refleja nuestros cuerpos,
que se funden en el suelo.
Sudan y gritan los avatares del placer,
se estremecen ya sin aliento.
El adiós es impertinente.
Tu mano ya palidece.
El cuerpo se torna frío y desconsolado,
cierras los ojos y me despides en silencio.
La desesperada voz se dejaba oír a lo lejos…
La tenue luz que se reflejaba en el mármol, iluminaba sus ojos negros. Sus pestañas se traslucían frágiles entre las facciones de su hermosa cara, y parecían así pasar desapercibidas al ojo más mundano y abyecto.
Era perfecta y hermosa. Pero de sublime maldad se alimentaba su inhumano corazón.
Prodigiosas melodías susurraba a los oídos de sus indefensas victimas, almas éstas carcomidas por antiguos deseos. Su cuerpo codiciado y anhelado era, en silencio y en extremo, por estúpidos inconcientes que fenecían al menor intento de poseerlo.
Enjugó las lágrimas de soledad que sus tristes y delicados ojos dejaron caer sobre su lecho.
La palidez de su rostro era el reflejo de su turbio aliento. Caminó de prisa, llegó hasta la ventana y se perdió en la noche oscura, cuando aún resplandecía hacia el este, un disco blanco sobre el horizonte. Aquel que la llamaba sería rescatado, iba en su búsqueda rápido, al mismo tiempo sin premura, pero con pies firmes y obsecuentes.
Entró por la ventana. Al pie de la cama del infeliz se paró a contemplarlo con un aire altivo y armonioso, que el tiempo paralizaba en el más profundo de los abismos.
Él extendió sus brazos al verla. Ella mudó levemente su rostro con una sonrisa lívida que hacia graves y al mismo tiempo hermosos sus gestos.
Se puso a la diestra de aquel que la llamaba impaciente, y que ahogaba la garganta con la carraspera horripilante que precede esos funestos momentos. Su preciosa boca seguía sonriendo, su lacio pelo negro ahora acariciaba los parpados del infeliz que yacía inquieto.
Le susurró las atractivas palabras al oído y, entonces los ojos de aquel se abrieron como platos. Sus sublimes y dulces labios besaron la boca del desgraciado y se llevaron su último aliento.
La noche oscura te da refugio,
las almas inocentes duermen al amparo.
Tu alma inquieta se sofoca a cada paso,
ya no conoces nada, solo el dulce sabor…
Te elevas hasta el cielo,
tu mirada te lleva
Allí es tu lugar, pero
Vuelves a caer pesadamente.
Traspasas los umbrales.
En lo más profundo no hallas morada
Entonces te elevas nuevamente…
Sorprendida.
Ya es la hora fuerte,
la que desata la furia.
Allí se mojan los cabellos
de quienes pelearon en otro tiempo
Basta.
Turbación de necios es
cuando no se halla la salida,
Más tú la encuentras.
Revuelves nuevamente,
el resplandor aviva a los más incrédulos.
Los juntas y los mitigas,
ya no habrá más lamentos.
MARTÍN RAMOS
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Este profesor de lengua y literatura argentino tiene 37 años y un montón de títulos escritos (Analogía, Alrededor de ti, Encuentro, El beso esperado, El misterio de la vieja casona, Todo se reduce a la nada, Amigos del alma, La torre de Babel, Antíope –la verdad-, El final, Quién dijo que la cosa sería fácil, Crónica de una imaginación –Recabarren-, La salvación, Antíope, El baño de la oficina, Giro alrededor de ti, Herejía, Palabras perdidas, La divina compañía, Un día más, El bar de la avenida Rivadavia…).
“Actualmente me encuentro escribiendo una novela policial, pero me considero un cuentista, y de hecho, dentro del género narrativo es lo que más atrae mi atención.”
Para leer otros cuentos de Marín Ramos en 365 no dudes en pinchar en los enlaces:
3 de marzo de 2011
123: "TE QUIERO IGUAL"
Aquella viuda acudía a todos los velatorios. Entre las ropas de los difuntos escondía una margarita. Regalos para su amado en el cielo.
CARLOS
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"Saltando de blog en blog he encontrado vuestra iniciativa y me ha parecido muy interesante. Así que me he decidido a mandaros mi propuesta. Aunque siempre ha sido como un sueño de fondo, escribo desde hace relativamente poco, a veces con una ilusión enorme, a veces con la certeza de mi falta de talento o de tenacidad para llegar a ser un escritor.”
2 de marzo de 2011
122: "ERASE UNA VEZ..."
Aquella era una princesa de cuento. Era dulce y delicada, cantaba como los ángeles y todos los animales la adoraban. Vivía en una torre de piedra encerrada por una bruja malvada que más que odiarla la envidiaba terriblemente. Pero ella era una princesa de cuento y sabía que un príncipe azul la liberaría de su maldición.
Mientras esperaba, la princesa tejía con sus manos un largo tapiz con el que intentaba simbolizar sus largas jornadas a solas. Mezclaba con armonía los rojos y los ocres, los azules y los marrones. Y formaba sin saberlo un dibujo que sólo los ojos más expertos podrían descifrar.
La princesa fue desgastando poco a poco cada bobina de hilo mientras se desgastaba sin saberlo su vida. Pero aquella era una princesa de cuento y sabía que un príncipe azul algún día la rescataría.
Una mañana que tardaba en amanecer, la princesa fue a echar mano de su tapiz y se dio cuenta de que ya no tenía más hilo. Había terminado su interminable obra de arte. Se alejó unos metros y lo contempló extasiada. En él pudo ver claramente un extenso campo lleno de flores con un sol poniéndose. Era hermoso y melancólico también.
En un último suspiro, la princesa se atusó sus blancos cabellos, y cayó desplomada sobre el tapiz que le había costado toda su vida, sintiendo un pinchazo de angustia en el pecho que le hizo darse cuenta de que llevaba demasiado tiempo esperando a su príncipe azul.
Si algún día se hubiera acercado a la puerta y hubiera sentido un ápice de interés hubiera comprobado cómo ésta no estaba cerrada con llave.
AURORA BAUTISTA
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”Tengo 16 años y vivo en un pueblecito de Sevilla. Me gusta mucho escribir cuentos con moraleja y éste está dedicado a las personas que no tienen espíritu luchador. Espero que os haya gustado”.
1 de marzo de 2011
121: "A SOLAS"
Era el último hombre que quedaba sobre la faz de la tierra. Podía gritar con todas sus fuerzas y nadie le oiría. Podía correr desnudo y nadie se escandalizaría. Entonces ¿qué sentido tenía la vida? Y sin embargo se sentía más vivo que nunca. Se aferraría a su trocito de realidad hasta el último suspiro.
Se dedicó durante años a tomar el sol y a recorrer cada rincón del planeta. Comía lo que cazaba y lo que encontraba entre los arbustos. Reía y lloraba sintiendo el eco en su corazón.
Hasta que un día escuchó un silbido fuerte y claro detrás suyo.
ALEJANDRO ÁLVAREZ GAMBOA
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“Vivo sintiendo que no estoy solo en este mundo incomprensible. Que alguien compartirá mis inquietudes en algún momento de la historia. Y escribo para ser testigo del tiempo que me ha tocado vivir con la esperanza de servir de testamento a las generaciones futuras.”
28 de febrero de 2011
120: "COMBINADOS"
Combinaba los amores de dos en dos, siempre buscando su máxima afinidad. Los citaba en una aventura por escribir, aún sin empezar. De esta manera hacía feliz a muchas personas. Lograba enlaces, familias, historias con buenos finales.
¿Y qué le quedaba a ella? Sólo las fotos, las cartas de agradecimiento y los euros. ¿Qué le quedaba a una casamentera atractiva, joven, y con mucho dinero en la cartera? Nada. Sólo una nevera con la mitad de un triste limón y un colchón de 90. Una colección de arrugas y un alma solitaria y aburrida.
Un día llegó al buzón de su despacho la foto de un tipo rubio y fuerte. Atractivo. Un tipo que curiosamente no encajaba con ninguna de las mujeres de su archivo. El extenso curriculum de habilidades y contradicciones la ensimismó como una novela de Reverte. Hizo un pequeño respiro en su vida. Se levantó, miró por la ventana y resolvió: Metió el cheque en otro sobre junto con su teléfono escrito en un post-it y reenvió el contenido al hombre que cambiaría su vida para siempre.
ANA LUISA GARCÍA TUÑON
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Ana Luisa nos ha escrito desde un pueblecito de León. “Tengo que ir al bar para conectarme a Internet y navegar entre un sinfín de blogs que me llenan el alma de exquisitas palabras. Pero ninguno como éste. Me he animado a participar sin haber escrito antes más que unas cuantas redacciones del colegio. Y la experiencia me ha gustado. Espero que a vosotros os guste también.
27 de febrero de 2011
119: "A VISTA DE PÁJARO"
Saltó desde el alféizar de su ventana y fue entonces cuando pudo sacar sus alas y volar. La sensación fue indescriptible. Era algo maravilloso. Aunque sus torpes movimientos de aprendiz le hicieran sudar para coger un poco más de altura, pronto se sintió cómodo, como si llevara toda una vida haciéndolo. Desde arriba el mundo era si cabe más hermoso. Los patios de su barrio parecían misteriosos laberintos llenos de vida. Secretos que ahora se desvelaban a sus ojos. Historias que poder contemplar ensimismado de tanta variedad.
Podría ser el amo del mundo con su nueva habilidad, dominar los vientos, ser invencible. Pero sabía que sólo podría serlo una vez al día. Cuando sus ojos se vencieran al sueño.
DON PIMPERRANA
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Don, de Huelva, una vez tuvo un sueño, y ese sueño era poder volar. “En el fondo todos deseamos ser pájaros y les envidiamos. Quizá por eso los encerramos en jaulas. Porque el ser humano destruye todo aquello que ansía.”
26 de febrero de 2011
118: "EL TÚNEL"
Alrededor sólo había oscuridad. Un olor dulzón se acercaba despacio y me apretaba, tiraba de mí. Todo lo que conocía comenzaba a desaparecer. Quizá para siempre. Ya no había marcha atrás. Y desde el primer momento lo sabía. Siempre lo había sabido. Sin embargo no podía dejar de resistirme. No quería ir hacia la luz. No quería enfrentarme a lo desconocido. Pero por mucho que lo intentara, por mucho que luchara, una fuerza desconocida me empujaba inexorablemente y me separaba para siempre de mi mundo.
El pánico se apoderó de mí mientras veía cómo aquel punto luminoso se hacía cada vez más grande. Quería gritar pero mis pulmones no funcionaban. Estaba bloqueado.
Al otro lado comprobé horrorizado cómo unas figuras se iban haciendo más y más nítidas. Se movían, caminaban y hasta pude oír sus voces:
- Un empujoncito más y ya tendrá a su bebé en los brazos.
SARAY VENECIA
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“Tengo amplios estudios que adquirí en la Gran Universidad de la Vida. Aquí y allá me voy llevando lo mejor de cada ciudad. Este proyecto me ha llamado la atención por su pluralidad. Tiene un alma trotamundos como el mío, por eso me ha gustado.
Espero que disfrutéis de mi pequeño relato.”
25 de febrero de 2011
117: "SEMPRE LONTANO"
Siempre lejano, mis ojos no reflejan más que la distancia espiritual que guardan nuestros corazones, y en mi sonrisa se imprime el sello del silencio contenido y continente.
Se levanta temprano sin plisar las blancas sabanas que adornan el altar del amor, con cuidado repite "Una quai, es omnia Dea Isis" mientras se talla los ojos y levanta sus brazos al cielo como si de eso dependiera la victoria de su día; como Moisés contra Amalec, voltea y me mira aun en el lecho; yo, que llevo viéndole dos minutos a partir de su intento fallido de sofocar el estornudo con que da los buenos días a los decibeles; ahí, en el lecho yaciendo en mi escepticismo científico incomprobable y por demás imponderable, "bendito seas" me dice con una sonrisa un tanto sarcástica, como si supiera que a mí las bendiciones y las maldiciones me resultan de lo más absurdo. Lo sabe.
Sus rodillas ceden y logra ponerse en pie como lo hace alguien que tiene veinticinco años y en su marcha plasma su sombra sobre mí, que he luchado ya cinco minutos por deshacerme de el embrujo de la cama "me acosté tarde" le digo para evitar que juzgue mi pereza permanente envuelta en algodón puro y sin macula, "pues apúrate que no vas a alcanzar a bañarte" me dice desde la puerta del baño mientras se despoja del habito de la religión de la noche, esa que se viste en el altar de la cama y se porta en el tiempo nocturno. Por fin he sacado los pies y mi fisionomía comprueba el frio de la duela que se puso para que estuviera más cálido; en el buró miro mi reloj y marca cierta hora menos ciertos minutos, átomos de tiempo que se hacen insulsos cuando estoy en su presencia; intento calcular cómo podré desdoblar el espacio para almorzar, correr al trabajo y atender algunas reuniones, y le cuestiono "no sé qué voy a hacer hoy, tengo tantas cosas que hacer… ojala pudiera estar en muchos lugares a la vez" escucho una sonrisa ante tan común declaración "lo mismo piensan millones de personas todos los días" “ya lo sé”, "deberías de desdoblarte astralmente, esa sería una buena solución" dice, y hay mucha fe en sus palabras, realmente es una persona espiritual, una extraña combinación de Neopagano, Budista zen, Sufí, Hindú y Judío, todo eso le ha tomado el mismo tiempo que a mí me tomo convencerme de no creer en nada, al menos superficialmente, le respondo con una carcajada inflamada con mi escepticismo, mientras me dirijo al lugar de sus abluciones y mi forma de encajar en la pulcra sociedad "¡el agua está muy caliente! ¡Parece que vas a desplumar pollos!" creo que concuerda conmigo pero no regula la temperatura, quizá porque su corazón cálido necesita que su entorno también lo sea, o porque al mío… más templado, le desagrada. "los sacerdotes egipcios se bañaban dos veces al día y dos en la noche… ¡con agua fría!" me comenta, como si le hiciera falta pureza, como si su piel no fuera lo bastante limpia e inocente, y la recorro con mis dedos enjabonados deteniéndome en donde la prohibitud de su abstinencia ritual me lo impide y a donde mi física morbosidad me invita; está en un periodo de consagración, se abstiene de sexo y alcohol y me hace sufrir, a mí que me muero por embriagarme de su sexo, de su pureza; no me quejo, sé que es algo importante porque tiene siete días así, y yo me muero cada vez que rozo su piel o contemplo su torneado templo erigido a la búsqueda del espíritu o la asunción o no sé qué; mientras, me sostengo en pie en mi química composición, guardo la célibe compostura, aunque no niego que la libido me esclaviza y la concupiscencia me susurra al oído todas las cosas que le hare cuando su purificación termine; qué bueno que se purifique porque yo soy inmundo pero con cautela, un día me dijo "¿sabías que para los judíos las cosas impuras contagiaban su impureza, y las puras solo podían perderla?" "que desgracia" le contesté "o sea que nunca voy a perder mi estado, y puedo arrastrarte al mío" "en el balance del bien y del mal hay tiempo para todo… quizá sea el tiempo de que sea impuro contigo" lo dijo mientras me besaba el cuello y despertaba al hombre indómito que llevo dentro, le tome de la nuca y le susurre al oído "llénate de mi entonces" acto seguido me comporte como un demonio poseyendo al creyente más ferviente, y su comportamiento fue algo así como de quien se hunde en el pecado más negro por su propia voluntad, esa fue la primera vez que le tuve; pero hoy no puedo, no puedo tenerle, sus rituales le arrastran a sacrificar el fuego de mi piel por la altura del cielo, se que se contiene, lo puedo ver en sus miradas, en sus roces intencionales.
Mientras yo daba una diatriba contra su abstención se ha cambiado ya, y mientras gruñía en mi deseo; ha bajado y ahora el olor a café inunda hasta la habitación, que me recibe así, escéptico, caliente y ahora hambriento. Me enfundo la ropa como quien se enfunda una media en la cabeza para robar un banco; bajo de tres saltos la escalera y me encuentro con que esta orando por los alimentos… "¿huevos a la mexicana?" no responde… "es lo más rápido y aparte no tiene carne" me quedo atónito y es que, sé que practica el vegetarianismo pero privarme del placer gastronómico más primitivo me resulta insultante. "bueno por lo menos no me iré con el estomago vacio” silencio… "y no te subirá el colesterol" y esboza una sonrisa burlona mientras se mete el primer bocado a la boca, una sonrisa que llama a su gemela en mi cara; "gracias, esta delicioso" digo con la mitad del plato en la boca y los restos de una heroica tortilla que paso por mi frente "qué bueno que te gustó" llevo los platos a la tarja y finjo poner cuidado en lavarlos, la verdad es que mi amiga cotidiana 'la prisa' se encuentra ya jugando con mi pulso, toma el café casi como si fuera ayahuasca y alterara su estado de conciencia; le altera.
Al finalizar su trance deposita la taza vacía en la tarja y en vez de lavarla, me invade con un abrazo tan firme como su fe, tan imponente como mi ateísmo, y me susurra al oído un espiritual "te amo"; me tiemblan las rodillas, se me acelera el pulso, se dilatan mis pupilas y me sudan las manos, le respondo con un materialmente monumental "yo te amo más que a mi vida misma".
Ya en la puerta, con el cuidado que pone una vestal en el fuego sagrado; me toma la mano con cautela de no incitar la ruptura de su momentáneo celibato, miro sus ojos hasta el alquímico fondo donde se transmuta mi escepticismo, en la adoración mas devota que el mundo ha conocido nunca, en la religiosidad mas fundamentalista y exacerbada que un humano pueda concebir, y siento que ni el místico Sufí se compara con el estado de contemplación en el que me encuentro por sus ojos sometido; me siento entendiendo al cabalista que celoso guarda su enseñanza en secreto, como yo llevo este amor encerrado en la cárcel de mis costillas y de pronto llega mi apoteosis más completa, me besa, y comprendo que en sus besos se encierra la clave salomónica del presente y el futuro que sabe a pasado, a sus labios.
Ya de vuelta en mi humano estado le abrazo como el Imán abraza su fe, y deseando encontrarle de nuevo en mi mar de superficialidad, acelerar el tiempo y teletransportarme dentro de sus ojos le digo "te veo en la tarde"
Raul Fernando Iglesias Mejia
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“Agradezco la oportunidad de difundir este pequeño intento de escribir un cuento corto, pido disculpas por los errores etc. soy un estudiante con 24 de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Normalmente escribo poesía, y este fue un bonito experimento salido de mi cabeza por petición de un amigo. Espero y les guste lo aquí vertido y agradecería que al igual me invitaran a leer sus cuentos.
Me pueden encontrar en twitter como @raul_iglesias”
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