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14 de marzo de 2011

134: "ESTACIÓN PRIMERA A LA LOCURA"

Estación primera a la locura
¡Es que no fue mi culpa!, le sigo gritando. El me mira con sus negros ojos llenos de rabia y dolor, no necesitan voz para decirme: - Deje de ser cínica. Con sutileza me contesta: -él no le hizo nada.
El cuarto era oscuro, el piso de madera con olor a humedad, a hongo y a todo lo desagradable que se puede olfatear en un cuarto oscuro con el piso de madera que rechina con olor a humedad. Las paredes azotadas por el desgaste del tiempo no tenían un color exacto, a veces blanco, otro abano o negro o rasgado.
¡¡Es que no fue mi culpa!! Vuelvo y grito. Porque sé que se está colmando su paciencia y en algún momento terminará por preguntarme, furiosos, al borde de la locura: - ¿por qué no fue su culpa?...
Pero no. Seguía frente a mi parado, tocando desesperado su cabeza, tratando de arrancar la poca cabellera que le quedaba.
Su mirada iba al techo. Un techo un poco deteriorado, que de vez en cuando emitía un ruido, dando la impresión de que se iba a caer.
Se me soltó una carcajada. Su mirada inmediatamente buscó mis ojos. Apretó los dientes, y dio un gran suspiro. Yo podía escuchar el palpitar de su órgano cardíaco.
Lo seguía mirando, con una sonrisa de satisfacción en mi cara. Pensé que había llegado el momento. Pero no fue así. Solo dijo con una voz ronca, destrozada y bajita: - ¿Por qué?
Debo confesar que la verdad me enfurecía su paciencia, pero a la vez enervaba. Nunca antes alguien se había contenido ante mí de esa manera.
Lo miraba fijamente. Sus ojos me intimidaban. Mi sonrisa se fue perdiendo sin aviso. Mis manos sudaban, mientras las frotaba disimuladamente contra mis piernas. Empezaba a sentir que ahora los papeles habían cambiado, y que él estaba ganando. Pero más me preocupaba, que él se estaba enterando también.
Él seguía con las manos en la cabeza. Estaba ansioso pues sus piernas no dejaban de moverse, una y otra, y otra vez. Trinchaba los dientes. Yo sabía que estaba condenado de la ira, pero sus atemorizantes ojos no dejaban de mirar los míos.
Sentí algo realmente desagradable. Tenía un inmenso taco en la garganta que no me dejaba pronunciar palabra, y poco me dejaba respirar. Me dolía el estómago. Un vértigo impresionante, incontrolable, se apoderaba poco a poco mi cuerpo. Sentía como el sudor bajaba por mi frente, como mi corazón latía cada vez más y más rápido. Tuve una inmensa necesidad de salir de allí. Olía a algo fétido, y escuchaba un desagradable pitido que aturdía mis oídos.
El seguía parado, con sus manos en la cabeza, ansioso, trinchando los dientes. Yo seguía parada, con las manos sudorosas, el sudor en la frente, el nudo en la garganta, el corazón palpitando rápidamente, los inevitables deseos de salir.
Pero ninguno quitaba la mirada del otro. Quería reírme pero no podía. Fue cuando comprendí, que, tenía miedo...
Cerré, mis ojos, me mordí un labio y volví a repetir: es que no fue mi culpa! esta vez muy suavemente. Cuando abrí mis párpados, él se llevó lentamente las manos a la boca. Se arranco ferozmente una uña. Cayó bruscamente al suelo de rodillas, y empezó a gritar, mientras golpeaba con sus puños el piso. Estaba loco. Yo había logrado lo que quería. Pero tenía miedo. Quería que alguien me sacara de ahí. Quería nunca haber llegado a ese desagradable lugar. Volví a cerrar mis ojos lo más fuerte que pude. Deseaba que se callara. Necesitaba que se callara.
Con las manos apreté fuerte mis oídos. Volví a morder mi labio inferior. Mis pies no paraban de temblar. Solo había algo más fuerte que sus gritos en la habitación. Mi corazón.
Hubo un silencio inmenso. Por fin se había callado. Mi corazón empezaba a tranquilizarse. Pasaron unos minutos antes de bajar las manos. Pasaron otros mientras abría mis ojos, y cuando lo hice, ya no había nadie en el piso.
No había nadie frente a mí. Ni a los lados. Mi corazón volvió a latir tan rápido. Esa molesta sensación de miedo apareció otra vez. Hasta que escuche el chillido de la puerta que estaba tras de mí. Giré muy lentamente y el estaba ahí parado. Riéndose de mí. Mientras me decía con una satisfacción infinita:- ¡juego terminado!
El había ganado. Dio un fuerte portazo, mientras yo caía de rodillas al piso. Un quejido. Una lágrima y frente a mí, el cuerpo aquel....
Laura Moreno Echeverry
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De Laura sólo conocemos que es de Colombia que su escritura es inquietante. A ver si tenemos suerte y se anima a enviarnos una breve biografía con la que podamos conocerla mejor.


1 comentario:

  1. Es algo extraño, pero imposible no terminar de leerlo...te deja una rara sensación...

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