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28 de febrero de 2011

120: "COMBINADOS"

Combinaba los amores de dos en dos, siempre buscando su máxima afinidad. Los citaba en una aventura por escribir, aún sin empezar. De esta manera hacía feliz a muchas personas. Lograba enlaces, familias, historias con buenos finales.
¿Y qué le quedaba a ella? Sólo las fotos, las cartas de agradecimiento y los euros. ¿Qué le quedaba a una casamentera atractiva, joven, y con mucho dinero en la cartera? Nada. Sólo una nevera con la mitad de un triste limón y un colchón de 90. Una colección de arrugas y un alma solitaria y aburrida.

Un día llegó al buzón de su despacho la foto de un tipo rubio y fuerte. Atractivo. Un tipo que curiosamente no encajaba con ninguna de las mujeres de su archivo. El extenso curriculum de habilidades y contradicciones la ensimismó como una novela de Reverte. Hizo un pequeño respiro en su vida. Se levantó, miró por la ventana y resolvió: Metió el cheque en otro sobre junto con su teléfono escrito en un post-it y reenvió el contenido al hombre que cambiaría su vida para siempre.
ANA LUISA GARCÍA TUÑON
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Ana Luisa nos ha escrito desde un pueblecito de León. “Tengo que ir al bar para conectarme a Internet y navegar entre un sinfín de blogs que me llenan el alma de exquisitas palabras. Pero ninguno como éste. Me he animado a participar sin haber escrito antes más que unas cuantas redacciones del colegio. Y la experiencia me ha gustado. Espero que a vosotros os guste también.

27 de febrero de 2011

119: "A VISTA DE PÁJARO"

Saltó desde el alféizar de su ventana y fue entonces cuando pudo sacar sus alas y volar. La sensación fue indescriptible. Era algo maravilloso. Aunque sus torpes movimientos de aprendiz le hicieran sudar para coger un poco más de altura, pronto se sintió cómodo, como si llevara toda una vida haciéndolo. Desde arriba el mundo era si cabe más hermoso. Los patios de su barrio parecían misteriosos laberintos llenos de vida. Secretos que ahora se desvelaban a sus ojos. Historias que poder contemplar ensimismado de tanta variedad.
Podría ser el amo del mundo con su nueva habilidad, dominar los vientos, ser invencible. Pero sabía que sólo podría serlo una vez al día. Cuando sus ojos se vencieran al sueño.
DON PIMPERRANA
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Don, de Huelva, una vez tuvo un sueño, y ese sueño era poder volar. “En el fondo todos deseamos ser pájaros y les envidiamos. Quizá por eso los encerramos en jaulas. Porque el ser humano destruye todo aquello que ansía.”

26 de febrero de 2011

118: "EL TÚNEL"

Alrededor sólo había oscuridad. Un olor dulzón se acercaba despacio y me apretaba, tiraba de mí. Todo lo que conocía comenzaba a desaparecer. Quizá para siempre. Ya no había marcha atrás. Y desde el primer momento lo sabía. Siempre lo había sabido. Sin embargo no podía dejar de resistirme. No quería ir hacia la luz. No quería enfrentarme a lo desconocido. Pero por mucho que lo intentara, por mucho que luchara, una fuerza desconocida me empujaba inexorablemente y me separaba para siempre de mi mundo.
El pánico se apoderó de mí mientras veía cómo aquel punto luminoso se hacía cada vez más grande. Quería gritar pero mis pulmones no funcionaban. Estaba bloqueado.
Al otro lado comprobé horrorizado cómo unas figuras se iban haciendo más y más nítidas. Se movían, caminaban y hasta pude oír sus voces:
- Un empujoncito más y ya tendrá a su bebé en los brazos.
SARAY VENECIA
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“Tengo amplios estudios que adquirí en la Gran Universidad de la Vida. Aquí y allá me voy llevando lo mejor de cada ciudad. Este proyecto me ha llamado la atención por su pluralidad. Tiene un alma trotamundos como el mío, por eso me ha gustado.
Espero que disfrutéis de mi pequeño relato.”

25 de febrero de 2011

117: "SEMPRE LONTANO"

Siempre lejano, mis ojos no reflejan más que la distancia espiritual que guardan nuestros corazones, y en mi sonrisa se imprime el sello del silencio contenido y continente.
Se levanta temprano sin plisar las blancas sabanas que adornan el altar del amor, con cuidado repite "Una quai, es omnia Dea Isis" mientras se talla los ojos y levanta sus brazos al cielo como si de eso dependiera la victoria de su día; como Moisés contra Amalec, voltea y me mira aun en el lecho; yo, que llevo viéndole dos minutos a partir de su intento fallido de sofocar el estornudo con que da los buenos días a los decibeles; ahí, en el lecho yaciendo en mi escepticismo científico incomprobable y por demás imponderable, "bendito seas" me dice con una sonrisa un tanto sarcástica, como si supiera que a mí las bendiciones y las maldiciones me resultan de lo más absurdo. Lo sabe.
Sus rodillas ceden y logra ponerse en pie como lo hace alguien que tiene veinticinco años y en su marcha plasma su sombra sobre mí, que he luchado ya cinco minutos por deshacerme de el embrujo de la cama "me acosté tarde" le digo para evitar que juzgue mi pereza permanente envuelta en algodón puro y sin macula, "pues apúrate que no vas a alcanzar a bañarte" me dice desde la puerta del baño mientras se despoja del habito de la religión de la noche, esa que se viste en el altar de la cama y se porta en el tiempo nocturno. Por fin he sacado los pies y mi fisionomía comprueba el frio de la duela que se puso para que estuviera más cálido; en el buró miro mi reloj y marca cierta hora menos ciertos minutos, átomos de tiempo que se hacen insulsos cuando estoy en su presencia; intento calcular cómo podré desdoblar el espacio para almorzar, correr al trabajo y atender algunas reuniones, y le cuestiono "no sé qué voy a hacer hoy, tengo tantas cosas que hacer… ojala pudiera estar en muchos lugares a la vez" escucho una sonrisa ante tan común declaración "lo mismo piensan millones de personas todos los días" “ya lo sé”, "deberías de desdoblarte astralmente, esa sería una buena solución" dice, y hay mucha fe en sus palabras, realmente es una persona espiritual, una extraña combinación de Neopagano,  Budista zen, Sufí, Hindú y Judío, todo eso le ha tomado el mismo tiempo que a mí me tomo convencerme de no creer en nada, al menos superficialmente, le respondo con una carcajada inflamada con mi escepticismo, mientras me dirijo al lugar de sus abluciones y mi forma de encajar en la pulcra sociedad "¡el agua está muy caliente! ¡Parece que vas a desplumar pollos!" creo que concuerda conmigo pero no regula la temperatura, quizá porque su corazón cálido necesita que su entorno también lo sea, o porque al mío… más templado, le desagrada. "los sacerdotes egipcios se bañaban dos veces al día y dos en la noche… ¡con agua fría!" me comenta, como si le hiciera falta pureza, como si su piel no fuera lo bastante limpia e inocente, y la recorro con mis dedos enjabonados deteniéndome en donde la prohibitud de su abstinencia ritual me lo impide y a donde mi física morbosidad me invita; está en un periodo de consagración, se abstiene de sexo y alcohol y me hace sufrir, a mí que me muero por embriagarme de su sexo, de su pureza; no me quejo, sé que es algo importante porque tiene siete días así, y yo me muero cada vez que rozo su piel o contemplo su torneado templo erigido a la búsqueda del espíritu  o la asunción o no sé qué; mientras, me sostengo en pie en mi química composición, guardo la célibe compostura, aunque no niego que la libido me esclaviza y la concupiscencia me susurra al oído todas las cosas que le hare cuando su purificación termine; qué bueno que se purifique porque yo soy inmundo pero con cautela, un día me dijo "¿sabías que para los judíos las cosas impuras contagiaban su impureza, y las puras solo podían perderla?" "que desgracia" le contesté "o sea que nunca voy a perder mi estado, y puedo arrastrarte al mío" "en el balance del bien y del mal hay tiempo para todo… quizá sea el tiempo de que sea impuro contigo" lo dijo mientras me besaba el cuello y despertaba al hombre indómito que llevo dentro, le tome de la nuca y le susurre al oído "llénate de mi entonces" acto seguido me comporte como un demonio poseyendo al creyente más ferviente, y su comportamiento fue algo así como de quien se hunde en el pecado más negro por su propia voluntad, esa fue la primera vez que le tuve; pero hoy no puedo, no puedo tenerle, sus rituales le arrastran a sacrificar el fuego de mi piel por la altura del cielo, se que se contiene, lo puedo ver en sus miradas, en sus roces intencionales.
Mientras yo daba una diatriba contra su abstención se ha cambiado ya, y mientras gruñía en mi deseo; ha bajado y ahora el olor a café inunda hasta la habitación, que me recibe así, escéptico, caliente y ahora hambriento. Me enfundo la ropa como quien se enfunda una media en la cabeza para robar un banco; bajo de tres saltos la escalera y me encuentro con que esta orando por los alimentos… "¿huevos a la mexicana?" no responde… "es lo más rápido y aparte no tiene carne" me quedo atónito y es que, sé que practica el vegetarianismo pero privarme del placer gastronómico más primitivo me resulta insultante. "bueno por lo menos no me iré con el estomago vacio” silencio… "y no te subirá el colesterol" y esboza una sonrisa burlona mientras se mete el primer bocado a la boca, una sonrisa que llama a su gemela en mi cara; "gracias, esta delicioso" digo con la mitad del plato en la boca y los restos de una heroica tortilla que paso por mi frente "qué bueno que te gustó" llevo los platos a la tarja y finjo poner cuidado en lavarlos, la verdad es que mi amiga cotidiana 'la prisa' se encuentra ya jugando con mi pulso, toma el café casi como si fuera ayahuasca y alterara su estado de conciencia; le altera.
Al finalizar su trance deposita la taza vacía en la tarja y en vez de lavarla, me invade con un abrazo tan firme como su fe, tan imponente como mi ateísmo, y me susurra al oído un espiritual "te amo"; me tiemblan las rodillas, se me acelera el pulso, se dilatan mis pupilas y me sudan las manos, le respondo con un materialmente monumental "yo te amo más que a mi vida misma".
Ya en la puerta, con el cuidado que pone una vestal en el fuego sagrado; me toma la mano con cautela de no incitar la ruptura de su momentáneo celibato, miro sus ojos hasta el alquímico fondo donde se transmuta mi escepticismo, en la adoración mas devota que el mundo ha conocido nunca, en la religiosidad mas fundamentalista y exacerbada que un humano pueda concebir, y siento que ni el místico Sufí se compara con el estado de contemplación en el que me encuentro por sus ojos sometido; me siento entendiendo al cabalista que celoso guarda su enseñanza en secreto, como yo llevo este amor encerrado en la cárcel de mis costillas y de pronto llega mi apoteosis más completa, me besa, y comprendo que en sus besos se encierra la clave salomónica del presente y el futuro que sabe a pasado, a sus labios.
Ya de vuelta en mi humano estado le abrazo como el Imán abraza su fe, y deseando encontrarle de nuevo en mi mar de superficialidad, acelerar el tiempo y teletransportarme dentro de sus ojos le digo "te veo en la tarde"

Raul Fernando Iglesias Mejia
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“Agradezco la oportunidad de difundir este pequeño intento de escribir un cuento corto, pido disculpas por los errores etc. soy un estudiante con 24 de la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Normalmente escribo poesía, y este fue un bonito experimento salido de mi cabeza por petición de un amigo. Espero y les guste lo aquí vertido y agradecería que al igual me invitaran a leer sus cuentos.
Me pueden encontrar en twitter como @raul_iglesias”

24 de febrero de 2011

116: "¿SI LO VIERAS...?"

Lleva meses sin saber nada de su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo, de su vida, lleva meses recluidos en su casa. Ha sido por decisión propia, llevaba meses sin encontrar el sentido a esa vida que tanto le ahogaba.
Paulatinamente fue dejando de ir al trabajo, primero pidió que la redujeran el horario hasta que ya no le vio sentido y pidió una excedencia, supo desde el día que tomó esa decisión que no volvería jamás, pero no se atrevió a contarlo, no quería que nadie se fijara en ella. A su familia les contó que quería emprender un viaje de autoconocimiento, hacer un recorrido por la vieja Europa, la verdad que siempre había soñado con eso, pero aquí estaba, casi 4 meses después de decírselo y ninguno había tomado la molestia de acercarse o llamar para saber si había regresado, si estaba bien, ni un amigo, ni compañero, ni sus hermanos, esa es una de las razones por las que ha decidido embarcar en este viaje que le aleja tanto de los demás, se siente invisible y lo más doloroso ya no es que se siente, sino que ha confirmado sus miedos, nadie la echa de menos, nadie la necesita, hoy nadie es ella. 
Ha caminado mucho por una ciudad que no la mira, ha esperado el saludo de rostros que le han atravesado el alma sin que notaran su presencia, ha anhelado mucho volver a sentirse viva, sólo la mitad de lo que se sintió una vez, un verano, el verano pasado, el de la luz, esos meses que han vivido enterrados en lo más profundo de su corazón, tiempo que aún siendo tan corto se ha quedado tatuado en la piel, en la boca, en los labios.

12/Septiembre/2010
Soñadora Aitana.
Hace cuatro días que no estás a mi lado y ya siento tan profundo el abismo que has dejado que no sé si lanzarme o alejarme. No puedo mirar el mar sin ver tus ojos en el horizonte, sin saborear tu piel salada, bañada por los últimos rayos del sol. No puedo llorar sin sentir que me ahogo, no puedo recordar Aitana, te necesito cerca, te necesito en mí.
Recuerda que me has dejado varada en soledad.
Te quiere.
Mercedes

22/Octubre/2010
Aitana.
Te pido disculpas por mi brevedad en las cartas, las palabras me arden y me cuesta la vida decidirme por la que de verdad explique lo que siento. Necesito tenerte otra vez, poseerte, las noches ya no calman la bestia en mi interior, esta isla se está quedando pequeña para tanta ausencia que me acompaña. Gracias por regalarme con tu voz la última noche, llegué a tocar tu cabello, a oler tu piel. El mar te llama en cada ola, pero las mareas me dicen que aún estas muy lejos. Seguiré guardando la distancia, es nuestra, en ella construyo nuestro hogar.
Te quiere, lo sabes.
Mercedes

El día que decidió emprender el viaje, vació la habitación que sobra de su casa, la mejor iluminada por el sol, completamente vacía pegó fotos ampliadas de la playa de sus últimas vacaciones, paisajes profundos, arena blanca, palmeras gigantes y profundamente verdes, todo presidido por un azul doloroso, el azul del mar que se pierde en un horizonte cristalino. Quería emprender de nuevo ese viaje, pero ya no tiene sentido hacerlo físicamente, necesita volver a sentir lo que vivió, necesita volver, aunque no sabe cuál es el camino a seguir, se siente perdida y no encuentra nadie que extienda su mano para ayudarla a acabar el camino. .

23/Noviembre/2010
Aitana, la soledad me mata, el silencio es cruel conmigo, casi nadie habita esta isla en estas fechas, soy la única que resiste esta soledad, bueno, que resistía. Llegaste tú y cambiaste mi vida, solo tres meses fueron suficientes para hacerme adicta a tu compañía, a tus labios, a tu ser.
El sol cada día es más precioso, no brilla tanto como en verano y al atardecer se le puede mirar directamente a los ojos mientras se va apagando en su chapuzón diario con este mar que también es tuyo. La brisa me trae tu olor, sé que no es verdad, pero siento que ella aún baila contigo a la orilla de la playa. Te necesitamos Aitana, más que nunca. Te quiero.

Compró lo necesario, nunca más volvería a salir de aquella casa, eso pensó, llenó la maleta con lo necesario, las decenas de cartas que conservaba de la persona que la hizo sentirse viva por primera vez, no necesitaba más. Cada semana con gran esfuerzo salía de aquella habitación y bajaba de nuevo al mundo gris, a comprar provisiones. Eso era una derrota para ella, cada vez que abandonaba la habitación se sentía derrotada, hasta hoy, ha cerrado la puerta con llave y la ha lanzado por la ventana, ha desconectado todo, ha quitado la luz y se ha sentado en su isla desierta, en la de ambas, ella se sentiría orgullosa de lo que ha construido.

21/Diciembre/2010
Aitana, él es veloz, me esta comiendo y no tengo tu mano a mi lado, no puedo casi caminar,  solo el mar calma mi dolor, y es porque te veo reflejada en él. Se ha apoderado de mí, navega rápido, yo estoy naufragando. Vuelve Aitana, vuelve.


24/Diciembre/2010
Ya no llegas Aitana, el mar se ha convertido en nuestro enemigo, pero es cuando más bello esta, ¿si lo vieras Aitana? Es una balsa, y por la tarde se tiñe de dorado, te lo guardo en mis ojos, ¿Si lo vieras Aitana…?


Lee una y otra vez todas las cartas, desde el principio hasta el final, cronológicamente, con ellas puede respirar el olor de las algas, sentir la brisa, saborear la sal, palpar a Mercedes, volver a su lado y cogerla de la mano, como la prometió, como se prometieron. Llora por la vergüenza de haberse quedado quieta mientras la leía morir, lo sabía, pero no se atrevió a volver a su lado, su verdadero hogar.

29/Diciembre/2010
Adiós Aitana, siento haber invadido tu vida con mi final, creí que estarías aquí, lo siento… Adiós. Te quise tanto…


26/Febrero/2011

Soñadora Mercedes.
Lo siento, lo siento por ser tan cobarde, lo siento primero por haber prometido algo que sabía no iba a cumplir, tengo miedo, siempre lo tuve, menos contigo, pero es ahora cuando me doy cuenta que tuve que estar allí. Lo hablamos, te ibas a ir, para siempre, me lo dejaste claro, nunca lo ocultaste, pero te quiero tanto que no quise verlo. Qué gran error.
Mercedes, he construido una isla desierta, solo estamos las dos, ¿Si lo vieras Mercedes?
En cada carta me acompañas, tú si lo has hecho, tú si me has dado la mano en el final. Hoy me acompañas con tus palabras, hoy me limpias las lágrimas con tu mano, hoy me pasas el vaso de agua para tragar estas pastillas que me van a llevar a ti.
La luz es preciosa Mercedes, es la noche más soleada de mi vida, dentro de poco volveremos a caminar juntas por esa playa, ya te siento más cerca, ya veo la playa, está atardeciendo ¿si pudieras verlo Mercedes?.
Hazme sitio, que ya me voy.
Te quiero.
Aitana.

JULIO MUÑOZ
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Soy un gran admirador del proyecto 365 días de cuentos y del gran trabajo y esfuerzo que Ana realiza, se merece un fuerte aplauso.
Este relato (mi cuarto relato para este proyecto) está inspirado en unas pautas de una compañera de Twitter, Mertxe Labrador, la podéis encontrar con el nick @Mertxe_Beriain.


Como siempre, agradecer que este blog exista, todos los días leo el cuento publicado y me emociona ver como va creciendo, tantas voces diferentes, tanta creatividad.
Animo a todo el que lo lea para que se anime y envie ese cuento, relato, escrito que tiene guardado pero no se atreve o aún tiene dudas, este lugar le tratará con todo el cariño y respeto, ya que aquí todos amamos lo que hacemos, unos por afición otros porque es nuestra vida.

Mis otros relatos en 365 días de cuentos:
·       -  Disfrazada
·        - Despoblados
·         - Miedo

Mi blog literario personal:
Besos y abrazos para todos. 

22 de febrero de 2011

114: "NUNCA JAMÁS"

Siempre esperé este momento, pero jamás pensé cuando llegaría. 
Me va costar, pues con mirarlo a los ojos me doy cuenta cuanto lo amo y el tiempo que perdí por momentos... 
Esa conmoción me da bronca, rencor y sobre todo dolor, que mi alma y corazón sufren día a día. 
Quiero ver el universo como una flor roja, 
Quiero correr en bicicleta, 
Y volar en la sombra. 
Nada alcanzara mi amor, su final, continúa 
Y sin dudarlo, mal terminará, 
Estos cortos están escritos, 
Pero aún así, seguiré esperando en mi balcón, 
llorando su amor, Y otra vez, vuelve a comenzar, lo que nunca terminará, 
Enamorarme otra vez, sin saber que su amor, 
No emprenderá mi camino NUNCA JAMÁS. 
BARBY
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María Belén Chammás, vive en Córdoba capital y no cuenta que “Hace dos años que escribo como modo de refugiarme de mis problemas”.

Ánimo Barby, no dejes de escribir nunca y de querer compartirlo con lectores de todo el mundo.

21 de febrero de 2011

113: "LA LUZ"

Corría una calurosa tarde de verano y como cada año, nos disponíamos a ponernos en marcha para comenzar nuestras vacaciones. Ansiadas vacaciones, tan esperadas cada año y que cortas se nos hacían. Las maletas ya estaban en el maletero del coche, los niños ya estaban sentados en sus sillitas y sólo quedaba mi mujer que para no variar siempre era la última en bajar y la causa de que día tras día, llegáramos tarde a todos sitios. Después de 15 minutos de espera, por fin Sole baja y nos ponemos en ruta.
_ ¿Preparados niños?
_ ¡Si Papiiiiiii! Gritan todos al unísono.
Ramón pone la radio a un volumen bastante considerable y pisa el acelerador a fondo.
Justo en ese momento suena en la radio la canción preferida de los niños y todos se ponen a cantarla: Te regalo mi amor, te regalo mi vida……………….., les encanta Malú.
El camino se hace pesado ya que la casa de pueblo a la que se dirigen queda a 248 Km de su casa. Hacen un par de paradas por el camino para repostar, estirar las piernas y tomarse un tentempié.
_ ¡Parece que la tarde está empezando a caer! Dice Ramón
_ Será mejor que nos marchemos o llegaremos muy tarde la pueblo y aún nos queda mucho camino.
Vuelven todos a tomar asiento en el coche y reanudan la ruta. La noche se va acercando y aún les queda 50 Km. Los ojos de Ramón le empiezan a picar y maldice una y otra vez que Sole no se sacara el carnet de conducir. Los minutos van pasando, Ramón mira hacia atrás y ve que los niños duermen y Sole empieza a dar una que otra cabezada. ¡Que envidian le dan! Se concreta en la carretera pero cada vez le pesan más los ojos. No sabes si fue cuestión de segundos pero los ojos se le cierran y cuando los abre se da cuenta de que ha perdido el control del coche. Ramón grita llamando a Sole y ésta al abrir los ojos sólo consigue ver que el coche se cae por la cuneta y empiezan a dar  imparables vueltas de campana.
Una luz cegadora invade la visión de Ramón. ¿Qué ha pasado?, ¿Sole? , ¿Los niños?, ¿Dónde estoy?, ¿Es esto el cielo?
Ramón comienza a distinguir una figura de una mujer.
_ ¿Quién eres?
_ ¿Eres un ángel?
_  No, para nada. Digamos que tengo otra misión en el mundo.
_ ¿Entonces quién eres? ¿Un demonio?
_ Tampoco. Principalmente me encargo de acoger las almas de las personas fallecidas.
_ Entonces… ¿Eres la muerte?
_ Así me llaman.
_ Mi familia, ¿Esta muerta?
_ No, ellos se encuentran bien.
_ Me hubiese gustado despedirme de ellos.
_ Para eso estoy aquí. Te dije que mi principal misión es acoger  las almas pero esa no es le única.
_ Contigo será diferente como con algún otro. Podrás volver a ver a tu familia, es decir, tendrás una segunda oportunidad. No la malgastes y recuerda que el sueño y el coche no son compatibles.

CAMINANTE SILENCIOSO
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“Escribir en medios como este es una manera de enriquecer el alma. Auque sea así, a escondidas, la oportunidad de compartir lo que uno siente con otras personas es un bien impagable con dinero.”


20 de febrero de 2011

112: “CARICIAS DIVINAS”

Sentí un cosquilleo por todo mi cuerpo. Sus dedos acariciando mi espalda me hacían tocar el cielo. Ahora sus manos bajaban hacia mis piernas. Ummmmmmmmm que gusto. No quiero que deje de hacerlo. Poco a poco sus manos van subiendo por mi cuerpo y se detienen en mis hombros, la excitación va en aumento. ¡¡Dios!! ¿Qué me está pasando? En mi vida he estado tan cachonda como ahora. La excitación llegó al máximo cuando su cuello recibe sus caricias. Bufff, se me escapa un leve gemido y rápidamente me tapo la boca para que él  no me escuche. Por fin ha acabado, creo que después de esta experiencia cambiaré de  masajista.

Jessica Lombardero Sánchez
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Esta joven segoviana se siente una apasionada de la literatura y sobre todo le encanta el teatro. Maestra de profesión, compagina su trabajo con un taller de teatro desde hace ya varios años. Ánimo Jessica y ojala algún día podamos verte encima de un escenario representando una obra escrita por ti.


19 de febrero de 2011

111: "SOBREVIVIRÉ"

Tenia que hacerlo, definitivamente era la mejor opción. Con un poco de suerte simplemente sería cuestión de unos minutos a lo sumo media hora, o al menos era lo que ella pensaba. No podía contárselo a nadie aunque se moría de ganas de que alguien le diera una solución a su gran problema.
Pensaba sobre todo en su pequeña, no podía permitirse el lujo de perderlo todo y si esa era su única salida lo haría aunque su cuerpo, mente y alma jamás volverán a ser lo que eran. Se puso su vestido azul que le marcaban sus espectaculares curvas, un poco de rimel, sombra de ojos, algo de colorete y pinto sus carnosos labios de un marrón chocolate. Se sentía guapa por fuera aunque por dentro se sentía sucia, muy sucia.
Bajó al garaje, arrancó su 4x4 y salió disparada hacia su fatídico destino.
Llegó 5 minutos antes de la hora acordada. Le temblaban las piernas, tenia ganas de vomitar, pero debía hacerlo. Bajo del coche y picó al timbre. Cuando el abrió la puerta, sus piernas quisieron echar a correr pero ya era demasiado tarde, no habría vuelta atrás. Sabía que su cuerpo le pertenecería durante unos minutos pero al menos sabía que no perdería su empleo y sobre todo le daría a su hija el futuro que se merecía.

                                                                                                      Andrea Dieguez  Mier
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"Me gusta escribir desde que tengo uso de razón, es una forma de expresar lo que siento y sobre todo me encanta sumergirme en la lectura de un buen libro". Licenciada en Historia del Arte esta joven Colombiana esta escribiendo su primera novela y espera poder compartirlo con nosotros muy pronto.
                              

18 de febrero de 2011

110: "FLORES SECAS"

A finales de verano ya no quedaba una brizna de hierba verde por los alrededores. Los campos se veían amarillos. El sol castigaba sin piedad aquel pueblo hoy desierto.
La bestia había vuelto a actuar. Esta vez le había tocado el turno al labrador de la señora Engracia. Todo un espectáculo difícil de olvidar. Los más pequeños eran apartados con rapidez de tan horrible visión y los demás se tapaban la boca en un intento de reprimir las ganas de gritar y de vomitar.
El destrozo del perro lo dejaba prácticamente irreconocible y los arañazos en las paredes sugerían un asesino grande y fuerte. Sobrehumano. Y lo peor de todo, lo que más miedo daba, era que no había probado ni un solo bocado del pobre labrador.
Ese día ya nadie se atrevía a salir de sus casas. La gente sacaba el pan del congelador y comía los restos que rescataban de la nevera. Dormían la siesta o jugaban al parchís. Un peatón ajeno se extrañaría de oír un eco de telenovelas por las calles vacías del pueblo.

Al caer la tarde el silencio se adueño de las almas angustiosas de aquella gente atemorizada. Según iba oscureciendo las persianas se cerraban a cal y canto y las llaves daban el tope de vueltas a las cerraduras. Pronto las luces se apagaron y los corazones se quedaron en vilo.

Un ruido sordo, parecido al lento arrastre de sacos de granero, se fue acercando a mi casa. Conteniendo la respiración traté de escuchar con más atención intentando imaginar el origen de tan sospechoso sonido. Pronto una respiración ronca, un jadeo entrecortado, un gruñido animal. La bestia se acercaba cada vez más a mi casa.
Mi madre llegó corriendo a mi cama y me abrazó con fuerza. Nunca sabré si era un intento por protegerme o por el contrario lo hacía para calmar su miedo.
Un golpe seco, ¡pum!, se oyó en la puerta. Y luego otro. Y otro más. Teníamos la piel erizada. Nos apretamos con más fuerza.
-¿Es un oso, mamá?
Mi madre negó con la cabeza y me indicó con un dedo sobre mis labios que me callara. Luego me susurró:
-Los animales matan para comer.
-¿Entonces, qué es?
-El monstruo de la montaña. Dicen que cada tres años sale de su guarida y siembra el pánico entre las gentes de los pueblos de los alrededores.
-¿Por qué, mamá?
Mi madre me miró extrañada, sin entender mi pregunta.
-Es un monstruo, Juan. Los monstruos hacen cosas malas y ya está.
El que no entendí nada fui yo. Cuando yo me portaba mal era porque estaba enfadado o porque no me daba la gana obedecer a mi madre, casi siempre porque prefería jugar con mis amigos. Estaba seguro de que los monstruos también tenían sus motivos.

La bestia no tardó en cansarse de golpear nuestra puerta y se fue, liberándome del abrazo anestesiante de mi madre. Me dio un beso en la frente y se fue a su cama a dormir.
Poco después comprobé por su respiración profunda y sonora que ya no estaba despierta y me levanté de un salto de la cama. Me puse mi bata y mis zapatillas, me colgué del cuello mis prismáticos y mi cámara y salí de puntillas de casa. Tenía que verlo con mis propios ojos, comprobar que era un monstruo sin motivos.

Al contrario de lo que se podía esperar no sentía miedo. La curiosidad era más fuerte. Recorrí las calles siguiendo las huellas. Escuchando a cada paso cada chasquido, cada crujido, cada rasponazo. Mientras caminaba me imaginaba su aspecto. En mi mente se dibujaba una figura grotesca de enormes dimensiones, llena de pelo y con las cuatro patas apoyadas en el suelo, fieras garras que pisaban con fuerza clavando las uñas, afilados dientes empapados en espesos goterones de sangre.
La luz de la luna iluminaba generosamente mi camino. Mi sombra se multiplicaba con cada farola que alcanzaba.

Un soplo de aire caliente hizo desviar mi atención hacia la dirección de la que venía. Estaba cargado de un aroma dulzón que apenas podía reconocer. Y se me heló la sangre.
La bestia, el monstruo, se alzaba ante mí y me miraba.

No tenía pelo, ni cuatro patas, no tenía fieras garras ni dientes afilados. Pero sí tenía ojos desorbitados por la locura, jirones de tela tapando a duras penas un cuerpo maltrecho y sucio, costrones de barro y viejas heridas adornaban sus pies descalzos.
Nos sostuvimos la mirada durante unos segundos. Eternos segundos. Aterradores segundos. Y luego decidí correr como nunca en la vida había corrido. Estaba seguro de que me seguía de cerca pero no miré hacia atrás. Llegué a mi casa y entré con gran estruendo. Ahora me caería una buena regañina de mi madre. Cerré la puerta tras de mí y aseguré la cerradura con sus tres vueltas completas.
Respiré por fin. La cara de mi abuelo me sonreía desde la fotografía de aparador. Sostenía en sus brazos un pequeño bebé y miraba a la cámara con enorme satisfacción.
Hacía tres años que no lo veía. Desde el mismo día que se murió mi padre y mi madre le sacó de casa gritándole que todo había sido culpa suya.
JOSE RAMÓN GUTIÉRREZ
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“Escribir es siempre una liberación del alma, cada palabra una lección por aprender, cada letra un sinfín de posibilidades. Escribo desde pequeño. Y me gusta, me gusta mucho. Si perdiera los dos brazos escribiría con los pies. Y si los perdiera también no dejaría de escribir porque lo seguiría haciendo con la mente y con el corazón.”

17 de febrero de 2011

109: "EL CAMINO A LA ESCUELA"


Hacía bastante frío, el sol se había escondido tras una cortina de nubes grises y no tenía cara de querer salir otra vez. Una inmensa tormenta se avecinaba sobre las calles polvorientas del pequeño pueblo ubicado en las montañas. La vida transcurría normal para todos, excepto para el pequeño Manuel, quien horas antes había escapado de su casa. Llevaba tanto tiempo corriendo que no sabía que hora era. No tenía claro siquiera que día de la semana era, el hambre era demasiado fuerte como para intentar concentrarse en alguna cosa, sus entrañas rugían como león en medio de una selva de intestinos mientras que un silbido monótono y agudo había comenzado a taladrar su cabeza. Con todo, el objetivo inicial seguía firme: encontrar a Tobías y escapar con él a un nuevo lugar, a un mundo lejos de los golpes y los abusos.

A pesar de tener solo ocho años, el pequeño había desarrollado una mentalidad muy madura para su edad, lo que es normal cuando se ha sufrido tanto en tan corto tiempo. Una cosa que Manuel tenía clara es que no quería seguir siendo reciclador. Al comienzo quizá fue divertido, uno no sabe la cantidad de cosas que puede botar la gente, generalmente objetos rotos e incompletos, pero eso no importa cuando sabes usar la imaginación. Sin embargo, las madrugadas, las privaciones, la mala alimentación y los constantes maltratos de su padrastro comenzaron a agrietar su joven alma hasta el punto de odiar todo cuanto le rodeaba. El pico se dio cuando aquel borrachín le obligó a entregar sus juguetes destartalados para venderlos con la excusa de que él también tenía que colaborar. ¡Eso ya era suficiente! Estaba decidido, partiría de aquel miserable tugurio de latas y hojalatas retorcidas y se dedicaría al oficio de pescador. Comería pescado todos los días y le sobraría para vender y comprar juguetes nuevos.

Aparte de Tobías, la única persona a la que le había importado alguna vez era su madre, pero eso no tenía trascendencia, el cólera la había arrebatado de sus brazos hacía más de un año. No era gran cosa lo que dejaba atrás. El plan para escapar estaba cuidadosamente elaborado, en la medida que un niño de ocho años puede elaborar un plan para algo. Con su perro tomarían el atajo que conduce a la vieja escuela, una serie de pendientes escarpadas que se conocía al derecho y al revés. Luego llegarían a la carretera que lleva a la ciudad para después desviarse por otra pendiente que conducía directamente al río. Todo parecía fácil, lo que no contempló es que Tobías, harto de las patadas de su amo se largaría primero. ¡Oh Dios! El viejo Tobías era su mejor amigo, su único amigo, y sin él, la aventura de encontrar un nuevo refugio carecía de sentido.

Hasta ese entonces Manuel solo había comido un pedazo tieso de pan y una taza de agua de panela. Tenía hambre, pero era preferible salir y desmayarse en la calle que quedarse en aquel infierno. Se ceñiría al plan original; estaba seguro de encontrar a su perro en alguno de los matorrales que bordeaban las montañas. Pensamientos desordenados cruzaban por su mente mientras emprendía la marcha. Se sentía mareado, pero no podía, no quería dar marcha atrás. Había comenzado a llover, el suelo estaba resbaloso; mientras trastabillaba, una serie de imágenes del pasado comenzaron a surgir en su mente. El recuerdo de su madre pronto brotó como una flor de primavera, y detrás de él los demás recuerdos de una niñez interrumpida. Las pelotas desinfladas rebotando en las paredes de su casa de lata, su caballo de palo y las carreras con Tobías formaron un collage de recuerdos. Con un poco de suerte había logrado sortear la primera pendiente. Le faltaba la pendiente más inclinada, la que llevaba a la escuela. La lluvia arreciaba, Manuel sentía como si el fango bajo sus pies tuviera brazos y lo estuviera jalando. No tardo mucho en ver todo patas arriba; mientras rodaba como una bola de arcilla no dejaba de pensar en su madre, ni en los ladridos de Tobías, ni en el zumbido de su cabeza.

No se sabe cuanto tiempo pasó. Cuando despertó,  notó que el pito había desaparecido. Ya no pensaba en su madre, extrañamente seguía pensando en Tobías, de cómo lo lamía con su áspera lengua para consolarlo las veces que su padrastro lo golpeaba. Cuando terminó de abrir sus ojos, ahí estaba, no era un sueño, no era un recuerdo. La vieja bola de pelos lo estaba recibiendo al mundo de los vivos a punta de besos y mordiscos juguetones. Fue un momento emotivo, las lágrimas y el llanto se conjugaron en un espacio de tiempo que pareció ser eterno, deliciosamente eterno.

Manuel se dio cuenta que ya no tenía hambre,  no pensó mucho en eso, lo único que quería era correr con su perro y saltar sobre charcos y montañas de tierra. Habían llegado al  camino principal más “rápido” de lo previsto, no había afán por encontrar el río. Gritos y ladridos felices interrumpían la tensa calma del pueblo, aunque nadie parecía notarlo. Solamente un pequeño niño descalzo sentado en el anden los miraba con gran atención, a leguas se veía que él también quería participar  en aquella loca alegría.

Cuando el niño y su perro pasaron frente a la antigua escuela se detuvieron un momento. Alguna vez Manuel había entrado en aquel recinto, le habían enseñado algo acerca de unas vocales pero eso fue hace mucho tiempo, no recordaba gran cosa de aquello. Sin saber exactamente por que, comenzó a caminar hacía la puerta. No podía evitar sentirse algo temeroso. Tobías fue más audaz, y aunque Manuel trató de llamarlo ya era muy tarde. De repente la puerta se abrió; una alta y esbelta figura hizo su aparición. Era un hombre joven, de unos treinta, treinta y cinco años. Su fino rostro estaba enmarcado por una poblada barba; su expresión reflejaba a la vez bondad y una sabiduría infinita. Vestía una de esas batas que suelen usar los profesores, aunque esta parecía ser más blanca que la nieve. Con una sonrisa invitó seguir a los recién llegados. Mientras tanto, el niño descalzo no perdía detalle de lo que ocurría. Quería entrar con ellos, deseaba jugar con el otro niño y con el perro. Con pasos vacilantes comenzó a caminar hacia las tres figuras paradas en el rellano de la puerta, pero el hombre, acercándose a él, mirándolo con ojos llenos de amor y acariciando su pelo enmarañado le dijo casi en una canción: “Tus clases no empiezan todavía hijito”.

Tobías estaba demasiado extasiado, algo inusual, pensó Manuel, ya que él nunca se mostraba amistoso con los extraños. “¿Usted es el profesor?” preguntó en un murmullo. “Algunos me llaman Maestro”, contestó el hombre mientras lo abrazaba con sus fuertes brazos. Al escuchar estas palabras, el rostro de Manuel se iluminó. En ese momento comprendió que nunca más volvería a aguantar hambre, ni frío, ni sufrir malos tratos.

En la calle, el niño descalzo notó que había aglomeración de gente. Al acercarse vio como algunas ancianas lloraban y ladeaban lastimeramente la cabeza. La policía había llegado al sitio. –“No hay nada que hacer- dijo el que parecía ser el comandante- se ha quebrado el cuello en la caída”. Pocos minutos después llegó la ambulancia, el niño vio como unos hombres vestidos de blanco bajaban la camilla, depositaban en ella un pequeño cuerpo y lo cubrían de pies a cabeza con una sábana blanca. Cuando la ambulancia se alejo, y cuando el gentío se dispersó, pudo ver que había “algo” tirado en el piso. Parecía un perro.
ALEJANDRO CASTRO
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Alejandro nos ha enviado este hermoso cuento desde Bogotá. Nos cuenta que es comunicador social y periodista. Y desde aquí le animamos a participar de nuevo en “365 días de cuentos”  porque nos ha gustado mucho su aportación.






Podéis leer algo más de este escritor a través de sus blogs, "momentos de loca inspiración":
-http://loscuentosdelperegrino.jimdo.com/
-https://sites.google.com/site/puntocolateral/home
-http://bitacoradelperegrino.wordpress.com/la-batalla-silenciosa/






16 de febrero de 2011

108: "NICK"

He matado a un hombre, está aquí ... en la cama, ni siquiera sé su nombre, bueno sí, Nick, pero no es su nombre verdadero, es su nick
Sonaba gracioso cuando chateamos la primera vez hace una semana, el lunes para ser exactos.
Empezamos hablando de lo que ponía la tele a esas horas de la madrugada y en la cuarta línea le solté “qué tal si no hablamos más y nos vemos el viernes a ver qué pasa”, luego de un silencio dijo que sí.
Quedamos en un hotel pequeño en la calle del Arenal, dejamos las ventanas abiertas y las luces apagadas, había una penumbra extraña aunque era medio día.
Sabíamos muy poco el uno del otro y tampoco había interés en saber más, le dije que estaba haciendo un estudio antropológico y que él era el sujeto de mi estudio, fue divertido dado que se prestó al juego y contestaba ingeniosamente al sin número de preguntas que yo inventaba sobre la marcha mientras daba largos tragos a la botella de vino, él casi no bebía. 
Las preguntas se fueron tornando más físicas que psíquicas y empezamos el acto, lo hicimos siete veces seguidas, cuento la séptima porque ambos … bueno, seguro que él más.
¿Qué hago ahora? ¿A quién llamo primero? ¿A la policía? ¿A mi marido?
Siempre pensé que algún día, ya jubilados, nos pondríamos a hablar y se lo contaría todo y él me entendería, por supuesto que lo haría, me conocía tan bien.
Recuerdo cuando lo vi por primera vez entrando en el aula de la facultad, era octubre y aún tenía el bronceado del verano, llevaba una camisa rosa de lino, era alto y fuerte, las mejillas rojas de sol, creo que hasta olía a sol.
Nuestra cama es de dos metros, igual que esta del hotel donde está el muerto, sin embargo en mi cama nunca hay paz, tengo un sueño muy liviano, un suspiro me despierta, siento cada movimiento de mi marido al dormir, incluso no sé qué hace que a veces me despierta con un chirrido de los talones contra las sábanas, y si me desvelo no vuelvo a conciliar el sueño, me quedo mirando el techo. 
Vivimos en el último piso del edificio y encima nuestro está la piscina. Suelo quedarme viendo el techo, adivinando la lámpara en la oscuridad, pensando que tal vez el agua de la piscina encuentre un camino por el cable de la luz y caigan gotas en la habitación, que no me de cuenta, que se empiece a llenar y cuando esté al nivel de las sábanas entonces se cuartee el techo y caigan de golpe los 50 metros cúbicos de agua, así de repente, y el golpe sea como el de una gran losa y nos aplaste tan fuerte que nos quite a los dos el aire de los pulmones y que cuando reaccionemos y demos la primera bocanada los pulmones se llenen de agua y nosotros abramos los ojos y veamos todo flotar, nadie nos extrañaría, estamos solos los dos, sin hijos, ni gato, bueno, tenemos una pecera con cinco gold fish que están muy gordos, pero ellos saldrán desbordados de su encierro y se unirán al agua que nos inunda y nos veremos por primera vez cara a cara pero ellos seguirán viéndonos mientras nosotros perdemos la conciencia y morimos ahogados de tanta agua, no entenderán lo que nos pasa, no entenderán nada, serán los testigos de nuestros últimos segundos de vida y no lo entenderán. 
Moriríamos juntos como hemos estado desde el día en que nos conocimos, hicimos la carrera y nos montamos nuestra oficina, crecimos y luego nos compraron, él se quedó dirigiendo todo y yo me quedé con el tiempo libre para dedicarme a lo que me gustaba realmente, pintar. 
Siempre quise pintar el sentimiento de una escena, me quedaba horas mirando a la gente pasar, desde la ventana de nuestra alcoba veía el edificio de enfrente, quedaba lo suficientemente lejos como para no ser vista y sin embargo podía adivinar las figuras, inventaba diálogos, interpretaba sus escenas, una madre alzando los brazos mientras le habla a su hijo adolescente, una pareja que se sienta a ver la tele sin hablar, dos recién casados que se besan a cada instante, niños jugando abajo en el parque, perros que sacan de paseo a sus dueños, gatos que viven su vida caprichosamente, ancianos que suben y bajan siempre a la misma hora en un rito que dura años. 
Había días en que él llegaba de la oficina y ni me daba cuenta, me miraba en silencio para no interrumpir mi contemplación, luego le contaba todo lo que había visto y lo que yo imaginaba, eso le encantaba, él me conocía bien. Pero desde hace unos tres años he necesitado más, estar tan lejos y sólo imaginar ya no era gratificante, era extenuante. Empecé comprando unos prismáticos, eso fue divertido, luego una cámara fotográfica con el zoom 800, podías hacer fotos de casi todo y recrearme luego con los acrílicos, eso fue bueno un año, pero luego volví a necesitar más. Entonces empecé a seguir a la gente, bajaba al parque y luego les seguía tratando de dar sentido al breve acto que tenía en su ventana, pude encontrar tanta variedad de gestos en la misma persona, la dulce madre era una mujer muy agria, la seca mujer lloraba en el cine, el padre amoroso era un donjuan, me habían estado engañando, eso no me gustó, todas las emociones que había visto desde la ventana eran una farsa, la verdad estaba en la calle, cuando ellos salían de sus casas. 
Decidí entonces salir, actuar, vivir lo que viven ellos al salir de la puerta de su casa. Fue cuando empecé a entrar en las páginas de ligue por internet, me daba igual su historia, quién o qué eran, ya tenía claro que todo eso sería mentira, la verdad estaba justo cuando salían, y los hice salir, tenía claro lo que buscaba, ver la realidad de la gente, la cara sin máscara, sus tripas más que su cara. 
Pensaba que era una intrépida aventurera en busca del origen de la conducta, mi marido era mi vida pero era solo una vida, yo quería vivir varias, y cuando se quiere vivir una vida intensa hay que ir a lo básico, comer, beber y follar. 
Lo de comer quedaba truncado porque con los nervios del principio, de que el hombre sea un psicópata asesino, el hambre se me iba a los pies junto con casi toda mi sangre, me quedaba muy fría, hasta llegaba a castañear los dientes mientras pasábamos el trago del primer diálogo, lo de beber en cambio era perfecto porque se me secaba la boca, y si lo que bebíamos era vino lo de follar venía solito, era divertido ver sus reacciones con quien creían que era yo, porque lo más divertido no fue ya quienes eran ellos sino quien me inventaba que era yo cada vez, esto era mejor que ver muchas escenas tras un cristal, esto era crear escenas, mi personaje cambiaba, y los sujetos debían adaptarse a la mujer que veían, y yo aprendía ese gesto que tienen todos al resetearse, cuando lo hacían sabía que ya les tenia, sentía un poder más fuerte que el que sentí cuando empecé con el zoom 800. 
Pero ahora estaba sentada al lado de un muerto, y no sabía qué debía hacer. Pensaba que no podían acusarme de nada porque ni me había levantado de la cama y cualquier policía vería lo que habíamos estado haciendo, estaba segura de que los análisis posteriores declararían  muerte por algún fallo cardiorrespiratorio, vamos, de lo que morimos todos incluso yo frente a mi pez. 
Pensaba que tenia tiempo porque podía contar que me había dormido y que al despertar me di cuenta y fue entonces cuando llamé a la policía, cuánto tiempo podría dormir después del sexo, dos horas al menos, tenía dos horas para pensar. 
Mi marido llegará hoy a las siete porque tenemos una cena a las ocho, llamará a eso de las seis y media para decirme que llegará con el tiempo justo para ducharse y vestirse. Llamará, sobre todo, para asegurarse de que estoy despierta y no en el estado contemplativo donde el reloj también contempla al tiempo pasar. 
Llamará, seguro, a las seis y media, este hombre debe haber muerto a eso de las cuatro, ya tengo una hora límite. 
Me gusta esto de los límites externos, me obligan a actuar. Todo lo externo es como la pecera de misgoldfish, o mi techo a media noche, o el alféizar de mi ventana, o los 800 del zoom, o mi vientre sin ovarios, o las medidas de mi lienzo.
Mi teléfono tintinea. Deben ser las seis y media.
- ¿Sí?
- Buenas tardes señora  ¿es usted la mujer de Pedro de la Fuente?
- Sí.
- Me temo que tengo malas noticias, su marido ha tenido un accidente fatal y necesitamos que venga a... 
- Espere ¿es usted policía?
- Sí señora.
- He matado a un hombre, está aquí, en la cama, ni siquiera se su nombre, bueno si, Nick.
Amalia Verdezoto Vidal
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“Hola, me llamo Amalia Verdezoto Vidal, tengo 43 años, y aunque soy Guayaquileña, vivo en Madrid, por que me casé con un Madrileño :) 
He escrito desde la adolescencia y generalmente para el público emocionado de mi Familia. Desde hace un año tengo mi Blog y ahí publico para quien quiera pasar unos minutos entretenido. Curiosamente ahora mi familia no me lee, a menos que insista, y les pase el cuento por email. Pero tengo nuevos lectores. Imagino que son como yo, que escriben y leen, muy curiosos, y muy generosos para perdonar errores”.