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15 de marzo de 2011

135: “NIEVA SOBRE JAPÓN”

Yuki tenía 4 años y miraba desde la azotea cómo el agua cubría las calles. Minutos antes la tierra se había movido y su padre le había cogido en volandas y se lo había llevado lejos de su cuarto. Allí sus juguetes habían empezado a jugar solos tirándose de las estanterías y dando piruetas por el suelo.
Aunque era muy pequeño y todo le parecía muy divertido, Yuki supo al instante que algo no iba bien. Igual había sido la expresión de terror de su madre, o los gritos de la gente que se encontraban. Parecía que ellos no se lo estaban pasando bien.
Casi por instinto dejó de sonreír. Sacó un caramelo de su bolsillo y lo desenvolvió con cuidado sin saber qué hacer con el envoltorio. A pesar de la multitud que se agolpaba en la azotea el silencio que les rodeaba era sobrecogedor. Con sus manitas, intentando no hacer ruido, se metió el caramelo en la boca. Fresa, su preferido.
De repente, muy lentamente Yuki vio caer un enorme copo de nieve. Luego otro, y luego otro más. El niño miró a sus padres contento de nuevo. La gente había comenzado a exclamar asombrados. Yuki les imitó extendiendo sus manos para atrapar algún que otro copo de nieve. En muy poco tiempo, todo se cubrió de una banquecina capa que no se derretía.
El niño loco de contento comenzó a hacer bolitas y a amontonarlas intentando formar la figura de un muñeco de nieve.
La gente a su alrededor se miraba extrañada.

El helicóptero de rescate llegó por fin hasta aquella azotea tras duras horas de salvamento en otros tantos techumbres que seguían en pié. Los salvadores no dudaron en meter a Yuki en el vehículo, al igual que a los otros niños que se encontraban allí. Luego volverían a por los adultos.
Los niños parecían cansados. Estaban pálidos y ojerosos. Yuki sangraba por un oído. Los hombres de uniforme le miraron con muchísima pena. Sabían que Yuki no tardaría en morir. Ya habían visto otros casos muy parecidos al suyo.
Uno de los técnicos le aplicó un aparato que chilló rápidamente en cuanto lo acercaron al cuerpo del niño.
El hombre movió el cabeza consternado.
-Hemos llegado tarde, la ceniza radiactiva le ha contaminado irreparablemente.

ROSI BERENGUER
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“Me horroriza lo que veo en las noticias. Aunque nos den pautas tranquilizadoras no me fío. Sin llegar a ser extremista pienso que estamos en manos de los que nos van a llevar a un destino algo catastrófico. No creo que seamos una raza que se adelante a los acontecimientos, sólo aprendemos a bases de errores. Y algún día esos errores nos llevarán a la autodestrucción. Y eso que nos creemos la raza superior, la inteligente.
Espero que la literatura también sirva para concienciar a la gente y hacerla más libre.”

1 comentario:

  1. Es un texto que entra bien, las imágenes son claras y emotivas, el sentimiento llega. Por ponerle un pero, para mi gusto la frase final ya no es necesaria y resta, más que sumar. Pero aún así me encantó.

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