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5 de febrero de 2011

97: "LOS INAUDIBLES"

Se paraba a mirar siempre en la mitad de la plaza del pueblo lo que la gente hacía. Y para pasar por desapercibido, se vestía como la multitud. En ese tiempo la multitud –y quizás hoy todavía- se vestía de igual manera: la misma marca de zapatos, los mismos cortes de cabello para hombres y mujeres y las posturas erguidas para desechar despectivamente toda relación con el animal que negaban tener dentro.
Lucas: hola Tomasito, ¿cómo estás?
Tomasito: deeeeeeee – teeeeeeeeeeeeeesssss------------tooooooooo que me pregunten cómo estoy, y que se lo pregunten a otra persona también; no me gusta escuchar esa estupidez. Yo qué diablos voy a saber cómo estoy por dentro y por fuera, si a cada instante cambio.
Lucas había conocido a Tomasito en la plaza del pueblo. El primero era hijo del líder del Sindicato de Lustradores de bota del pueblo. Tomasito por su parte, era hijo de una prostituta muy apetecida, se llamaba Violeta, pero con el tiempo le pusieron Violenta, y su nominación no llegó a los anales de la historia por cuestiones relacionadas al descontrol de su temperamento.
Lucas creció bajo el brillo del sol rechinando en el azabache de los zapatos lustrados por él y su padre; eso fue lo que aprendió, y se quedó en eso. Tomasito fue cobijado por la sábana húmeda de las nubes, y las gotas de agua salada de los ojos de su madre –como última imagen- el día de su muerte.
Lucas: entiendo, Tomasito, no te vuelvo a preguntar.
Tomasito se queda callado. No esperaba nada de nada ni de nadie, aunque por dentro mantenía la esperanza de encontrarse con algo diferente cada amanecer, algo para sentirse curioso, quizá que lo mantuviese en vilo para alargar su deseo y su esperanza un día más.
Tomasito: oye Lucas, te respondí ahorita de manera fea; te ofrezco disculpas.
Lucas: está bien, no importa.
Tomasito se dirige para una de las esquinas de la plaza. La multitud, como cosa rara, se reúne en círculo observando espectáculos de mimos. Miles de ojos mirando lo mismo.
Tomasito: qué desperdicio, cuando hay cosas más interesantes y olvidadas para entretenerse.
Tomasito se hace debajo de la cabina de uno de los teléfonos, y mete una moneda.
Tomasito: vamos a llamar a…no, en realidad no tiene sentido; ¿por qué tendría que tener un destino esta llamada? Ésta va a ser la llamada de la no llamada.
El niño –que tenía la misma edad de Lucas, no sé sabe qué edad -, metió su moneda en el teléfono público e introdujo sus dedos en las teclas, manoseó cada botón con el respectivo dígito que le iba dictando su impulso y cuando hubo terminado de marcar los números suficientes para hacer  una llamada; sonó la voz de otra persona. Era al otro lado, se sentía la otra mitad del mundo. Un contacto tan frío y tan parco. En la plaza un bullicio como de bazar árabe, y al otro lado del cable, donde la otra persona levantaba el teléfono; un silencio tan fuerte que era estridente.
Anónimo: ¿Aló?
Tomasito se quedó callado, permaneció con cara seria, intentando desentrañar el mensaje del ruido que producía el teléfono con su electromagnetismo; él realmente quería hablar con el teléfono y no con la otra persona que pudiese estar del otro lado, eso es lo que menos le importaba.
Pobre tú, siempre tan frío y tan obligado, tan vendido y tan manoseado, tan testigo y tan víctima, y sobre todo, tan callado. ¿Por qué no hablan contigo?  ¿Qué le has hecho pues, al mundo para que te tenga éste olvidado? No logro comprenderlo, se decía Tomasito para sí mismo, mientras la voz del otro lado preguntaba inquietante sobre el motivo de la llamada.
Por ahí, por allí, por aquí; apuesto a que entre esta multitud habrá muchos de los hombres y mujeres que se matan por saber la verdad de todo; tú, teléfono, sabes muchas verdades, a decir verdad, sabes mucho más que cualquier persona, pero nadie habla contigo; sólo te utilizan. Debe ser horrible ser un teléfono.
Todos los domingos –días en que casi nadie sale de su casa-, salgo para la plaza y encuentro a Tomasito llamando a los teléfonos, y del otro lado, una voz siempre inquietante indagando por la fuente de la llamada.
AMARILLOBLANCO
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Amarilloblanco, nos ha escrito desde Colombia y es estudiante de comunicación social-periodismo, en proceso de humanismo. Podéis pasearos por su blog http://lesrareschoses.blogspot.com/ para conocerle más de cerca.
Si queréis leer otro cuento de este autor pinchad en el enlace:

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