Parado en la esquina deja pasar las oportunidades de cruzar la calle. Tiene la mirada fija en la vereda de enfrente, donde una pared que alguna vez fue blanca y ahora es de un color indefinido, tiene una inscripción que apenas se lee, pero llama su atención “FLOR TE AMARE POR SIEMPRE”, la mira olvidándose del mundo a su alrededor.
Un ciclista cruza a toda velocidad y de forma imprudente, la frenada abrupta de una camioneta y los bocinazos enfurecidos del conductor lo vuelven a la realidad, se rasca la cabeza pensativo, una vez que la camioneta sigue su camino, se fija bien que no venga ningún vehículo y cruza. Recorre ese camino que conoce de memoria, hace ocho años que realiza el mismo trayecto, hace ocho años, todos los días para tomar el colectivo que lo lleva al trabajo, nunca antes se fijó en la pared escrita y se pregunta por qué, mira su reloj y se da cuenta que llega tarde otra vez, el pensamiento se diluye y al trote intenta llegar al colectivo de las 8:15, cuando llega lo ve alejarse, sin perder la paciencia espera la llegada del siguiente.
Baja del colectivo y realiza el mismo ritual de siempre, prende un cigarrillo y camina a paso acelerado, cuando está a metros de la puerta tira el pucho a medio terminar y entra presuroso a la oficina, la mirada de reproche de su jefe le confirma que llegó tarde, no tiene necesidad de ver el reloj para saberlo.
-En quince minutos tenemos la reunión, ¿tienes los informes listos? –le pregunta
-Sí, los preparé en casa anoche, quedaron perfectos.
-Eso espero, no falles hoy.
Prende su PC, revisa el correo y saca del portafolio la carpeta con los informes, las ojeras que marcan su rostro demuestran que se desveló para hacerlos, con ellos bajo el brazo sale y se dirige a la sala de reuniones. Es el primero en llegar, no es la primera vez, esto pasa siempre, saca un cigarrillo y lo fuma mientras espera. Una vez que llegan todos al salón comienza la reunión, ésta se desarrolla con total normalidad, termina y cada uno sale a continuar con sus labores diarias.
De vuelta en la oficina sigue la rutina de todos los días, esa rutina que lo exaspera, esa rutina que lleva a cabo por inercia. Las horas pasan con su acostumbrada lentitud, aburrido, sigue con lo suyo y espera. Suena la alarma de su celular, la que tiene programada para marcar la hora de salida y tranquilo inicia la partida, seguido por las despectivas miradas de sus compañeros de oficina.
-Hasta mañana muchachos –dice.
-Chau hasta mañana… –contestan todos a coro.
Mientras camina por la vereda pasa Ricardo, recuerda que él también va al centro de la ciudad y le hace dedo, cuando el auto se detiene sube e inicia la acartonada charla de cortesía (un precio bajo por el tiempo que ahorrará con el aventón)
-¿Dónde te dejo?
-En el parque San Martín –contesta.
-Ok, me queda de pasada.
Cuando llegan al parque, saluda con un apretón de manos y se baja del auto, empieza a recorrer la senda que cruza de punta a punta por el medio de la arboleda, mira a izquierda y derecha, buscando un banco libre en el que sentarse, ve uno bastante cerca, apresura el paso para evitar que lo ocupen primero que él, su intento es en vano, una joven pareja llega primero, se sientan y empiezan con los arrumacos, sin otro banco libre a la vista decide sentarse en una piedra bajo un árbol centenario, saca su notebook y trata de retomar la historia que viene escribiendo hace meses, sabe que debe escribir, escribir y escribir, que es la única manera de avanzar, pero la historia no lo convence, le recuerda los libros de Corín Tellado que leía su abuela, pero no se rinde, relee la última estrofa y empieza a teclear.
Ya entrada la noche y con la batería a punto de agotarse, se levanta y se va a casa, decide hacer caminando las veinticinco cuadras que hay desde el parque, una receta segura para reiniciar su cerebro y poder dormir tranquilo, sabe que lo esperan los platos sucios de la noche anterior y la camisa que debe planchar para usar el día siguiente (odia planchar las camisas), decide enfrentarse plancha en mano con las arrugas, una vez terminada la tarea mira satisfecho el resultado, luego come las sobras de la noche anterior que encuentra en la heladera, termina de cenar y cuando lleva los platos al fregadero mira los que quedaron sucios de antes, ya forman una montaña, piensa que pueden esperar un día más y agrega los que lleva en las manos. Sale al jardín, fuma el último cigarrillo de la jornada mientras mira la luna, esa luna le recuerda a Patricia y no puede apartar la vista de ella. Se sienta en la cama, toma sus pastillas y se acuesta, apenas apoya la cabeza en la almohada se duerme y comienzan esos sueños que lo abandonan al despertar y que jamás podrá poner en papel.
Despierta sintiendo que la abraza, la almohada aún conserva su perfume, se espabila y desilusionado la tira con rabia al otro lado de la habitación, rezongando se levanta a preparar el desayuno.
Sale de casa y antes de llegar a la misma esquina del día anterior, empieza a ver, tras un auto mal estacionado, las letras gastadas, sigue caminando con la mirada fija en ellas, y a medida que avanza aparece la frase completa, distraído cruza la calle sin mirar y un motociclista alocado, a pesar de sus desesperados intentos no logra esquivarlo a tiempo.
Tirado en medio de la calle, sin saber bien que le pasó, apenas consciente del dolor y con la cabeza ladeada en dirección la pared, lee una y otra vez “FLOR TE AMARE POR SIEMPRE”, antes de perder el conocimiento ve como “FLOR” se difumina y es reemplazada por “PATRICIA”, parpadea, mira de nuevo, “PATRICIA TE AMARE POR SIEMPRE”, unas lágrimas se deslizan por su rostro y se mezclan con la sangre que sale de su boca, y esboza una triste sonrisa, su última sonrisa.
RUBÉN OCHOA
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“Nací y vivo en la provincia de Jujuy (República Argentina), leer es para mí verdadera una pasión, publico en mi microblog (http://rubenochoa.tumblr.com/) escritos breves (poemas, cuentos cortos, etc.), encontré en la escritura la forma de expresarme, de sacar a la luz todas esas cosas que dan vueltas en mi cabeza y que no se corresponden con mi trabajo de oficina. Espero algún día poder vivir para escribir y escribir para vivir”.
Genial Rubén, un placer también encontrarte por aquí, estupendo cuento. Un abrazo.
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