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2 de diciembre de 2010

32: "YOU HURT ME"

Dios... ¿en que me he convertido? ¿Que clase de monstruo soy? ¿Por qué anhelo verle sufrir? Está mal, no tiene que ser así.
No lo pensé, Dios, te juro que no lo pude evitar... mis instintos me superaron esta vez. No quiero sufrir más bajo su peso, fue lo que pensé... y todo se puso negro. Lo que me dijeron que sucedió después... Quedé espantada... ¿Por qué paso todo esto?
Solo sucedió. Me enteré de todo lo que había hecho, del premeditado accidente, de la sospechosa muerte en el hospital. Como quisieron echarnos la culpa. A los dos...
Sentí asco de el, Dios, no merece ser llamado un ser humano. El es el verdadero animal, el verdadero culpable de todo. El detonante de todo esto ¿Pero soy yo la indicada para castigarlo? Pensé mucho antes de enfrentarlo. Pero luego de escuchar su testimonio mientras bebía una cerveza y su rostro permanecía inmutable. Oh, Dios, hasta tu podrías haber echo lo mismo en mi lugar, ¿Cómo fue capaz? ¿Qué clase de persona hace lo que el? No quise oírle más. Lo golpeé y el respondió. Pero lo mío fue una ligera bofetada, mientras que el me partió el labio con violencia. Sentí la adrenalina de golpear y ser golpeada. Dios, te hace sentir tan débil, pero la excitación es tan grande que no puedes dejar de desear que nuevamente pase. Supe que había sido un error, que ese si había sido mi error.

No me dejó pensarlo ni un segundo más. La rueda comenzó a girar. Se abalanzó sobre mí, aprovechándose de que su peso y fuerza eran mayores, y quedé atrapada entre sus manos. Se sentó sobre mis rodillas y comencé a desesperarme. Forcejeé inútilmente para liberarme. El me sujetó aun más fuerte de las muñecas, comenzando a lastimármelas de tanto apretarlas. Mis rodillas no podían levantarme, me empezaba a rendir... pero el no se conformó con eso. Me soltaba de a momentos para darme algún otro golpe así dejaba de intentar zafarme. Y me gritaba. Gritaba cosas horribles sobre ti, Dios, sobre mí, sobre todos aquellos a los que amo. Podía oler su aliento a alcohol y el aroma a cigarrillo que despedían sus ropas se adhería a mi cuerpo. Sentí nauseas, Dios.
El se dio cuenta y se levantó. Decía que no valía la pena mancharse las manos con mi sangre, que no le trajera problemas. Que sus intenciones conmigo eran otras. Prendió otro cigarrillo, tomo un sorbo de su jarra, se sentó en el sillón a mis espaldas.

Ya he aguantado suficiente de el, ya no puedo mas. Dios, sabes que siempre digo que estoy en mi límite, que pronto pasaré al otro lado, que mis nervios me matarán. Que mi corazón algún día se detendrá. Pero esta vez, fue en serio, realmente no podía más.
Dios, tu sabes muy bien que yo no soy capaz de dejar de amarlo, sin importar lo malo que haga. Pero se muy bien que mi amor no le alcanzará nunca, y que siempre será igual porque yo no soy capaz de cambiarlo. No me quería rendir con el, nunca quise hacerlo.
Dios, perdóname... a el y a mi, a los dos... Pero esta sombra oscura en mí es más fuerte que yo... y ya no puedo contenerla. Mis ojos se cerraron y perdí la conciencia

--[La chica abofeteada lentamente se puso de pie. El hombre había encendido el equipo de música y no estaba prestándole atención. Ella no lo culpó por no tomarla como una verdadera amenaza. Entendía que como mujer, supuestamente ella era más débil. Pero se lo agradeció por la chance que le estaba dando. Ella tomó una lámpara de una mesa ratona y se arrastró hasta el. El vio una sombra. La sombra lo golpeó fuertemente, pero el alcanzó a cubrirse disminuyendo el impacto. “Perdónanos, Dios” susurraba la mujer, “Perdona a estos pobres pecadores, porque el infierno es nuestro justo castigo,”.
Libéranos de nuestros pecados” volvió a golpearlo dejándolo en el piso casi inconsciente. “Y limpia nuestras almas.” quiso arremeter contra el, pero el hombre se incorporó como pudo, tambaleando con dos cortes en la cabeza, con la sangre cayendo sobre su rostro. Un haz de la luna ilumina sus caras, ella tiene la mirada diferente, pero el no se da cuenta. Ella repentinamente cambia su tosca expresión desencajada y vuelve en si al notar la sangre. Asustada, deja caer la lámpara, verlo así le recordó su cordura.
No fue mi intención, lo lamento, por favor” se tiro al suelo, mientras rogaba de rodillas ante el. Pero en su alma a veces desaparece la humanidad, y sujetándola sus cabellos la arrastra hasta el vestidor, estampándola de espaldas contra el espejo. El espejo se rompe, “Siete años de mala suerte” masculla el hombre. “Perra maldita, ¡mírame!” le grita, la abofetea. La sostiene con fuerza del cuello con una mano, mientras la otra descarga en su cara surcada por los vidrios una y otra vez; un manotazo tras otro. Ella no responde, esta en trance, todo su cuerpo se estremece. Se sacude violentamente. Las lágrimas caen de sus ojos, y ella no puedo controlarse. El hombre comienza a asustarse... pero en un instante ella se serena. Pero lo peor esta por venir.
Ella levanta la cabeza, pero su mirada no es la misma. No es la misma mujer que le suplicaba por perdón de rodillas. Es la otra mujer, la de la mueca, la de la lámpara. Ahora para el todo encaja. Todos esos cambios súbitos en su conducta, su  forma polifacética de ser. Está todo relacionado. El accidente premeditado, la sospechosa muerte en el hospital... todo tiene sentido ahora. Demasiado tarde.
Mantiene la cabeza gacha, toda su espalda parece una telaraña marcada por los pedazos del espejo, y a pesar de haber perdido todavía más sangre que el, se la ve mucho más viva.
Purifica nuestro cuerpo de los deseos de la carne” se escapa de los brazos del hombre y lo empuja. El cae sobre una cajonera en el lado opuesto. Tiene miedo, porque esta perdiendo la conciencia, mientras que ella se ve fuera de sí. “Todavía podemos arreglarlo, juro que cambiará” suplica por su vida. Que inútil que es, ella hará justicia de todas maneras.

Si te arrepientes de tus pecados será mucho mejor” la mujer mira el espejo, y arranca un pedazo lo bastante grande como para sujetarlo. Sus manos se lastiman aun más. Pero no siente el dolor, su cuerpo no le importa. “Dios esta de mi lado, y el señor es un ser piadoso” su mirada esta descolocada, su quijada hace una mueca extraña y aterradora.”Arrepiéntete, no lo hagas mas difícil” camina hacia el, y lo engatilla con el trozo de vidrio. El puede sentir como el sudor corre por su frente, el miedo es enorme. No desea morir. Pero el alcohol y la pérdida de sangre lo hacen marearse. Los párpados le pesan, sus sentidos se adormecen, comprende que no podrá hacer nada para salvarse si deja pasar mas tiempo.
Cierra un puño, apunta al estomago de la joven y la golpea con fuerza. El vidrio cae de sus manos. Ella grita blasfemias, sus ojos vuelven a cambiar. El espejo estalla en el suelo. El sale corriendo y rebusca en los cajones por el arma. La encuentra. Nervioso, apenas puede ponerle el cargador y sacarle el seguro. Tiembla, todo su cuerpo tiembla. Ella se retuerce por el golpe, su cara se desfigura de nuevo.
¿No me reconoces?” ella llora, y el la reconoce. Esa es la mujer de siempre, la que el ama. La otra se desvaneció.]—

Ayúdame... por favor” el la pone de pie a su lado y la abraza. Ambos lloran.

--[Ella toma el resto del espejo mientras finge ser la otra, el cae en el anzuelo. Tan predecible es este hombre, piensa con su macabra sonrisa. La chica lo apuñala. Lo sostiene mientras siente la tibia sangre chorrear por sus manos. De pronto surge un fogonazo. Siente el calor en el abdomen, sangre que cae pero no es la de el. Va perdiendo el conocimiento, sus ojos se nublan, Su mirada cambia. Otra vez esta llorando, el no deja de abrazarla con su mano izquierda mientras la derecha empuña el arma. Lo que pasa después no importa. Solo caen al suelo. Baja el telón.]—

Un guardia golpea mis barrotes, los de la puerta, me dice que me aleje de la ventana, que tengo visitas. Que me tengo que arreglar.
Dios, juro que no recuerdo casi nada, que apenas tenia conciencia de esa noche, pero nadie me cree, salvo el y los médicos. Lo he intentado todo. Pero ahora estoy más tranquila. Creo que son las pastillas que me dan. Me dijeron que puedo cumplir mi condena a medida que me recupere. Confío en ellos, Dios. Estoy segura de que no mienten.
Dios, aquí me han ayudado mucho, a aceptarme, a cambiar lo malo que tengo. E incluso no siento mas esa oscuridad en mi.

El vino a visitarme, se sienta a mi lado. Eso es bueno, antes no lo dejaban siquiera que se me acercara. Tenia que verlo a través de un vidrio. Dios, a el y a mi todavía no nos perdonaron. Dicen que tenemos que pagar nuestra culpa.
Me parece bien que sea así. Quiero ser libre pronto. Para repararlo todo, porque eso oscuro que hay en mi no es más fuerte que yo... lo voy a demostrar, se lo voy a probar a todos.

Dios, juro que hoy será la última vez que te hable. 
MARÍA FLORENCIA SARAVIA
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María nos escribe desde Argentina y tan sólo tiene 17 años. Aunque su escritura demuestra una gran madurez. “Mi madre me inspiró siempre a leer mucho, siendo ella profesora de lengua y literatura de la facultad y de un colegio secundario”. Le encanta escribir y le gustaría poder vivir de ello.

Desde aquí te animamos a continuar luchando por tu sueño. Nunca dejes de escribir.

1 comentario:

  1. aii flor!! me encantó!! te juro que me re atrapó el cuento!! el lunes me vas a tener que explicar una cosa que no entendí (porque soy bobasa). Suerte en el sorteoo!!!

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