Abrió los ojos sólo lo justo para entrever su cuerpo desnudo. Ya se estaba vistiendo. Con sigilo, como siempre, intentando no despertarla. A pesar de que se iría en cuanto terminara de abotonarse la camisa ella se haría la dormida. Esa rutina se había convertido en un juego. Un juego cuyas reglas no estaban escritas pero que ambos las conocían.
Más tarde, en su aburrida oficina, los dos se evitarían. Ella le miraría con falsa indiferencia mostrándole con pequeños gestos que el resto de mortales no advertiría lo muy ofendida que estaba por abandonarla al alba, cuando los primeros rayos del sol aún no habían aparecido. Él se haría el machito. Y con su actitud le indicaría claramente que no volverían a estar juntos, porque ella era poca cosa para él.
Luego, por la noche, de nuevo enredados entre las sábanas, se volverían a jurar amor eterno.
Al menos hasta la siguiente madrugada.
PIZCA DE PAPEL
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Pizca de papel es el pseudónimo de María Luisa Pérez, “estudiante de tantas cosas y maestra de ninguna. Me preparo para ser feliz.” Intenta captar con su escritura los rasgos que definen a las personas, cada una con su universo, grandioso, elocuente y vivo”
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