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22 de diciembre de 2010

52: "ROMANCE"

Hubo tiempos en los que la tierra fue niña, una niña pequeña que apenas era consciente de lo que sucedía dentro de ella, una niña que apenas se formaba.
            En esos primeros miles de años, el mar era un gran lago seco, muerto, que sin mirar, existía para darle un color azul a la tierra.
            Entonces la luna estornudó y se creo el cielo, de un blanco puro. Sin pensarlo mucho, el cielo se convirtió en los pulmones de la tierra, y al ser el mar su piel, sintió que algo era colocado encima de él.
            En aquel momento el mar, que había estado tan inerte que parecía dormido, abrió los ojos.
-¿Quién eres?
-No sé, creo que soy la nada.
-No puedes ser nada si estás aquí, ¿cómo es que llegaste?
-Llegué en un soplo inesperado, alguien estornudó y aparecí.
-Curioso.
-Sí.
Se hizo el silencio.
            Miles de años después, aparecieron el día y la noche porque a la niña tierra se le ocurrió parpadear. Cuando se cerraban sus párpados, el cielo se oscurecía hasta parecer casi negro, y el mar también se oscurecía tanto que casi se unía al cielo. Estaban tan cerca que todas sus terminales nerviosas parecían fusionarse.
            Ambos, cielo y mar, sintieron como su respiración se aceleraba. Así nacieron los primeros soplos de viento y las primeras mareas.
-Es incómodo estar así ¿no crees? El mar advertía el suave peso del cielo y sentía como una corriente cálida lo embargaba hasta lo más profundo. Por más que quisiera, no podía dejar de mirar al mar.
-Un poco sí, pero que más nos queda. No se puede cambiar.
-¿Te arrepientes de estar así?
-A veces, pero no puedo imaginarme una vida muerto
-Yo sí.
-¿Enserio?
-Sí, antes estaba así.
-¿Antes? ¿Cuándo?
-Antes de que tú llegaras.
-Ah, ¿por qué lo dices?
-Lo digo porque antes de que llegaras me sentía casi muerto, pero existía, casi ni apreciaba el pasar del tiempo. Después, cuando tú llegaste, sentí algo sobre mí. Era la primera vez que yo sentía algo y cuando quise mirar, descubrí que tenía los ojos cerrados; decidí abrirlos y lo primero que vi fue a ti, tan transparente, tan luminoso…
-También fue la primera vez que yo veía algo, nací claro pero eso no significa que pudiera ver. Fue diferente descubrir que estabas aquí.
-Sí, y ahora míranos, tan oscuros que parecemos uno solo.
El cielo se movió incómodamente y algunas brisas golpearon al mar,
-¡No! ¡Espera!. El mar comenzó a vibrar, estaba riendo.
-¿Qué te pasa?
-Me haces cosquillas.
-Ah, perdón.
-¿Qué te ocurre?
-Nada.
-¿Entonces por qué te moviste?
-Es que me pareció extraño que dijeras que parecemos uno solo.
-Pero si es la verdad.
-Ya lo sé, pero me parece incómodo.
-¿Por qué?
-Suena a que somos amantes.
-Ah.
Y el mar no volvió a decirle nada más al cielo en muchos pestañeos.
            Pero el cielo se sentía solo. Aún cuando se unía con el mar cada noche, este no le dirigía la palabra. El trataba de no mirarle pero era imposible. Lo sentía en cada parte de sí, aunque era tan silencioso que parecía vacío. La tristeza era tan grande que pequeños trozos de sombra aparecieron en el cielo. Así nacieron las primeras nubes,
-Oye. El cielo susurró débilmente al mar pero este no contestó.
-¿Estás enojado?
El mar veía la cara del cielo como si mirara al vacío. No respondió.
            El cielo se sintió tan triste que comenzó a llorar. Lloró tanto y por tanto tiempo que la tierra sintió crecer en sí árboles, plantas y  flores. Las cosas más hermosas llenas de vida llegaron así a este mundo.
            Si existió alguna vez una pregunta como ¿a dónde van las lágrimas?, es necesario saber que a partir de este momento, en el que el cielo lloró y nació la vida, todas las lágrimas fueron a dar al corazón de la tierra, para hacerla latir.
El mar también sintió las lágrimas y miro extrañado fijamente al cielo.
-¿Qué te pasa?
-Nada.
-Entonces, ¿qué estás haciendo?
-No sé, me sentí infeliz y llegaron las nubes, luego estuve tan pero tan triste que empecé a gotear.
-¿Y ahora?
-Nada, estoy bien.
-¿Y porque sonríes?
-¿Cómo sabes que estoy sonriendo?
-Porque siento que el sol brilla más que nunca. Quema.
-Ah.
-¿Estás feliz?
-Sí, mucho.
-¿Por qué?
-Porque por fin te decidiste a volver a hablarme.
-¿Te dejé de hablar?
-Sí, durante muchos parpadeos.
-¿Ah sí?
-Sí.
-No es cierto.
-¿Ah no? ¿Entonces porque ya no me dirigiste la palabra?
-Me quedé callado porque estaba pensando.
-¿En qué pensabas?
-En lo último que me dijiste. Que parecíamos enamorados.
-¿Y qué pensaste?
-Que tienes razón.
-¿Y?
-También pensé que una cosa era parecer y otra ser. Por ejemplo, si la tierra se pusiera de cabeza, quedaríamos al revés y parecería que tú eres yo y que yo soy tú, aunque no lo fuéramos. Y tú eres tú y yo soy yo. Entonces pensé que para ser enamorados teníamos que sentir algo el uno por el otro. Pero como apenas he sentido algunas cosas, no sabía si era suficiente para llamarlo amor. Te miré por mucho tiempo, sin hablarte, mientras analizaba qué era lo que me hacías sentir y fue muy poco. Entonces repasé en mi mente las primeras veces que hablamos y recordé que eso me hacía sentir algo. Estaba pensando en ello cuando comenzaste a gotear.
-¿Y qué pasó?
-No sé, fue diferente. Te sentí distinto y algo en mí cambió; me preocupé por ti y quise saber que pasaba. Me dijiste que estabas triste y luego te sentí sonreír y un calor me inundó. Ahora mismo me siento tibio hasta las entrañas.
-¿Eso qué significa?
-No sé, pero quiero sentirme así siempre. Quiero sentirte sobre mí y sentir lo que sientes. Quiero hablar contigo, que me cuentes qué te pasa, que piensas. Solo sé que no quiero que te vayas.
-Yo tampoco me quiero ir.
-¿Eso quiere decir que me amas?
El cielo suspiro al oído del mar y el mar se estremeció.
-Creo que sí.
Llegó la noche y el mar y el cielo se unieron, pero de una forma diferente. No solo estuvieron juntos en algunos lados, sino que se dejaron fusionar hasta que fueron solo uno. De su primer encuentro lleno de felicidad y amor, nacieron las primeras caricias, los primeros besos, los suspiros y la primera pasión.
            La tierra sintió un retortijón dentro de sí y supo que había cambiado. Ya no era una niña, era una mujer que sentía, que anhelaba… Pero lo tierra tuvo miedo. Tuvo tanto miedo que vio dentro de sí y observó como el mar y el cielo se amaban salvajemente dentro de ella. Eso la enojó tanto que se estiró de brazos y piernas hasta que consiguió separarlos. El dolor parecía haber cedido y la tierra ya no hizo más.
            Pero el mar estaba devastado. El sentir como el cielo había sido arrancado de su lado era algo insoportable y apenas podía aguantar el dolor de haberlo perdido. El cielo se había alejado en un momento en el que estaban tan unidos, que se había llevado consigo parte de él.
            El mar estaba furioso, se alzó de su quietud e intentó alcanzar el cielo, creando las primeras olas. Sin embargo, por más que se alzara, no pudo volver a él. El mar lloró tanto que se creó la espuma y le nublo la vista. Pasaron muchos pestañeos más antes de que pudiera quitarse un poco de esa espuma y volver a mirar al cielo.
            Cuando por fin lo pudo mirar, vio que este ya no era transparente, sino que había adquirido un tono azulado, parecido a su color. El cielo todavía estaba triste pero lo miró con una sonrisa. Ambos entendieron que aunque no habían sido separados, ya no podían volver a unirse, ya no podían volver a hablar, solo podían mirarse… Sin embargo todavía estaban ahí, lo que significaba que no todo estaba perdido.
            El sol y la luna habían sido testigos de aquél triste desencuentro causado por la tierra y compartieron su tristeza. Platicaron entre ellos y les dijeron:
-Lo hemos visto todo y vamos a ayudarlos.
-Pero… El cielo dudó. ¿Cómo gobernar a alguien tan caprichosa como la joven tierra?
-Ustedes confíen.
            Entonces el sol y la luna, que habían estado juntos desde su nacimiento, se separaron en opuestos perfectos y la tierra por tratar de mirarlos a los dos, se volvió redonda.
Y el mar y el cielo pudieron obtener nuevos instantes para estar juntos, ya no para siempre pero si a ratos que aprovechaban para entregarse. Así, nació el horizonte.
ANA LAURA BRAMBILA TAMAYO
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“Me llamo Ana Laura Brambila Tamayo, tengo 19 años y estudio Creación Literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Empecé a escribir desde los ocho años, pero jamás pensé que sería mi profesión hasta que fue momento de decidir qué iba a estudiar. Creo que mi deseo de ser escritora apareció en el mismo momento en el que descubrí que las historias que leía en los libros, eran solo una pequeña parte de un mundo maravilloso y que yo podía ser parte de él. Me gusta mucho leer, dibujar, escuchar música y creo que el arte es una forma maravillosa de ver el mundo, en el que no hay nada correcto o incorrecto mientras pueda transmitirse un mensaje.

Escribo de forma cotidiana, sobre todo en mi blog (https://rosasdelimon.blogspot.com/.com) y en mi twitter (@Anedixit)”

5 comentarios:

  1. asi es anita jiji
    esta muy lindo

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  2. No es por ser mentiroso, ni querer ser hipocrita.. pero en verdad que es una historia hermosa, de verdad que te adimiro, esperare las siguiente publicación, y me late que en la tierra siempre exista el amor, entre las personas, entre las cosas, entre el mar y el cielo. entre el sol y la luna...
    de verdad hermoso...

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  3. Tu cuento es muy hermoso, quisiera leer más cosas tuyas pero el enlace que tienes no me da. ¿Tienes otro sitio en la web? Abrazos desde Colombia.

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