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3 de diciembre de 2010

33: "DISFRAZADA"

Sonia se levantó a las ocho menos cuarto de la mañana, quince minutos antes del infernal sonido del despertador.  Ha soñado algo extraño pero familiar. Se soñó siendo invisible en su vida diaria, sin que nadie la viera, la hablara o la tocara. Traspasar su rutina diaria a los sueños es lo que la ha hecho reaccionar, despertarse con ganas de cambiar, de voltear por completo su vida.
Es una joven tímida, algo asustadiza y muy poco social. Su miedo al rechazo ha hecho de ella una persona que se mueve silenciosa, sin llamar la atención. Su largo pelo negro, que peina cubriendo la tercera parte de su cara, es un escudo natural para que la gente que la rodea no descubra el hambre que reflejan sus ojos, hambre de todo, de sentirse viva.
De pie frente al espejo, observa su desnudo cuerpo. Diecisiete años guardados dentro de una piel clara, lisa, tersa y unas formas de mujer mucho más madura. Es toda una mujer, bella, que siempre mira al suelo por miedo a cruzar la mirada con alguien, como ella siempre dice, juega al escondite con la vida, resultando siempre la ganadora porque nadie la descubre, nadie la ve.
Hoy es diferente, quiere probar una cosa. Lo primero que hace es darse una ducha. Dentro de la bañera, mirándose en el espejo de la mampara, decide que ese pelo que tiene debe ser lo primero que cambie. Son tantas las ansias que tiene de cambiar, de ser aceptada que desnuda y aún chorreando agua y jabón, corre por su habitación hasta llegar al cajón donde guarda unas tijeras. Vuelve frente al espejo, y sin pensarlo, corta su larga melena dejándola a la altura de sus hombros. Se descubre deseando el peinado de la chica que se sienta enfrente de su mesa en el instituto, por lo que para acabar con el peinado, coge un gran mechón y lo convierte en un flequillo recto, por encima de las cejas. La visión de esa nueva Sonia, muy parecida a su compañera de clase Carla, la hace sonreír tímidamente con la boca, pero son los ojos los que empiezan a iluminarse con un brillo antes desconocido para ella.  Se dirige al armario y elige los pantalones vaqueros que más justos la quedan y les hace algún que otro roto, siempre imitando la vestimenta de Carla. Una camiseta blanca ajustada que entalla su cuerpo y deja al descubierto toda la femineidad que la da llevar los pechos sin sujetador. Unas botas de piel, con tacón corto, un cinturón con tachuelas y una pulsera a juego, todos los complementos robados de la habitación de su hermana mayor. Nunca se había maquillado, pero esta vez, se cuela en la habitación de su madre y la roba un pintalabios y las sombras de ojos. Acabado el disfraz, vuelve a mirarse al espejo y de repente siente una extraña felicidad, ya no es ella, ya puede hacer lo que quiera. Disfrazarse ha traído a su cabeza una libertad que nunca había imaginado.
Coge la carpeta con los apuntes y baja las escaleras sigilosamente, no quiere dar explicaciones a su familia de ese repentino cambio, al menos hasta averiguar como ha resultado el experimento.
En el camino hacia el instituto, dos manzanas más allá de su casa, no se cruza con nadie, de todos modos ella sigue caminando con la mirada clavada en el suelo. Se cuela sigilosa en el instituto, llega pronto, por lo que los demás compañeros aún tardarán en llegar. Decide colocarse en la primera fila, algo que nunca había hecho, siempre ha sido la típica chica de la fila de atrás. Pensativa, mira de reojo su nuevo yo en el pobre reflejo que dan los cristales de las ventanas. Es como un fantasma, aún la cuesta reconocerse pero se descubre jugando con su cabello y con esa permanente sonrisa que se la ha tatuado en la cara, como una mueca, desde que decidió disfrazarse de otra persona, de su compañera. Al recordar la similitud de su nueva imagen con la de Carla, el miedo ha vuelto a apoderarse de su cuerpo, justo en el momento que sus otros compañeros comienzan a entrar en la clase y miran sorprendidos la nueva compañera, preguntándose entre murmullos de donde habrá salido. El timbre toca y todos los alumnos como si fuesen un rebaño, entran apelotonados en sus respectivas clases, entre gritos, insultos, golpes y risas.
Sonia, sentada recta, con la mirada clavada en la pared, su corazón palpita desbocado, comienza a pensar que ha sido una terrible idea el jugar a ser quién no es. Justo en el momento que ese pensamiento cruzaba por su cabeza tensando mucho más los nervios, Carla ha pasado junto a ella y sorprendida la ha mirado detenidamente de arriba abajo y para sorpresa de Sonia, ha sonreído y la ha dicho, en voz alta, enterándose así el resto de la clase:
-Bonito peinado y las botas son geniales.
Ha seguido su camino y se ha sentado justo detrás de Sonia. Que emocionada, casi con las lágrimas asomando en los ojos, ha olvidado todo el miedo que sentía hace apenas unos segundos y una fuerza ha crecido en su interior, llenando todo su cuerpo de valor, haciendo que se relajase y volviese la sonrisa de la mañana, pero ya no es tímida, si no es una carcajada silenciosa.
En el recreo, Carla, que nunca se había acercado a ella, es más, siempre había rehusado a mirarla e incluso en algún momento fue la diana de sus, se ha acercado a ella y la ha preguntado si quería salir con ellas por la tarde. Sonia emocionada, casi no ha emitido sonido, un movimiento de cabeza afirmativo ha valido para concretar el lugar y la hora de la cita.
Volviendo a su casa después de las clases, inmensa, viviendo sentimientos que nunca creyó que iba a vivir, se ha olvidado del cambio y ha entrado en casa como un día normal, esta vez sin mirar al suelo, con la cabeza alta , saludando a sus padres y hermanos, sin percatarse de la cara de asombro de todos. Sube a su habitación sin hacer caso de las preguntas que la hacen, directa a su armario, ha cogido dinero que tenía ahorrado y ha vuelto a salir corriendo de casa sin dar tiempo a nadie ni a respirar.
Ropa, complementos, tinte, maquillaje, todo lo ha comprado pensando en Carla, para imitarla. Quiere llevar hasta el final ese disfraz que tanta alegría la ha traído en sólo unas pocas horas.
En casa, cenando junto a su familia, nadie se ha atrevido ni a mirar a los ojos a esa niña con el pelo rubio, la ropa gastada, excesivamente maquillada y con una mirada desafiante. Nada de la Sonia que ellos conocían queda en esa sombra, dentro de ese disfraz. La única pregunta que han logrado realizar viene de parte de su hermana Silvia:
-El cinturón que llevabas por la mañana… ¿Era el mío?, te he dicho miles de veces, que si quieres algo de mi ropa, me lo pidieras, así sin permiso es feo Sonia. ¿Me has oído? Sonia, Sonia… ¡Sonia!
Sonia sigue comiendo en silencio, ni siquiera les mira. En el último ¡Sonia!, ha levantado la cara y ha echado una mirada fría, llena de odio, dejando estupefactos a todos. Se ha levantado, casi llorando y les ha gritado con una voz rota:
-¡Dejadme vivir! Os odio, nunca me habéis dejado ser lo que yo quería ser y ahora que intento ser feliz me miráis con esos ojos, siento que me juzgáis. Soy así y nadie me va a hacer cambiar de opinión.
El silencio se hace mientras Sonia sube las escaleras corriendo, nadie entiende nada y su madre comienza a llorar.
Un día más, Sonia se despierta antes que el despertador, pero hoy, una hora antes para comenzar con el ritual de colocarse el disfraz, la mascara. Falda corta, medias rotas, botas negras, una camisa corta y ajustada, negra, maquillaje más oscuro y en mucha más cantidad. Esta rompiendo con la imagen de Carla, ya no quiere parecerse a ella, esta yendo más allá, se esta camuflando aún más, un disfraz sobre otro disfraz, así nadie podrá ver quien realmente es, así podrá hacer lo que quiera.
Hoy camina altiva, saludando a todos e incluso poniendo muecas que demuestran asco a los que ya son sus antiguos amigos. Entra en clase la última para que todos la miren, se siente poderosa y pasa haciendo un gesto obsceno al profesor. Se pasa las clases mirando las paredes, sin abrir un libro. En el recreo, va directamente al grupo reunido alrededor de Clara y le saluda, ellas la miran de arriba abajo y se echan a reír. Sonia sorprendida, se desinfla y deja otra vez abierta la puerta para que el miedo vuelva a invadir su cuerpo. Sale corriendo del instituto y se dirige a su casa, llorando, sin comprender que es lo que ha pasado. Ayer era aceptada y hoy que se sentía con muchas más fuerzas y decisión la han vuelto a dar de lado.
Directa a su habitación, llorando sobre la cama, comprende que igual había ido muy lejos con su nuevo disfraz. Decide que a la mañana siguiente volverá con la imagen parecida a Clara, así volverán a aceptarla.
Hoy suena el despertador y el sonido encuentra a Sonia aún durmiendo, se levanta despacio y se mira al espejo. Algo ha pasado, ya no se encuentra en esa imagen, ya no se ve. Se viste rápido para olvidar ese extraño sentimiento, igual que el primer día, el mismo disfraz, es casi el reflejo de Clara, así no podrán rechazarla, si admiran tanto a Clara, ella que ahora se parece mucho, casi idéntica, tendrá la misma aceptación.
Llegando al instituto descubre que es el centro de todas las miradas, de todos los murmullos, eso hace que la inseguridad se apodere de su cuerpo. Camina más rápido, quiere llegar a su clase cuanto antes mejor y encontrar a Clara, ella es la que la puede ayudar. El primer día la sonrió y hoy hará lo mismo, esta casi convencida. Cuando llega junto a Clara y la saluda, esta la vuelve a mirar, haciendo una radiografía de su imagen con los ojos y gira la cabeza. Sonia hundida, antes de que las lágrimas broten en su rostro, se da media vuelta y corriendo se dirige a casa. Una casa silenciosa, sólo esta ella, toda la familia esta trabajando o estudiando, necesita a su madre, hablar con ella, contarla lo que la ha sucedido.
Sube a su habitación  y se mira al espejo, no se reconoce, llora porque se ha perdido, en sólo tres días ya no se encuentra, sabe que aún sigue debajo del disfraz, de todos los disfraces que se ha ido colocando. Se quita la ropa, desnuda, sigue sin reconocerse, el maquillaje se resiste, ahora parece un payaso triste, un payaso que se esta riendo de ella al otro lado del espejo. Empieza a desesperarse, se mete en la ducha y una vez limpia, vuelve a mirarse sin volver a encontrarse. El disfraz que ha construido estos días se le ha pegado tanto a la piel que ya lo lleva dentro. Algo ha cambiado en su cabeza, no se encuentra cómoda, siente que el disfraz es su piel que la ha robado su cara, su personalidad. Se sigue buscando, grita, se llama a gritos, pero ya no esta, Sonia ha desaparecido y la persona que ve no la gusta, la da miedo. Coge una cuchilla de la máquina de afeitar de su padre y decidida comienza a cortarse trozos de piel, espera encontrarse debajo de ellos, desesperada, completamente aturdida sigue cortando trozos, y más trozos, no llega a ver la sangre porque las lágrimas se lo impiden, el dolor no existe porque esa que aparece en el espejo no es ella, es otra persona. Otro trozo más y otro y otro, no se encuentra y comienza a cortarse más profundo, poseida por la ira.
Dos horas después, su madre preocupada llama insistentemente a la puerta de su hija, la han llamado del instituto diciendo que hoy no ha aparecido por clase, a pedido la mañana en el trabajo y antes de ir a su casa ha pasado por la consulta de un psicólogo para que la ayude a hablar con su hija, ella sabe que algo raro la esta pasando, siempre ha sido una niña reservada, con cierta tendencia a la depresión pero los acontecimientos de los últimos días la están haciendo sospechar que todo eso se esta acumulando mucho, muy rápido y tiene miedo que todo acabe mal.
-Sonia, abre la puerta, Sonia, que sé que estas ahí por favor abre la puerta, he traído un amigo que quiere hablar contigo. Sonia, Sonia… ¡Sonia!
El silencio se adueña en esa casa, nadie pudo imaginarse tan trágico final o igual nadie puso interés hasta el último momento. Nadie supo que Sonia llevaba meses sufriendo, convertida en una sombra, sin ganas de vivir, sin nada que sentir. El disfraz fue su último grito, su llamada de socorro.
Sacarte el disfraz, las mascaras, es el mejor refugio para ponerse a salvo de todo, de todos, de uno mismo.         
JULIO MUÑOZ
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Mi residencia está en el corazón de “La montaña Palentina” (Guardo, Palencia).
Soy un simple aficionado a la escritura, una afición que llegó a mi vida a la temprana edad de 12 años, más o menos, por mi compulsiva manía de leer cualquier libro, devoro literatura. Siempre intentando describir mundos que se desarrollan en mi cabeza, construyendo paisajes reales e irreales donde los sentimientos de las personas juegan un papel predominante.  Me gusta dar voz a todos esos personajes que son excluidos en la vida real o simplemente la gente no se atreve a mirarlos a los ojos, yo les doy su espacio. Me pueden encontrar en diferentes espacios:
Otros espacios donde me expando:
O escribirme a esta dirección: Jullkaesar@gmail.com

11 comentarios:

  1. Sencillamente increible Julio...me ha encantado

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  2. Excelente relato!!!! Me atrapó. :) Marcela desde Buenos Aires.

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  3. Muchas gracias Rose y Marcela, por leer y por las palabras. Un abrazo.

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  4. muy chulo Jull, me ha encantado!! Un bso. saray

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  5. El desencuentro la agotó. Solo ella, sin mácaras como dices, así se hubiera reconocido, volverá....Tu relato se expande. Besos

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  6. Escribes bastante bien =) Me gusta^^
    Te invito a mi blog.
    Un besito.

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  7. Me ardió la piel con solo leerlo. Hermoso, fatídico y aún así es una perfecta alegoría a cuanto se puede llegar a ser por no ser.

    Hermoso.

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  8. Saray, Iris, LadyLuna (me pasé por tu blog ;)) Litau, muchas gracias, me alegro que os gustara, un abrazo.

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  9. Tu relato se desliza, se adueña a conciencia y se impone. Cualidades de un escritor nato y de alta calidad. No sobra texto, no te limitas al mero relato, acompañas cada situación con una excelente manipulación de las imágenes, en una medida exquisitamente lograda, donde arrastras al lector a un submundo de pasiones trágicas sin oprimirlo de angustia, con una cadencia que crudamente testifica pero libera. Esa es la sensación definitiva, una bocanada de alivio, contrapuesto, pero alivio al fin.
    Sería pecar de soberbia plasmar mis felicitaciones por tu escrito.
    Simplemente ... chapeau !!
    Inés Bonesi

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  10. Muchas gracias Inés, tu comentario me ha emocionado mucho. Un abrazo.

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  11. Buen relato, Julio :) Trágico pero bien explicado, enhorabuena!!! Por cierto, te has dado cuenta de que empiezas llamando "Carla" a la compañera de instituto y la acabas llamando "Clara"??? Saludos!

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