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4 de enero de 2011

65: "LABORES"

Ana acomodó su cabeza en la almohada y cerró los párpados con fuerza, arqueó su espalda y estiró su cuerpo hasta sentir los músculos menos tensos. Intentó abarcar con sus brazos y piernas la cama; pensó que era realmente grande, espaciosa, cómoda. Recordó las noches que disfrutó con Ramiro. La primera había sido excepcional, aún podía evocarla: sudor, amor, sexo, risas. ¿Y después? Cansancio, besos, miradas, más sexo. Mucho después, sueños, y algo más de sexo.
Sexo, sexo, sexo. Giró sobre ella misma para evocar las pasiones vividas en la cama, manoseó las sábanas, hundió la nariz en las almohadas buscando su olor desaparecido. Siguió dando vueltas hasta que envolvió su cuerpo en la sábana de rayas grises. Al fin abrió los ojos, sintió que la habitación había crecido. «Es más amplia», decidió: «no está Ramiro». Cerró los ojos de nuevo y se olvidó del hombre con quien había compartido su vida durante muchos años.
Siete de la mañana, dios mío, no he preparado el desayuno, Ramiro se enfadará, joder, me matará, ¿y esta ropa?, ¿qué hace aquí tirada en medio del pasillo? Este hombre me matará, que sí, que sí, que lo hará, ay, bueno, lo dejo para después, el desayuno es más importante, dos huevos, así, a la sartén, ¡coño!, se me rompieron, en fin, me saldrá una tortilla, menos mal que le gustan, un poco de cebolla, sí, esto le encantará, dios, cómo tiemblo, saldrá del baño y me dirá, ay, me dirá que no puedo hacer nada bien, ¿dónde está el maldito desayuno, Ana?, en fin, lo de siempre, no sé por qué aguanto, ¿por qué aguanto?, pobre, es que él tiene tanto trabajo, tantas presiones, ¡y la camisa! dios, la camisa, no he planchado la…
Ana recordó algo. Apagó el fuego y dejó la tortilla a medio hacer, salió de la cocina, atravesó el pasillo pisando la ropa desperdigada por el suelo, entró en su habitación para salir cinco minutos después con el cabello suelto, vestida con una faldita larga y vaporosa y la camisa arrugada. Buscó el teléfono, marcó un número y esperó.
—¿Policía? Oiga, es que han matado a mi marido. Ajá. Con una plancha. Pues en la cabeza.
BELISA BARTRA
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"Vivo en Barcelona, y aunque de origen catalán, soy venezolana, mexicana… nacida en Inglaterra. Participo en un proyecto de difusión de microliteratura, escribo en mi blog personal y me cuento mis propios cuentos. Desde siempre imagino historias, me invento el mundo a cada paso y, cuando aprendí a hacerlo, también comencé a reescribirlo.
Creo que es inútil hacer una descripción de mí misma, dado que vivo en constante reescritura y no puedo parar de imaginarme. Acaso el cambio me define."

Podéis seguir la trayectoria de esta estupenda escritora en:
Otros cuentos de Belisa en “365 dias de cuentos”:

5 comentarios:

  1. Es de esos cuentos que enganchan desde el principio, de esos que alimentan una intriga hasta la última palabra...

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  2. Siempre me gusta leerte!! Sigue escribiendo!! FELICITACIONES!!

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  3. Genial Belisa, toda una sorpresa el final, una intriga que la has dominado en tan pocas palabras. Como siempre un placer leerte. Un abrazo.

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  4. jajajaja, me gusta, muy bueno :).

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  5. Además, tocas la violencia doméstica o lo que harta una vida cotidiana. Esa violencia emocional que sufren las mujeres.
    Muy buen relato.

    Abrazos.

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