10: "LOS AMANTES DE PEDRAZA"

Dos amantes se buscan intensamente,

en la recova de una callejuela desierta de Pedraza.

Ella lo mira absorta, se pierde en sus ojos negros,

envuelta en su mágica mirada…

Él, un madrileño bien puesto, que la corteja hasta conquistarla;

lo hace con su aroma a jabón impregnado en la piel,

con la sonrisa espléndida que a ella le encanta

y con esa sutil contemplación, que penetra hasta en su alma…

Los amantes se desean, sus cuerpos tiemblan de pasión desbordada, de ganas.

Ya nada ni nadie podrá detener el poder que los subyuga y los hace presos de la fogosidad que desatan…

Caminan tomados de la mano, al compás del viento, de la mañana;

 y se dejan llevar por el perfume de los jazmines y de los azahares  que esos patios desparraman…

Abril los atrapa; les contagia los colores, las fragancias,

la vida misma que en esa primavera cuaja.

Los amantes pasean por las calles de un paisaje medieval

cuyo tiempo se detuvo; cuyo silencio y paz atesoran sus callejas empedradas…

Él la busca con la mirada y la besa apasionadamente,

ella lo abraza y le devuelve el beso con intenso frenesí.

Se ríen, cuchichean en el oído, están felices…

Él le regala una rosa,

ella le entrega su corazón recién estrenado de pasiones y de sueños…

Los amantes de Pedraza saben de su destino:

lo huelen, lo presienten, sospechan el entramado y misterioso conjuro de sus existencias…

Pero aún así, apuestan a la vida, a la libertad y a la única y maravillosa posibilidad que les da la existencia: no negarse a lo que sienten…

Ella sabe que él es su paz, su remanso, y su volcánico sentimiento a la vez…

Él sabe que ella es su luz, su alegría, su soplo de vida…

Ambos caminan abrazados, avistando una puesta de sol,

de un día cualquiera, en Pedraza, en una exquisita primavera…

Es allí donde se respira libertad, donde cada movimiento es espontáneo, donde cada palabra dicha es la que los labios desearon pronunciar, donde cada caricia es la máxima y justa expresión que los cuerpos quisieron prodigar...

Un madrileño, bien puesto, camina las calles de Pedraza

de la mano de su dama argentina,

que le robó el corazón, un día, sin querer…queriéndolo…

Una mujer camina por las calles de Pedraza,

de la mano de un romántico y dulce madrileño,

que se metió en su corazón y la cautivó con su música y su mirada.

Ambos son los amantes de Pedraza,

los que se dejaron querer y no se vencieron ante los obstáculos y los embates de los oleajes de las dificultades diarias…

Los que siguen creyendo: “que el amor merece ser vivido, una noche cualquiera, caminando bajo la luna, de la esplendorosa y bella Pedraza”…

Amorina

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Amorina, nombre artístico de Marcela Beatriz Rodriguez, tiene el espíritu impregnado de poesía. Su vocación es la enseñanza y en su Argentina natal es profesora de educación primaria. 

Nos ha querido agradecer el haber puesto a diposición de escritores desconocidos la oportunidad de difundir aquello que les apasiona.

"Vivimos en medio de una modernidad líquida que se lo devora todo"