Martín está muy nervioso. Su operación no va a tardar en comenzar y el corazón se le va a salir por la boca.
Llega el anestesista.
-Relájate Martín. ¿Puedes contar hasta 10?
Martín recita obediente:
- Uno, dos, tres..., cuatro...
Martín se siente muy relajado. Es como estar flotando en el aire.
Empieza a recordar su infancia en casa de sus abuelos. Aquella casita en la costa gaditana donde cada mañana le embriagaba el olor a mar. El mar, dulce mar. Cuánto le dolía vivir en la capital.
Le encantaba ir a pescar con su abuelo. Se sentaban con los pies colgando sobre las rocas más cómodas del acantilado y se pasaban las horas muertas en silencio, esperando a que los peces tironearan del sedal, compartiendo confidencias de hombres, historias sobre el amor y la vida, la amistad y el trabajo.
La amistad. Allí también disfrutó a lo grande de sus amigos. Iban a la playa y se bañaban juntos. Salpicaban a las chicas y las hacían de rabiar con sus burlas. Así conoció a Sonia, la que ahora era su mujer. Era la prima de su mejor amigo, Juan, y la que menos se enojaba si se metían con ella. Y es que Sonia les contraatacaba con enormes bolas de arena mojada. Martín se enrojecía cada vez que la veía y sentía escalofríos cada vez que sus cuerpos se rozaban. Con los años la timidez fué desapareciendo y poco a poco se fueron enamorando.
El día de su boda fué el hombre más feliz de la Tierra. Y esa felicidad sólo fué superada por el nacimiento de sus hijas gemelas, Lorena y Laura. Al principio fué muy duro; papás primerizos y con dos niñas. Sin embargo, se convirtió en la experiencia mas apasionante de su vida.
Martín ve una luz blanca cegadora.
-¿Qué es esa luz? ¿Estoy muerto? ¿Qué son esas voces que se escuchan? - Su corazón se acelera con brusquedad. - ¿Qué me está pasando? ¿Por qué la luz es cada vez más brillante? ¿Qué son esas figuras que empiezo a distinguir?
Martín logra abrir los ojos. La intensa luz sólo era un foco de la sala de reanimación del hospital y las figuras que divisaba su mujer y sus hijas. Martín las abraza con fuerza y piensa que, a veces, la imaginación juega malas pasadas.
Izan Johns
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Izan Johns vive en Miami aunque es de un pueblecito de Cuenca. Allí trabaja como ingeniero en telecomunicaciones de una importante compañia de software. Le gusta escribir, pintar y programar sus propios videojuegos. Algún día volverá a España y abrirá una tienda de animales exóticos.
Y la vida nos muestra su abanico, creamos, elegimos, nos adaptamos y nuestros miedos quedan atrás hasta que otros asoman. Nos iluminas Izan
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