Las nubes grises del otoño crean un ambiente de profunda soledad. Mientras los autobuses se ven pasar a la distancia y los pájaros volar a sus respectivos nidos, en la biblioteca se respira un ambiente frio y seco. Algunos pasos de los alumnos cansados se escuchan al tiempo que los arboles del extenso jardín mueven sus hojas hacia el este. Son casi las seis de la tarde, una brisa tenue se percibe y todo apunta a una torrencial lluvia en la noche.
Mientras me acerco a mi destino las sombras de mi vida pasan fulgurantes. Aquella mañana de enero cuando recién el año comenzaba, escuche la voz que cambiaría el rumbo de lo que hasta entonces tenía planeado. Nadie en mi familia había logrado algo importante hasta ese día, nadie tuvo en su camino un destino más trascendental que el que mío. Por un instante tuve miedo, sentí un frio inmenso recorrer mis brazos, mis mejillas quedaron pálidas y mi rostro estupefacto.
Cuando recobre el ánimo me decidí salir a tomar un poco de aire fresco, escuchaba todavía el eco de aquella voz en mi mente. Una y otra vez no se detenía, trate de mirar el cielo y cuestionar los designios divinos pero no encontraba la respuesta. Era algo que nunca antes había experimentado, tal vez otros seres humanos ya lo conocían, pero esta sensación de pánico existencial era horrible.
Las horas y los días fueron pasando, hasta que me perdí en la monotonía de mi nueva realidad, algo que acepte caballerosamente. Los nuevo amigos, la nueva escuela, mis nuevos profesores, todo parecía sacado del mejor programa de televisión. Claro, el mundo en el que ahora transitaba no era el mismo que en el que nací. Las cosas pasaron y tengo que aceptarlas, pero con el paso de los meses mis pensamientos seguían atrapados en los más felices recuerdos de mi infancia.
La bicicleta nueva que mi tía me regalo en navidad estaba siendo estrenada, rompí desesperado la envoltura de hule y salí corriendo al patio. Junto a mi estaba Sonia, la única persona que desde que tengo memoria ha estado conmigo, nunca fue mi vecina pero su madre que era amiga de la familia la traía para jugar conmigo. Los años pasaron y cuando entre a la primaria ella seguía junto a mí, en los recreos, a la hora de la salida, en los momentos más tristes de mi niñez siempre estaba apoyándome.
Y por supuesto en los días de más júbilo se gozaba conmigo, siento una inmensa alegría cuando recuerdo su mirada inocente llena de amor y ternura, su dulce sonrisa que me encadenaba a su presencia y sus manos sensibles que memorice en mis brazos. En la secundaria recuerdo que yo estaba alistándome para un recital, cuando de pronto la vi salir de en medio de los arbustos, en sus manos traía una carta deseándome lo mejor. Ese día estuvo todo el evento sentada afuera del auditorio principal, como no la dejaron entrar a verme hizo ahíncos y se las arregló para ver todo desde una rendija.
Y de esta forma llegamos al bachillerato, la mejor época de nuestras vidas. Cuando desde la tribuna se escuchó mi nombre ella se levantó de su asiento y aplaudió con gran ímpetu. No le importo que el resto de los compañeros la mirara despectivamente, mucho menos que yo ni siquiera me hubiera dado de cuenta de tal gesto. Ella se alimentaba con mirarme, con escuchar mi voz e imaginarse por un momento que yo la sentía cerca.
Pero yo me seguí afanando a una realidad despreciable. Estuve durante muchos años empeñado en ser el mejor ante todos, en aparentar ser el niño perfecto de la sociedad. Mi corazón permaneció frio ante las lágrimas de Sonia cuando le dije que me iría para siempre de su vida, que otro continente me esperaba con tanto énfasis. No debí de hacerle sufrir aquella tarde magnifica y soleada de primero de Enero.
Pero la vida continua dando vueltas y mi cabeza a cada momento vive atormentada en medio de un encierro producto de mi propia rebeldía. Cuando somos jóvenes buscamos alimentar nuestro ego con las promesas del mundo superficial, pero ese ánimo se ve opacado cuando en el camino aparecen fangos que hunden la vida.
No se cómo llegué hasta aquí, supongo que el destino me trajo o tal vez fue mi caprichoso desear. Pero en el fondo de mi alma deseo regresar a al país que me vio nacer. Quisiera recorrer el mundo con una zancada y volver a los tiempos felices con mi amada Sonia, aquellos segundos valiosos de amor y ternura que nunca volverán.
Anoche mientras me dirigía a mi departamento acá Madrid el taxista se detuvo un momento para comprar un refresco, saque mi Iphone de la mochila y me conecte a Internet. Cuatro o cinco segundos tardo la pantalla en mostrar mi página de inicio al Facebook y en abrir los ojos de mi alma. Hasta ese minuto mi corazón aún se nutría con la esperanza de pertenecerle a Sonia, pero el escenario más probable se había cumplido.
Ni siquiera pude mirar la segunda foto, fue como un tsunami de emociones que calcinaron mis sentidos. Ni el más feliz recuerdo lo podía superar, fue como sucumbir en el tiempo, en las horas, en la existencia misma.
Y en estos momentos por primera vez desde que llegue a España, deseo con todo mi corazón regresar a mi ciudad natal, la calurosa metrópoli Veracruzana de Poza Rica. Ahí en donde el sol resplandece en todo momento y las estrellas alumbran el más lóbrego corazón. Aspiro a recuperar nuevamente mi sencilla vida de muchacho estudioso y consentido de sus padres, a volver a ver a Sonia y decirle cuanto la amo y que estoy dispuesto a todo para no perderla.
Por ahora no me queda más que regresar a los libros, la majestuosa biblioteca de la universidad está a punto de cerrar sus puertas y con eso apagar las luces del único consuelo en el que me refugio. Todavía no anochece pero ya puedo sentir con prontitud la soledad, terrible compañía que me sigue a partir de hoy.
Daniel Salazar Hernández
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Daniel es alumno de quinto semestre de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen” de la ciudad de Xalapa Veracruz, México. Estudia la licenciatura en educación primaria para ser profesor de educación primaria elemental. Tiene 20 años y le gusta escribir, de hecho tiene varios ensayos que ha realizado sobre educación, política y filosofía. Le gusta pensar y reflexionar sobre lo que pasa en el entorno y las formas en las que se puede mejorar. Tiene iniciadas dos novelas que aún no ha terminado y le gustaría en un futuro dedicarse a escribir y publicar sus libros.
"Por ahora deseo que este texto sea de agrado a los lectores".
Vértigo existencial, miedo que cala, inunda y compromete la vida, donde la soledad se descara. Otro para cuando?
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