Sobre un bosque tupido de pinos y abedules, planeaba un pájaro solitario. Una inesperada tormenta hizo que el pequeño e indefenso sin poder controlar su vuelo se desmoronara entre hojas y ramas. Fue así que el pobre sufrió una quebradura en una de sus alas, impidiéndole de esa manera poder volar. Tanto fue el dolor que permaneció allí, yacido sobre aquel suelo frío y mojado. Cuando recobró el conocimiento, luego de un período de inconsciencia, comenzó avanzar lentamente, hasta recuperarse. Caminó durante largas horas. La noche se precipitaba, su energía se debilitaba. Podía parar; pero pensaba que su subsistencia en ese inhóspito lugar iba a ser demasiado hostil para las presas nocturnas que acecharían al solo ver la oscuridad de la noche.
Continúo su marcha sin descansar. Tanto fue la necesidad de encontrar un refugio que ni siquiera pensó en su herida. Cuando casi estaba sin aliento, visualizó a lo lejos algo que le llamó mucho la atención. El bosque parecía como haberse terminado; encontrándose una llanura en medio del mismo, rodeado de caldenes que daba paso a una planicie fértil de la cuál cobijaba a especies que habitaban el lugar. Comenzó a internarse. A varios kilómetros visualizó un castillo blanco con majestuosos picos que hacían de torres a los costados; parecía como si en el centro del bosque hubiese un lugar mágico en donde iban todos aquellos que necesitaban encontrar un descanso en su sendero. Mostrando gran asombro, y logrando recuperarse, llegó al lugar antes del anochecer.
Golpeó la puerta. Abriéndose lentamente, ingresó, viendo ante sus ojos algo ¡increíble! Pensó que todo era un sueño, pero no ¡no! allí se encontraban pájaros como él, gran multitud. Algunos con sus alas heridas, otros a la espera de partir, pero todos eran iguales, no existían diferencias. Sólo por colores se distinguían unos de otros.
-¡Qué lugar maravilloso!, pensó.
Que feliz se sintió al encontrar aquel refugio, y al ver que todos esperaban algo allí. Se preguntó quién podría ayudarlo. Buscó entre la multitud. En un rincón distinguió a un pequeño pájaro, era tan pequeño que casi nadie lo veía. Se le acercó y le dijo
-¿Cómo te llamas?
-Me dicen colibrí ¿y a ti?
-No se, nadie me puso nombre. ¿Sabes dónde puedo encontrar al pájaro que pueda curar mi ala?
-Mira, ves aquella puerta (señalándosela), púes ábrela, él siempre está allí. Es el gran pájaro blanco, seguro te recibirá con gusto, a todos nos trata muy bien. Es afectuoso, disciplinado y quiere que seamos iguales. No existen diferencia entre ninguno, todos hemos llegado por alguna circunstancia, no es por casualidad que nos encontremos en este sitio. La vida nos ha reunido porque debemos aprender algo de ella. Siéntete agradecido de estar aquí y disfruta. Ve, habla con él. Te ayudará, no lo dudes.
Así fue que se dirigió al lugar. Al abrir la puerta, lo vio. Asombrándose de su porte, quedó atónito.
-Pasa pequeño, le dijo con una voz muy cálida. ¿Qué te ha ocurrido?, eres nuevo ¿no?
-Si he llegado recién, estoy muy cansado. Una tormenta me arrojo en el bosque lastimándome un ala, no puedo volar. Caminé mucho hasta encontrar este refugio.
-Has llegado al lugar indicado. Aquí llegan muchos como tú, algunos vienen de viajes muy largos, otros de tierras tan lejanas que ni siquiera conocemos sus nombres. Pero dime, ¿Cómo te llamas?
-No tengo nombre.
-¿De donde eres?
-Vengo de Mu. Un lejano y remoto lugar.
- ¿De Mu?
-Sí. ¿Conoce?
-Por supuesto, yo también fui de allí.
-Ya no puedo regresar, todo terminó. Nada existe, todos partimos para no volver nunca más.
-Siempre la vida te da una oportunidad, así que….Eres bienvenido, quédate el tiempo que necesites, pero recuerda que esto es solo un refugio.
-Le agradezco. Me reconforta sentir que alguien se interese en mí.
-Y por qué no me interesaría en ti, aquí me interesan todos los que llegan, ésta es mi misión, cuidarlos y recuperarlos, para que continúen su camino. Ahora bien ¿quieres curarte no?
- SÍ, quisiera empezar ya.
-Todo lleva su tiempo - le dijo el gran pájaro. - Debes aprender a ser paciente; no se puede reparar algo tan delicado en poco tiempo. Pero para que las cosas salgan bien, debes aprender a poner voluntad. Así lograrás tu recuperación, siempre y cuando tu dedicación sea continúa.
Fue así, que el pequeño comenzó a tomar conciencia de lo que le había pasado y junto al gran pájaro inició su rehabilitación. El tiempo fue pasando. Él comenzó a entablar relaciones con los demás, adquirir gran cariño por su maestro. Sin darse cuenta se fue olvidando. Encariñándose y encontrando afecto a su alrededor, hasta que un buen día, el gran pájaro le dijo.
-Han pasado varios meses y note en ti una excelente recuperación, pero veo que no has comenzado a volar ¿por qué?
-Tiene razón me siento muy bien, pero es que aquí encontré lo que estaba buscando hacia muchísimo tiempo.
-¿Recuerdas lo que te dije? Una vez que se recuperan deben partir. Eres libre, eso hace que debas vivir tu vida, sin apego a nada ni a nadie. Sé como el viento, eres parte de él. Tus alas acarician la brisa cuando vuelas. Formas parte de la existencia y como tal, abrázala, embébete en ella y goza cada instante de ser este Ser.
-Entiendo maestro, aunque aquí haya encontrado mi paraíso, debo aprender a ser lo que soy. Mañana muy temprano intentaré abrir mis pequeñas y sanas alas, se lo prometo.
-¡No, no!, a mi no me lo prometas, tú eres quien debes prometértelo. Mientras más te quedes no podrás conocerte a ti mismo. Debes experimentar lo que el Todo te ha regalado. Es tu capacidad de volar y la libertad de Ser.
Así fue, al día siguiente, cuando aún los demás dormían, se levantó a la hora que acostumbraba su maestro.
Abriendo sus alas y viéndolo a él le dijo:
-Adiós maestro. Volveré. Aquí encontré lo más hermoso que el destino me ha deparado; “EL REFUGIO DE MI VIDA”.
El maestro sonriendo dijo:
-Siempre serás bienvenido, estaré esperando tu visita.
-Gracias...Maestro.
Por un instante, las miradas se cruzaron.
Luego el pequeño pájaro desplegó sus alas y voló.
Narayananda
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Pasó mucho tiempo, pero siempre me apasionó escribir; era como una materia pendiente que había dejado desde aquellos años de mi niñez.
Todo comenzó como un juego, pero muy dentro de mí algo me decía que en algún momento se despertaría lo que realmente fui sembrando en todos estos años.
Al ir creciendo sentí la necesidad de concurrir a talleres literarios en donde compartía las obras y debatíamos entre todos.
La vida me llevó a seguir una carrera docente, que muy a gusto la desempeñé, hasta que en este camino encontré lo que realmente amo.
El estudio del Yoga, la meditación, el Reiki, y otras terapias alternativas me fueron abriendo las puertas de este mundo maravilloso, misterioso y místico que es la vida.
¡Shanti! (paz).
La serenidad es un privilegio, cuéntame de ese refugio....besos.
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