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15 de noviembre de 2010

15: "EL SECRETO DE CLAUDIA"

Su vientre se llenó de vida casi sin darse cuenta. ¿Cómo había pasado? Era como una pesadilla de la que no pudiera despertar. Por mucho que apretara su puño contra su ombligo aquella pequeña cosa seguía ahí, creciendo, latiendo, materializando la cuenta atrás del fin de su juventud.
Se miraba con disimulo en el cristal de la parada del autobús. Parecía ser la misma de siempre. Bajo la falda de cuadros escoceses aún no se notaba nada. Las medias azul marino por la rodilla, el polo blanco, las coletas enmarcando su rostro pecoso e inocente. Nada parecía hacerla diferente de las otras niñas de la fila. Sin embargo, ya no era como ellas. Nunca más lo sería.

El autobús del colegio llegó puntual, como siempre, y Claudia se sentó en la primera fila. Le gustaba ir junto a la profesora para hablar del documental de La 2 que habían visto el día anterior. Pilar le sonrió con esa sonrisa afable con la que la saludaba por las mañanas y Claudia tuvo que hacer un esfuerzo por no levantar sospechas. Aún así le preguntó.
-¿Estás bien, Claudia? No tienes buena cara, estás muy pálida.
- No me encuentro bien, eso es todo.
Pilar la miró aún unos segundos más como intentando leer más allá de sus ojos, escudriñando en su interior en busca de una respuesta oculta. Horrorizada, Claudia apartó la mirada con brusquedad. Al mismo tiempo tuvo la certeza de que con este gesto ella misma se había descubierto.
El resto del viaje transcurrió demasiado extraño. Tan extraño como se había convertido su vida en las últimas horas. Pilar miraba por la ventana sin hablarle y los chavales del autobús estaban sospechosamente callados. No tiraban bolas de papel ni se les oía cantar como tenían por costumbre. Parecía que el mundo entero conocía su secreto y la estaba juzgando.

Cuando bajó las escaleras con su mochila colgando de un hombro se dio cuenta de que no le apetecía ir al colegio. Era una extraña en un mundo nuevo. Correría y correría hasta deshacerse en el viento, hasta desaparecer por completo de la faz de la Tierra.
-¡Claudia! – Él ya la había visto. Sus planes de evasión tendrían que esperar. Sus enormes ojos sonreían ajenos a la realidad. Claudia sintió una repentina sensación de vómito. Está bien, devolvería aquel ser que crecía en su interior allí mismo. Caería a sus pies y todo se resolvería. Todo volvería a ser como antes. - ¿Estás bien? – Esto no podía estar pasando. Todo el mundo parecía conocer su verdad.
Claudia vomitó allí mismo todo el desayuno. El zumo, los cereales, el colacao, pero ni rastro del bebé. Él no vino a ayudarla. Pilar se adelantó y él retrocedió alarmado. Dio media vuelta y se fundió entre los estudiantes de camino al interior del colegio. Estaba sola. De repente Claudia dejó de oír a su alrededor, su vista se nubló y dejó de tener consciencia.
Cuando abrió los ojos seguía allí, en el patio del colegio, rodeada de un montón de gente que no acertaba a distinguir.
-Claudia, cariño. Eh, Claudia.
Las voces se repetían a su alrededor como si hubiera eco.
-Hay que llevar a esta niña a la enfermería. Le ha debido de sentar mal algo que ha comido.
Alguien muy fuerte la llevó en volandas por entre la multitud. Ayer podría haber sido su sueño de adolescente hecho realidad, un superhéroe que la salva, sin embargo hoy le daba igual.

Dori, la enfermera, tenía el teléfono en la mano y la miraba con aprensión. Colgó y se acercó a Claudia.
-Lo siento, mi niña. Tenía que hacerlo. Tus padres deben saberlo. No te puedes enfrentar a esto tú sola. – Claudia lloraba en silencio. El mundo se le venía encima. Apretaba el puño contra su ombligo inútilmente.- Ahora dime, pequeña, ¿tu novio lo sabe?
¿Novio? Dios santo, ella no tenía novio.  Él era mucho más que un simple novio. Era su caballero de brillante armadura, su alma gemela, su destino. Él era el hombre que la había amado como lo que era, una mujer de su tiempo, con dulzura, con suavidad, con toda la sabiduría de su edad.
Pero ahora él no estaba allí. La había dejado sola. No había excusas. A estas alturas, Claudia estaba segura de que la noticia había corrido como la pólvora. ¿Cómo podía ser posible? Hacía años luz que estaba en su cuarto jugando con sus muñecas.
Dori, se levantó y se dirigió hacia la puerta.
- Te dejaré sola. Tus padres no tardarán mucho en llegar.
Una grieta enorme se abrió bajo la camilla. Claudia miró a su interior. No había nada. Ni luz ni oscuridad, ni frío ni calor, ni alegría ni tristeza. Sólo un salto la separaba de aquel agujero. Un solo empujón y todo acabaría. Aún tenía tiempo antes de que se volviera a abrir la puerta.
Uno, dos y tres… Claudia se precipitó al agujero y se perdió para siempre.
Paula Sánchez
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Creo que sé de donde es Paula, aunque no lo ha querido decir.
Escribir es lo que hace cuando se va a dormir. Su terapia diaria. Nunca ha publicado nada y le encantaría hacer un libro de sus relatos. “Relatos para pensar, relatos para educar.” Quizá algún día lo consigas Paula. Quién sabe si con Ediciones Cuélebre.

1 comentario:

  1. Engendrar vida tan inesperadamente, fruto de tantas emociones y tantos sueños que se vuelven, nos vapulean, nos anestesian, nos bloquean...

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