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29 de noviembre de 2010

29: "UN DÍA SOLITARIO"

Abro los ojos y compruebo que ya amaneció. Me levanto y me doy una ducha. Me visto con toda la tranquilidad del mundo. Y salgo al mundo exterior. Sin darme cuenta ya tengo los auriculares puestos. Mi dedo se desliza hasta llegar al botón de Play/Pause de una manera casi mecánica, pero no lo oprime. Es casi como si mi cuerpo estuviese esperando que confirme cada acción que se hace de manera automática diariamente, pero que por alguna extraña razón hoy no es así. Activo la reproducción aleatoria, y la primera canción refleja con una exactitud mi situación este día
Un día tan solo
Y es mío
El día más solo de mi vida
Un día tan solo
Debería ser prohibido
Es un día que no puedo soportar

Llego a la parada de autobús y busco una de las orillas del frio y metálico asiento de espera. Y mientras me acomodo el abrigo, voy sintiendo las pequeñas gotas de agua de una lluvia mañanera. Aunque no son una gran molestia, decido que seria mejor moverme de esa parte del asiento hacia una en la que el agua no llegue.  Y mientras lo hago, sin querer, mi mirada se cruza con la de ella.
Fue solo un instante. No más de tres segundos. Pero hubiese bastado menos para quedar totalmente absorto por esos encantadores ojos. Ella solo me mira por un momento, y después fija su mirada en otra dirección. Tardo un momento en darme cuenta que ya no me mira, y que yo ahora debo estar haciendo un ridículo enorme observándola detenidamente y de tan cerca. Mi instinto de vergüenza me hace desviar la mirada hacia la calle donde pasa el colectivo, y finjo que solo estaba intentando ver si este ya estaba cerca. Pero una sensación se apodera de mí. 
De pronto, siento una enorme necesidad de volver a ver esos ojos. Intento imaginármelos en mi mente. ¿Verdes? ¿Azules? No, definitivamente eran cafés, un hermoso color café claro, comparado solo con las frágiles  hojas que caen de los arboles en otoño de una forma deliciosamente reflexiva. Concebir la imagen de esos ojos de nuevo en mi mente solo incrementa mi necesidad de volver a verlos. Disimuladamente, intento verlos de nuevo y lo consigo. Parecen despedir un fulgor cálido en medio del frio que me rodea. Un fulgor que me dice que debo acercarme a ella y preguntarle quien es, si esta sola, y porque su mirada me ha dejado totalmente absorto.
Me acerco aun más, y mientras lo hago, voy imaginando las muchas reacciones que ella puede mostrar.  Mi mente rápidamente elabora una posible repuesta a cada frase que probablemente salga de su boca.  Pero no se detiene ahí. Sigue y va aun más allá. El plan es invitarla a salir. Si dice que no, pues no seré el primero ni el ultimo en fracasar en este tipo de situaciones, pero ¿que tal si acepta?
Entonces veo mis opciones. El cine, algún parque, una feria… no importa. Lo que busco es conocerla mejor, salir juntos es el modo de lograrlo. Saber que cosas le gustan, cuales son sus pasiones, que le molesta, y ver si tendré que cambiar mis gustos e intereses con tal de que ella se interese en mí, porque definitivamente no voy a perderla.
Mi cerebro sigue generando un futuro escenario para una relación que ni siquiera sabe si se llegara a concretar, pero que le hace mucha ilusión. Le gustaría saber que se siente tener un afecto especial. Más allá de la amistad, del simple compañerismo… le gustaría saber que se siente que la imagen de una persona se vuelva su pensamiento mas profundo. Le gustaría saber que se siente estar realmente comprometido en una relación. Pero lo que mas le hace fantasear es saber que se siente estar enamorado.
Pronto, el resto de mi cuerpo es invadido por ese ‘sueño’ fugaz. Mis piernas  se preguntan cuanto serán capaces de resistir corriendo con tal de llegar a tiempo a verla. Mis manos de mueren de ganas por acariciar esa insinuante espalda. A mi piel le gustaría frotarse con la de ella y sentir la su  calidez y suavidad. ¿Qué sabor tendrán esos delgados y rojos labios? Se pregunta mi boca. Mi olfato se excita con solo pensar en el perfumado cabello lacio  que ella parece ondear. Y mis ojos solo pueden pensar en volver a ver los ojos de ella, en perderse en su mirada que dulcemente me hacen desvanecerme en un mar de intensas olas que de manera abrupta se vuelven espuma despidiendo brillantes reflejos.
Inesperadamente, me doy cuenta que no ha pasado ni medio segundo y ya mi cuerpo necesita más dosis de ella. Pero mi mente, por alguna extraña razón,  se volvió fría. Tiene razón, hay que hacer esto con cuidado. No debo dejarme llevar por impulsos que pueden echarlo todo a perder. Vuelvo a repasar el plan que tengo y me armo de valor para hablarle, pero justo cuando estoy a punto de decir algo, ella voltea hacia el lado contrario a donde estoy. Eso me hace sentir inseguro ¿es conveniente hablarle? Rápidamente me respondo que no, porque ella ahora se levanta y se dirige a un hombre casi de mi misma edad. ¿Un hermano? -Puedo lidiar con eso fácilmente ahora- me digo a mi mismo, hasta que…
Definitivamente no es su hermano. Un beso cariñoso es de hermanos, pero el que ella le da es algo más. Es un beso apasionado, cálido… amoroso. No le importa estar bajo la lluvia si puede estar con el. Una brisa hace mas fuerte la lluvia,  los aleja de su encanto y los obliga a refugiarse en la misma parada de autobús en la que estoy. Los escucho hablar tiernamente, muy de cerca, aun cuando tengo mi música puesta. No se por que, instintivamente quizá,  subo el volumen a todo lo que da.
Miro una vez más esos ojos cafés. Ya no me parecen tan atractivos. ¿Será el hecho de que ya se que tiene a alguien a quien ver? ¿O será la decepción de saber que yo nunca estuve dentro de sus intereses? Como sea, a lo lejos veo mi autobús acercándose. Cuando llega, me apresuro a abordarlo. Pago y busco un asiento vacío. Al sentarme, veo por la ventanilla las siluetas de los dos enamorados deformadas por las gotas de lluvia, hasta que el camión avanza y la imagen se pierde. Decido no pensar más en ello. Y la canción en mi reproductor llega a su estrofa final…
Un día tan solo,
Y es mío
Es un día que me alegro de haber
sobrevivido.
…solo que yo aun me pregunto si realmente sobreviví.

Abel Luna Che “Darwin”
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Abel Luna es un joven mexicano de 17 años al que le gusta transformar cualquier idea, por tonta que sea, en algo real, o al menos volverla realizable. Muchas veces esas ideas llegan a ser demasiado absurdas. Pero también tiene ideas que pueden volverse ‘coherentes’, especialmente si de relatos se trata.

Podéis seguir su trayectoria en http://dytl.blogspot.com/

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