Páginas

3 de noviembre de 2010

3: "NO DIGAS QUE FUÉ AMOR"

Manuela terminó de leer la carta y la tiró al retrete. La tinta comenzó a teñir rápidamente el agua, deshaciendo las palabras que con tanto sentimiento habían sido escritas.
-¡Ja! – Exclamó la muchacha. Y tiró de la cadena con más satisfacción que arrepentimiento.

Salió del cuarto de baño con la sensación de que pesaba menos. Ahora más que nunca, podía asegurar que se había liberado de un montón de mierda. Cogió su chaqueta y se fue a dar un paseo. Sola. Sin miedo a que él estuviera esperándola en el soportal.

Caminó por la calle en dirección al parque sin importarle sentirse observada. Le gustaba ver a los niños. Los pequeños le reconfortaban el alma con sus juegos inocentes. Ellos le parecían  como un papel en blanco en el que poder escribir bellos poemas. Los adultos tenían demasiados tachones. En seguida oyó el motor de un coche al arrancar. Sabía que era el suyo. Era un sonido inconfundible. Estaba segura de que la seguiría una vez más.
Alzó la cabeza y miró al frente. Hoy empezaba una nueva etapa en su vida. Había decidido terminar de una vez con todas con él. Y esta vez lo iba a conseguir.
- Manuela… – Oyó a su lado. Cristóbal conducía su coche muy despacito junto a ella. Con la ventanilla bajada la llamaba con cara de corderillo asustado. – Manuela, ¿has leído la carta que te dejé en el buzón? – La chica dudo un momento. Cabía la posibilidad de que Cristóbal se pusiera a gritarle en plena calle reclamando su atención. Pero ella no se giró para mirarle ni le contestó. – Manuela, yo te quiero. Siempre te he querido y tú lo sabes.
El corazón de Manuela comenzó a latir con más fuerza. Cristóbal la conocía muy bien y sabía cómo provocarla. Se contuvo las ganas de soltarle un “no digas que fue amor, nunca lo ha sido”. Al contrario, saludó con una sonrisa enorme, exagerada, al frutero que colocaba cajas de manzanas sobre la acera, como si el coche que tenía pegado a los talones no existiera, como si sólo ella pudiera oír las súplicas de Cristóbal.
- Manuela… - La voz de Cristóbal daba lástima. Parecía que estaba a punto de llorar.
“No hay mejor desprecio que no hacer aprecio” Las palabras de su abuela la hacían sentirse firme en su propósito de ignorarle. No tardaría en dar la vuelta a la esquina y él no la podría seguir más con el coche. Era dirección prohibida.
A cada paso que daba, Manuela se sentía más liberada, más segura de sí misma. Esta vez lo conseguiría, le dejaría para siempre.
Cristóbal dejó el coche en doble fila y, como era de esperar, se bajó para correr a interrumpir sus pasos. Se atrevió a agarrarla con fuerza de la muñeca obligándola a detenerse.
- Manuela, mírame, por favor.
Manuela no se movió. El dolor de la muñeca lo podía soportar.
- Mátame si quieres, pero no volveré contigo.
- Manuela, sabes que yo te quiero, lo daría todo por ti.
- Pues entonces mátame aquí mismo, delante de todo el mundo. - Cristóbal se quedó petrificado. Manuela nunca le había hablado en un tono tan duro. La chica entonces, se giró. Tras las enormes gafas de sol aún se podía ver el cardenal del ojo. – No has sido más que un cobarde toda tu vida. – Y tirando del brazo se libró de él. Le mantuvo la mirada unos segundos más, altiva, desafiante, y continuó su marcha haciendo sonar sus pasos con fuerza sobre el suelo.
Cristóbal se quedó allí, retorcido sobre sí mismo, herido en su hombría y sin saber qué hacer. Podría correr tras ella y clavarle la navaja que llevaba en el bolsillo. Así le demostraría que no era un cobarde. También podía dar media vuelta y olvidar a esa fulana para siempre. Después de todo Manuela nunca había estado a su altura.
Cristóbal se quedó allí mismo, pensando qué hacer mientras veía a Manuela alejarse, fundirse entre la gente, buscando su propio camino y desapareciendo de su vida.
Ella no miró ni una sola vez hacia atrás. Fué entonces cuando Cristóbal entendió por fin que la había perdido para siempre.
Álvaro de Medina Suárez
**********************************************************************************************************************************
Éste no es Álvaro por supuesto, pero por algún motivo se siente identificado con este animal. ¿Será porque es un poco "lince"?
Bromas aparte, Ediciones Cuélebre ha seleccionado su relato por su sensibilidad frente a la violencia de género, tema del que nunca deberíamos olvidarnos, ni acostumbrarnos por muchos casos que veamos en la tele.
Licenciado en biología, y conocedor de un par de idiomas, este vallisoletano tiene un pequeño secreto. Le encanta escribir. Y esta es la primera vez que le enseña su trabajo a alguien. Nos sentimos muy afortunados de haber sido elegidos para tan valiente decisión. Estamos seguros que no será el único día que disfrutaremos de su compañía en "365 dias de cuentos".
Gracias Álvaro.




3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu relato, Álvaro. Es un llamamiento a la valentía. Me imagino la cara de ese Cristóbal al verse vencido.
    Me encanta.
    Enhorabuena, ha sido una buena idea darte a conocer por fín. Yo quiero leer más cuentos tuyos.

    ResponderEliminar
  2. Deja ir lo que ha de irse, sin resistencias...

    ResponderEliminar
  3. Precioso relato...mantiene en vilo al lector... Felicitaciones!!!! Marcela.

    ResponderEliminar